Del libro En las aguas de octubre (aún en proceso
de escritura)
PERSÉFONE
Mas él, atrayéndola a sí, le dio a
comer dolosamente un dulce grano de granada, para que
no se quedase por
siempre allá, al lado de su venerada Deméter, la de peplo púrpura
oscuro.
“Himno Homérico a
Deméter”
Acerco a mis labios el oscuro néctar
que mana de
esta
[ofrenda.
Imagino que va a poder curarme, que
esa sangre púrpura
es lo que queda de la tarde más
hermosa: la que no veo,
la que nunca veré extendida en mis
ojos.
Entrego lo que tengo de mi frágil
juventud
a este instante que
tiembla.
Entrego mi cuerpo como el mimbre a
esta sed y
este
[vacío.
Es la prueba que me queda de estar
viva.
Alguien me habla
fuera,
alguien pide mis manos de nieve, su
pureza.
Pero nada toco en este instante que
me exige
la más limpia claridad de quien soñó
con regresar
al mundo de los
vivos.
Este cuerpo joven no será para
siempre de la vida,
comí de la granada de la
noche,
su engaño de luz y de
esperanza.
Y en la tierra morirá lentamente
aquel lirio tan puro
que me trajo a las
sombras.
Y mi madre le llorará cada día, como
si hubiera muerto.
WALTER BENJAMIN ESCRIBE
[…]
Canto todo cuanto perdí, follaje
oscuro o sueño
que desciende
envuelto
en llameante
rocío.
Miguel Veyrat
También mi sueño a mi escritura
pertenece,
leve sueño que como el agua
pura
cae sobre mis ojos y este trazo de
niebla:
pájaro frágil a punto de
dormir
en las grietas del nombre que me
huye.
Entra mi sueño en el cuerpo tibio
del lenguaje,
lo hace grito o
silencio
antes de borrarse o convertirse en
deseo transparente,
figura de polvo que muere al ser
tocada.
Sólo ahora sé el verdadero sentido
de la herida,
la oscura manera de fuego de esta
luz
bajo un cielo feroz y sin
memoria.
Me abandono a este sueño, a su
pesada huella
que en blanco escribe a
Dios
y me hace carne, signo y
sombra,
borrada escritura que sólo así
descansa.
JARDÍN
BOTÁNICO
(Madrid)
Sucede de nuevo aquí el verano, su
calor abriéndose paso
entre las hojas. Los bancos vacíos
saben
que ya nada puede pesar al mediodía,
ni tan siquiera
la nieve que cada invierno los
recubre. Ella ya no existe.
De nuevo la hora lenta, la
presencia,
la cicatriz limpia del agua
convirtiendo en tiempo todo
lo
[que toca.
Toco esa agua, sumerjo mi mano
en su frío transparente y encendido.
Todavía parece
arder
[el mundo
en este instante. Aún parece
respirar todo lo que no dije,
todo lo que acaso fue palabra y
ahora apenas sombra.
Miro mi mano sumergida,
temblando.
Miro el jardín, guardando su
silencio;
los extraños nombres de las
flores
que seguirán siendo nombres cuando
la flor muera.
Este jardín y esta agua se parecen
sin duda a mi memoria:
tan sólo con mirarlos seguirán
siendo nombres,
tiempo que nunca entiende de
borrarse.
ELEUSIS
Huye de aquí la
luz,
la acerco a mis labios como una
ofrenda antigua
para que me devuelva el
mundo
y su tibia
impiedad.
Es una libación que a ningún
dios
se ofrecerá
hermosa
ni secreta. No sabrá dulce a la
tierra,
tampoco a sus
raíces.
El silencio trae en sus
manos
el rancio licor de lo que
muere
y unge mis labios de un vacío
impuro.
Es lo que queda de un
dios
a lo que sabe mi
boca.
Del libro: La palabra esperada, Madrid, Hiperión,
2007.
KYMATA
Escucho
-acodada frente al mar que alguna
vez ha de llevarme-
el palpitar exacto y silencioso de
estas olas
iguales sólo a aquellas que jamás
llegaran
a este puerto,
la solitaria palabra de los
vientos
que,
oscuramente,
tejen y destejen mi
destino.
Escucho sin
oírte
y me pregunto
si acaso tú y yo somos la
desordenada sombra
de los días
-la perpetua sombra de los
días-
que fluye por la piel transparente
de este mar
y me desvela el presente con la
misma lentitud
de una sibila vieja a punto de
morir
de olvido y de
futuro.
RECONSTRUCCIÓN DESPUÉS DEL
MIEDO
Para ver a verdade para perder o
medo
ao lado dos teus pasos caminhei.
Sophia de Mello
I. LA VOZ
Dame tu voz, que este
miedo
renunciará a su
nombre
y borrará sus huellas y sus
sombras.
Tu voz…la palabra que nos
hace,
el mundo, la sílaba, tu
cuerpo…
II. LAS
MANOS
Estas manos, bosque de luz que te
construye
a cada instante, silencio derramado
sobre el miedo…
estas manos, tus manos…lenguaje de
los días.
III. LOS
OJOS
Soy lo que tú estés
mirando:
el rompeolas azul donde empezaron
los mares
a borrar la
muerte,
ese cuerpo dormido a la luz abierta
de tus ojos
que no teme lo que
es
si eres tú quien lo construye cada
día.
IV. EL
CUERPO
Que mi cuerpo teja su sombra para
hacerla
a la medida de tu
cuerpo
y no escape jamás de esa
oscuridad
que no es el miedo porque es
tuya,
sino vestigio de luz, desnudo triste
de la aurora
cuando no estás
conmigo.
MELANCOLÍA DE UNA
ESTATUA
Cansada, reclinas la cabeza buscando
tu memoria
entre esa
pesadumbre.
Cierras los ojos en busca de ese
mar
que a otros cuerpos se llevó de tu
lado,
vuelto en ceniza y vejez, siendo
calor
prematuro de la
muerte.
Reclinas la cabeza y no sientes la
mano
frágil que sostiene tu
cansancio,
esa oscuridad que albergan tus
ojos
en pleno
amanecer.
Nada tienes salvo la soledad
esculpida
en todo lo guardado, el oleaje
minucioso
del dolor horadando el
tiempo
hasta
borrarte.
Cansada, te preguntas dónde se
hará
el cántico hermoso de la
noche,
en qué lugar recogerás tu luz y tu
presencia,
y hacia qué lugar se marcharon las
palabras
de todo lo
perdido.
ADRIANO HABLA AL CUERPO MUERTO DE
ANTÍNOO