Thomas Hardy: <i>Los habitantes del bosque</i>  (Impedimenta, 2012)

Thomas Hardy: Los habitantes del bosque (Impedimenta, 2012)

    TÍTULO
Los habitantes del bosque

    AUTOR
Thomas Hardy

    EDITORIAL
Impedimenta

    TRADUCCCION
Roberto Frías

    OTROS DATOS
ISBN: 978-84-15130-44-4- Madrid, 2012, 452 páginas. 19,95 €



Thomas Hardy en 1889 (fuente de la foto: wikipedia)

Thomas Hardy en 1889 (fuente de la foto: wikipedia)

Ana Matellanes García

Ana Matellanes García


Reseñas de libros/Ficción
Los habitantes del bosque, de Thomas Hardy (Impedimenta, 2012)
Por Ana Matellanes García, lunes, 3 de junio de 2013
Resulta incomprensible que una novela como Los habitantes del bosque (The Woodlanders, 1887), escrita por uno de los pesos pesados de la literatura, Thomas Hardy (1840-1928), haya permanecido inédita en castellano hasta ahora. Nada menos que 125 años han tenido que transcurrir para que una editorial española, Impedimenta, haya tenido el acierto que publicar una de las grandes obras del poeta y escritor inglés. Cuesta entender las razones pero, al menos, ya podemos disfrutar de esta novela con mayúsculas, Gran Literatura basada en la capacidad de construir texturas y pasajes evocadores y en el robusto trazo de sus personajes. Tiene razón Pilar Vera en su texto publicado en el Diario de Cádiz (1) al afirmar que es una “pretensión insana” el querer reseñar a un gigante como Thomas Hardy. Un autor de esta estatura te hace acercarte a su obra con cautela y humildad, pero su novela bien merece el intento.

El imaginario condado de Wessex, trasunto de la Inglaterra rural de Hardy, es el escenario de la historia de la joven Grace Melbury, cuyo padre, un próspero comerciante maderero, ha enviado a la gran ciudad para que reciba una buena educación lejos de lo que él considera un entorno tosco y poco refinado. A su llegada a su pueblo natal, Little Hintock, se reencuentra con el que desde niña estaba destinado a convertirse en su marido, el comerciante de sidra Giles Winterborne, quien, pese a amarla sin condiciones, parece no estar ya a la altura de Grace; la educación y las vivencias fuera del hogar paterno la han situado entre dos clases sociales en las que no termina de encontrarse cómoda. La entrada en escena del ambicioso y misterioso médico de la región, Edred Fitzpiers, aristócrata de nacimiento, compondrá un complejo triángulo de amores y desamores en los que el paisaje y la naturaleza serán reflejo de las emociones de los personajes.

El escenario en el que sitúa a sus criaturas Thomas Hardy no es, por tanto, gratuito. En Los habitantes del bosque la naturaleza cobra un especial protagonismo y la historia fluye marcada por sus ritmos: sus habitantes viven el ciclo de las estaciones, que marcan el inicio de la tala, la producción de la sidra o de la caída de la hoja, más allá de lo que implica en su trabajo. En este sentido, Hardy consigue modelar el paisaje de su imaginario Wessex transmitiendo al lector las tonalidades y las texturas que emanan de éste y, por tanto, de las emociones de sus personajes: la melancolía y la laboriosidad del otoño, la alegría de la primavera, la calidez del verano…

Los habitantes del bosque narra una historia de fuerza evocadora y potencia narrativa; ninguna descripción es gratuita y cualquier detalle está medido. La naturaleza se describe más allá de lo ornamental: está viva y emociona como los personajes. Así, en un momento de la novela el personaje de Grace reconoce que “Hintock tiene el curioso efecto de embotellar las emociones hasta que uno ya no puede contenerlas” (2). En su recorrido narrativo Thomas Hardy es capaz de evocar ese espacio natural y darle vida sin caer en el sentimentalismo, impregnando la historia de los olores, sonidos y colores de la comarca de Wessex y del pueblo de Little Hintock.

En este sentido, lo rural y la naturaleza, de la mano de Hardy, alcanzan estatus de espacio primigenio, frente a la corrupción de la ciudad, estableciendo un diálogo con Virgilio en su cálido retrato de su Inglaterra rural.

No obstante, no es esta novela un retrato feliz de una Arcadia imaginaria. Thomas Hardy impregna su historia de cierto pesimismo y en ella se observa la importancia del destino como motor e influencia en los personajes, marcados por una suerte de determinismo social. Los habitantes del bosque se construye a través de un retrato sutil de personajes a los que une un destino de infelicidad y un cierto halo de soledad producto de muchas de sus luchas internas. Así, Grace Melbury se debate entre sus pasiones y la obediencia hacia su padre, quien le impone un matrimonio sin tener en cuenta sus verdaderos sentimientos, que Grace no consigue reconocer de forma honesta. Por su parte, Giles Winterborne se resigna a la nueva situación de su amada y no es capaz de luchar por ella avergonzado por su condición social. Tampoco es feliz el médico Fitzpiers, enamorado de una mujer con la que en su juventud vivió un romance, la señora Charmond, propietaria de las tierras donde Winterborne trabaja. Este entramado de infelicidades y amores no correspondidos entreteje una historia de regusto amargo en la que los límites de las clases sociales se imponen sobre las criaturas de la novela sin que éstas sean capaces de romperlos con determinación.

No es de extrañar, con estos mimbres, que la novela supusiera, como lo fueran sus obras posteriores Tess d’Uberville (1891) o Jude el Oscuro (1895), un escándalo en su época, y que Hardy, cansado de una crítica corta de miras, tirara la toalla y se dedicara a la poesía en exclusiva. En Los habitantes del bosque el escritor británico no critica ni denuncia, pero pinta en su fresco rural cuestiones que en la época causaron desagrado: el papel de la mujer como objeto de transacción, las servidumbres del matrimonio o el determinismo social. Y, de manera patente, todo un torrente de pasiones y anhelos que hacen que los personajes de la novela intenten trasgredir su clase social. Como apunta el traductor Roberto Frías en el postfacio de la edición de Impedimenta, hay una “cadena de amores y deseos no correspondidos” (3) que actúa como hilo invisible que une el collar que agrupa a los personajes. El que Hardy mostrara esos impulsos capaces de vencer los muros del determinismo social supuso un escándalo mayúsculo y la crítica feroz de muchos intelectuales.

Pero de eso ya han pasado más de cien años y Los habitantes del bosque demuestra que sigue en plena forma y que ha envejecido de manera envidiable. Reencontrarse con una novela tan decimonónica en el buen sentido de la palabra, donde el placer de leer surge más que de su historia, de la evocación de los paisajes y las emociones contenidas de sus personajes, es un regalo al alcance de todos. A veces utilizar una frase manida resume a la perfección la necesidad de acercarse a una novela. Y es que los clásicos nunca mueren. Y Hardy lo es. Vaya si lo es.

NOTAS
(1) Nostalgia de ser ludita, por Pilar Vera. Publicado en el Diario de Cádiz (21/01/2013).
(2) Thomas Hardy, Los habitantes del bosque (traducción y postfacio Roberto Frías), Madrid, Impedimenta, 2012, página 230.
(3) Ibidem, página 450.