Los senadores catalanes, por ejemplo, que evidentemente hablan y comprenden el español, le hablarán al resto de senadores en catalán, y deberán ser traducidos a los senadores gallegos, vascos y de otras comunidades autónomas, que todos hablan y comprenden el castellano. Lo mismo sucederá con los vascos, con los gallegos y con los valencianos. La broma costará a los contribuyentes, dicen, en torno al millón y medio de euros, más de doscientos millones de las antiguas pesetas tirados a la basura, despilfarrados, en una función pasmosa de imbecilidad surrealista. Eso sí, el 20% de los españoles activos está en paro, y creo que le importa un carajo en qué idioma le toma el pelo esta casta de políticos completamente idiotas
Juan Antonio González Fuentes
En los años de la Transición española a la democracia hubo un abogado valenciano metido a escritor que publicó varios best sellers patrios en los que se mofaba a mandíbula batiente de algunos de los caminos por los que parecía deambular la nueva España post franquista. El escritor se llamaba Fernando Vizcaíno Casas, y ni que decir tiene que concitaba al mismo tiempo el odio, la burla y la conmiseración de toda la intelectualidad de fuste española, que le miraba por encima del hombro como quien mira a un troglodita tontorrón, y de toda la progresía avanzada, bienpensante, moderna y cosmopolita.
Este señor valenciano, creo recordar que con bigotillo arrubiado de estética franquista, publicó decenas de libros que se vendieron muy bien sobre todo en la década de 1980 y principios de la de 1990. Además fue el guionista de varias películas basadas en sus propios libros. Me parece que jamás leí ninguna de sus obras, aunque no podría jurarlo ante ningún juez, y menos ante Garzón, pero sí recuerdo perfectamente algunas secuencias de películas en las que él era el guionista. Sobre todo recuerdo una comedieta de esas que en su día veíamos con gesto de asco por su ideología de derechona retrógrada e imbécil, Las autonosuyas, película dirigida por Rafael Gil del año 1983.
La película contaba con un reparto de esos en los que casi no faltaba ninguno de los habituales de la época. Cito de memoria histórica: Alfredo Landa, Manolo Codeso, José Bódalo, Ismael Merlo, Antonio Garisa, Alfonso del Real, Elvira Quintillá, Ángel de Andrés, Fernando Sancho, María Casanova... El argumento de Las Autonuyas es el siguiente: El alcalde de Rebollar de la Mata constituye el Ente Autonómico Serrano, un proyecto muy aplaudido por los Alcaldes de los pueblos vecinos, pues serán consejeros de una autonomía. Esto significa buenos sueldos, magníficos coches oficiales, dietas... Se nombra presidente a Austrasigildo, alcalde de Rebollar, y se implanta como idioma el "farfullo", su forma de hablar: por un defecto convierten las pés en efes.
Ni que decir tiene que la película fue considerada por los avanzados y modernos como un insulto zafio y casposo, como la visión retrógrada de los residuos más resentidos del franquismo... Y no digamos lo que salió por la boca de los nacionalistas peninsulares, sobre todo de los de las llamadas Autonomías Históricas. En el Partido Nacionalista Vasco, sin ir más lejos, se subieron por las paredes y espumarajos grises de oceánica rabia les brotaban a borbotones por entre los afilados colmillos.
Cartel de la película Las autonosuyas, del director Rafael Gil en 1983
Hoy, si vemos la película, nos mostramos perplejos ante el ejercicio premonitorio de Vizcaíno Casas, vamos, todo un adelantado Julio Verne en lo que se refiere a lo que iba a pasar en España pasados los años, es decir, hoy mismo.
Creo ya haber hablado de ello aquí mismo, pero no me resisto a repetirme. Hay una escena en Las autonosuyas de un surrealismo sublime. Dos de los presidentes de autonomía que se juntan en una reunión a la que acude el presidente del Ente Autonómico Serrano, los de Cataluña y el País Vasco, cuando tienen que hablar entre sí, necesitan de los oficios de un traductor, pues ambos, entendiéndose perfectamente en español, se niegan sin embargo a hablar en el idioma común, e insisten en dirigirse al otro en su idioma autonómico. El vasco le habla en vasco al catalán, y el catalán en catalán al vasco, y por medio un traductor, cuando todos, el trío en cuestión, hablan perfectamente un mismo idioma, el español.
Cuando esa escena se vio por vez primera en 1983, casi todo el mundo se llevó las manos a la cabeza y tachó a Vizcaíno Casas de exagerado y lamentable retrógrado fascista, que hacía una burla idiota y casposa del sacrosanto estado de las autonomías y de los rasgos diferenciadores de las distintas regiones de España. Sin embargo, desde la perspectiva actual, sólo cabe quitarse el sombrero y asombrarse ante la inteligencia premonitoria del escritor valenciano que, repito, como un Verne que predijo submarinos, viajes a la luna e inventos mil, él predijo, visualizó el dislate surrealista que ayer mismo se ha materializado en el Senado español, donde a partir de ya, se podrán hablar cinco idiomas distintos (catalán, valenciano, gallego, vasco y español), con la traducción simultánea correspondiente.
Los senadores catalanes, por ejemplo, que evidentemente hablan y comprenden el español, le hablarán al resto de senadores en catalán, y deberán ser traducidos a los senadores gallegos, vascos y de otras comunidades autónomas, que todos hablan y comprenden el castellano. Lo mismo sucederá con los vascos, con los gallegos y con los valencianos. La broma costará a los contribuyentes, dicen, en torno al millón y medio de euros, más de doscientos millones de las antiguas pesetas tirados a la basura, despilfarrados, en una función pasmosa de imbecilidad surrealista. Eso sí, el 20% de los españoles activos está en paro, y creo que le importa un carajo en qué idioma le toma el pelo esta casta de políticos completamente idiotas.
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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.