Hace décadas que tenemos traducciones en castellano de algunos de los
poemas de este prolífico escritor, pero es el siglo XXI quien nos lo ha acercado
con mayor cuidado en esta lengua, a través de las ediciones de varios de sus
monólogos y de una serie de buenas antologías. La edición a la que me referiré a
lo largo de estas líneas es la que estrena la acertadísima nueva colección de la
editorial Point de
Lunettes: Romiosyne. Una colección dirigida por
Juan José Tejero y que estará dedicada a la poesía griega contemporánea, una
apuesta llena de sentido, pues de alguna forma la lírica helena del siglo XX
vivió un siglo de oro (los nobeles Seferis y Elytis, pero también Ritsos,
Dimulá, Poliduri, Vretakos, etc.). Y bien, este primer libro que sale a la luz
agrupa dos poemarios de Ritsos: Epitafio
y 18 Cantares de la patria
amarga. Una edición bilingüe en la que se reproduce la caligrafía del autor
y, en la que la labor traductora se somete a un gran cuidado; de esta forma,
encontramos dos versiones: una más literal, a cargo de Juan José Tejero, y otra
en romance y cantar castellano, a cargo del poeta Manuel García.
Epitafio
es
un libro de 20 poemas, donde el poeta canta la tragedia de una madre que pierde
a su hijo en 1936, asesinado por las fuerzas antidisturbios del gobierno
fascista de Metaxás en una jornada de huelga general. El libro, escrito en forma
de monólogo dramático de la madre impotente, llora esa injusticia. Así acaba el
primer poema:
(…)
Ay
de mí que no me hablas:
saco mis pechos dormidos
y en las tetas que mamaste,
mis uñas, hijo, me hinco
(1)
Una elegía que puede recordarnos a la Niña ahogada en el pozo de Lorca y esa
agua que no desemboca, así como a las
canciones de Miguel Hernández. Como señala en la introducción Manuel García, el Ritsos de Epitafio y Hernández eran
hermanos de pasión (2). Como en ambas, el llanto se transforma en canto de
resistencia. Ritsos mantendrá esa impronta a lo largo de toda su poética,
adentrándose, cual Orfeo, en los infiernos del siglo XX. En el penúltimo poema
del libro dice:
(…)
Tu sangre prendió en la
tierra
multitudes. Se volvieron
los puños, bosques; los gritos
mares y montes los pechos.
Y la ropa
militar
junto al mono del obrero
compartieron el latir
debajo del mismo pecho
(3)
(…)
18
Cantares de la patria amarga es
un libro escrito en 1968, estando preso el autor en el campo de concentración de
Partheni, en la isla de Leros, enfermo de cáncer de vejiga. Escritos para ser
musicados por Theodorakis, suponen una llamada a la libertad y una invocación a
esa Grecia que se oculta bajo las sombras de los Coroneles y la memoria de un
siglo habitado en la herida. El cuarto poema dice de esta
forma:
Pueblo chico que lucha sin espadas y sin
balas
por el pan de todo el mundo, por la luz y la
canción.
Debajo de la lengua se guarda los gemidos y los
hurras
pero, eso sí, cuando canta, las piedras se resquebrajan
(4)
Sabe que existe una Grecia oculta y que puede recuperarse a través de las
palabras. Esa patria antigua y amarga, que da nombre a la colección, esa Ρωμιοσύνη evocada en 1961. Habla de ella
Ritsos en su célebre monólogo y expresa bien esta
idea:
Estos árboles no transigen con tener menos
cielo,
estas piedras no transigen con los pasos
enemigos,
estos rostros no transigen más que con el
sol,
estos
corazones no transigen más que con la justicia
(5)
Como sugiere Juan José Tejero, Romiosyne es un concepto cuyo significado trasciende los de Grecidad o
Helenidad, con que se ha venido traduciendo, y evoca el sentimiento más profundo
de pertenencia a un pueblo milenario como el griego
(6).
De esta forma, podemos entender la intensidad del último poema de este
libro:
No llores por la romiosyne, ahí donde la ves a punto de
doblegarse
con el puñal en el vientre, con la soga al
cuello,
mírala, de nuevo se levanta, llena de furia y
vigor
y
atraviesa a la bestia con el arpón del sol
(7)
La palabra actúa aquí como rescatadora de una esencia, vuelve a poner en
el tiempo el tiempo. Es ése el hechizo de los buenos poemas, parecen escritos
para habitar la eternidad. Grecia es todos sus tiempos, lo vio bien el filósofo
Martin Heidegger la primera vez que pisó la isla de Delos. Así escribió: Grecia sigue siendo el sueño, y todo nuevo
arranque del pensar vive en ella (8).
Siempre es propicio el momento para la buena poesía, pero sobrecoge la
vigencia y actualidad de estas canciones escritas hace décadas, anticipo de esa
elegía perpetua que nace de la libertad herida. Volver a estos versos supone
atravesar, de nuevo, ese río de conciencia que emanaba de las grietas de
entonces, su reconocible cauce.
Una edición muy cuidada, junto con una muy seria y didáctica labor
traductora, abre hacia el lector ese puente de palabras con meditada desnudez.
Insistencia en el canto e insistencia en la historia, es este el eco del oficio
de uno de los mejores poetas del siglo pasado. Es muy bienvenida la llegada de
la colección Romiosyne.
NOTAS
(1) Ritsos, Y. Epitafio. 18
cantares de la patria amarga. Ed. Point de Lunettes. Sevilla, 2012.Versión de Manuel García. p.
49.
(2) Ibíd. p.
34.
(3) Ibíd. p.
120.
(4) Ibíd. Versión de Juan José
Tejero. p. 136.
(5) Ritsos, Y. Grecidad y otros
poemas. Trad. Heleni Perdikidi. Ed. Visor. Madrid, 1979. p.
19.
(6) Epitafio. p.
166.
(7) Epitafio.Versión de Juan José
Tejero. p. 164.
(8) Heidegger, M. Estancias.
(Nota a la edición, citado por Luise Michaelsen). Ed. Pre-textos. Valencia,
2008. p. 59.