La noche más
oscura – lástima de traducción que pierde exactitud y veracidad, además de
añadir una percepción no deseada a los hechos – es una ficción documentada
impecable, tensa y brillante que está volviendo a levantar ampollas en su país.
No se trata de un documental y esto, forzosamente, implica ciertas libertades en
pro del entretainment, que, al fin y al cabo, es de lo que vive la
industria del cine. Comienza con el sonido desnudo de varias llamadas de
emergencia recibidas en el momento del ataque a las Torres Gemelas para
seguidamente mostrarnos con toda crudeza uno de esos interrogatorios que la CIA
y el gobierno Bush de entonces llamaron “enhanced interrogation” y otros muchos,
tortura.
Nadie puede sentirse cómodo durante los primeros 30 minutos. Bigelow y
Boal no pretenden suavizar lo ocurrido, ni tampoco exacerbarlo. Se trata de
intentar seguir lo más fielmente posible los hechos que la investigación
cuidadosa de Boal, ex periodista, reveló. O por lo menos, eso
parece.
A Ammar (Reda Kateb) lo tienen atado por las muñecas, de pie, con los
brazos a 45º; parece haber recibido una buena paliza; debe llevar tiempo sin
dormir; cuando lo abandonan ahí colgado encienden una música atronadora; cuando
lo interroga Dan (Jason Clarke), agente de la CIA, le dice: “me perteneces, si
mientes te hago daño”. Hay dos personas más con él, llevan pasamontañas, simulan
ahogar al detenido con la ayuda de un trapo y un cubo de agua. Ammar no habla, o
por lo menos no les da la información esperada; probablemente no sepa nada
acerca de próximos atentados. Salen. Maya (Jessica Chastain) acaba de llegar
sobre el terreno directa de los Headquarters en Virginia, se quita el
pasamontañas y espeta a Dan a que continúe con el interrogatorio. Ambos están
haciendo su trabajo, no contravienen ni cuestionan órdenes, las acatan; siguen
un procedimiento conocido. La violencia se muestra desnuda y profesional.
También hay súplicas.
Al
espectador le viene entonces a la memoria todo lo leído en artículos de prensa y
libros, quizá, en la red (o le dan ganas de refrescar la memoria urgentemente).
Bigelow y Boal no dan la información masticada ni completa, dejan que el
espectador se enfrente a la complejidad de los hechos con su propio bagaje de
conocimientos. Zero Dark Thirty se adentra en lugares éticamente y
moralmente difíciles y deja al espectador decidir si el precio que se pagó valía
la pena.
Volvemos a Ammar en la habitación medieval de los horrores. La violencia
no parece dar información válida y hay un cambio de táctica. Dan y Maya están
sentados con Ammar en una mesa con comida y bebida. Tiene claramente mejor
aspecto cuando se le trata como un ser humano. Quieren saber cuál será el
siguiente objetivo de Al Qaeda. Dan le ofrece un cigarrillo y el preso acaba
formulando algo que podría ser una pista, nada sobre futuros atentados, sino un
nombre, el del supuesto courier de Osama Bin Laden, un tal Abu Ahmed
al-Kuwaiti. Es la pista que Maya perseguirá durante ocho años, una aguja en un
pajar.
Llega el cambio de administración en la Casa Blanca. Varios agentes están
viendo en la televisión al nuevo presidente, Barack Obama, en una entrevista el
16 de noviembre 2008: “He dicho repetidamente que América no tortura” sentencia,
y prosigue que están haciendo “un esfuerzo para recuperar la talla moral de
América en el mundo” – la traducción libre, es mía. La cámara ofrece un plano de
la cara de Maya después de esas palabras, es totalmente inexpresiva. Una
empleada escuchando las nuevas directrices de su jefe.
La película finaliza con la espectacular reconstrucción con imágenes de
visión nocturna del asalto, paso a paso, a la casa del cabecilla de Al Qaeda por
los Navy SEALs y su asesinato.
Zero Dark
Thirty no
cuestiona. No se trata de un alegato en favor o en contra y Maya, ese ser
solitario y ambivalente, sin amigos o familiares, que con tenacidad persigue una
pista que parecía falsa, está lejos de ser una heroína. Por supuesto, la
condensación de 10 años de investigación y análisis de todo tipo de información
en 2 horas y 37 minutos tiene claras implicaciones, y es evidente que el trabajo
de inteligencia de las distintas agencias involucradas contó con muchas más
personas anónimas que las retratadas en este film. Pero el trabajo de Bigelow y
Boal es muy interesante y acertado (a Boal se le conoce también por su guión de
En el
Valle de Elah, 2007), así como el de la
camaleónica Jessica Chastain, a la que vimos recientemente en El árbol de la vida y en
Take
Shelter, ambas de 2011. Los Oscar están al caer y
no habrá muchas películas que puedan hacerle sombra.
Tráiler subtitulado de la película La noche
más oscura, de la directora Kathryn Bigelow (otra versión en
castellano AQUÍ)