Norbrandt residió durante años en Turquía, 
Grecia, Italia y España (Vélez-Málaga) y ha interiorizado el clima y el ritmo de 
estos países. La ciudad de los 
constructores de violines se publicó en 1985 y llega a nuestras manos ahora 
con el acierto editorial de Vaso Roto y gracias a la generosa traducción de 
Francisco J. Uriz (de su mano nos han llegado, entre otras, versiones de la 
poesía de Espmark, Lundkvist y Martinson). 
 
Este libro de poemas de amor supone una 
indagación en la soledad, nos presenta este sentimiento como un elemento hijo 
del tiempo. En sus poemas el amor preponderante, nos dice Francisco J. Uriz en 
el prólogo,  es el de la ausencia y 
la fugacidad. El amor que ya es pasado en el momento en que se origina o alcanza 
su perfección y únicamente deja la soledad del yo.
 
Así, la nostalgia, la necesidad de regreso 
incluso a aquello que no sucedió, se convierte en definición del amor. Como en 
el poema Metro:
 
Pero yo entiendo al menos 
ahora
lo hermoso que 
era
cuando no nos 
conocíamos
pero subíamos y bajábamos 
respectivamente
éramos amantes en un sentido 
misterioso
y desde ese momento irremediablemente 
perdido.
            
El personaje poético que habita esta 
ciudad de constructores de violines es consciente que aquello que se ama está 
expuesto a la decadencia y, por tanto, la nostalgia toma forma en el momento en 
que la sensación se produce o se intuye. Como en los versos de Kavafis: Vuelve muchas veces y tómame,/ sensación 
amada, vuelve y tómame- (1). Así, 
esta ciudad se erigirá envuelta en un aura melancólica, pues la melancolía será 
metáfora de aquello que vive y ha vivido. Y esta ciudad será metáfora de un 
orden armónico, de un equilibrio que posibilite la habitabilidad. El poema que 
presta el título a la obra lo sugiere bien:
 
“La ciudad de los constructores de 
violines” así he bautizado
con frecuencia el lugar donde 
busco
el refugio favorito de tu 
alma
el suelo del bosque de tu melancolía y 
el especial
tono de luz sobre tu 
mejilla
ese que me vuelve loco al final del 
invierno
 
El amor es cartografía de la soledad. 
Recuerda, en ocasiones, la poesía de Norbrandt a esas conversaciones con la 
soledad que mantuvieron Machado (Y podrás 
conocerte recordando/ del pasado soñar los turbios lienzos/ en este día triste 
en que caminas/ con los ojos abiertos.) o Cernuda (Tú, verdad solitaria,/ Transparente pasión, 
mi soledad de siempre,/ eres inmenso abrazo).
Esta conversación, que tiene lugar en el 
paisaje mediterráneo que habita el poeta nórdico, se nutre de la mitología 
clásica y del diálogo que las distintas artes han mantenido con ella. Pero este 
paisaje se transforma en evocación al confrontarse con el tiempo, el lenguaje es 
testigo de esto, como en el poema Venus:
 
Todo es 
verdad:
no hay sueño 
alguno.
Has nacido de la 
espuma
de la gran 
órbita
en la que estrellas y viejas latas de 
conserva
se integran con el mismo 
valor
- solo la cantidad es 
diferente.
 
Sabe que la construcción de la soledad 
tiene que ver con la no-presencia del otro, en el espacio y en el tiempo. De 
este modo el tiempo, es una reelaboración constante: A nosotros ya no puede hacernos brillar 
ningún pasado./ Y al futuro no le sirven de nada nuestras sombras. Al mismo 
tiempo que el espacio se convierte en un no-lugar, casi en la acepción de Augé. 
de espacio en tránsito no propicio para la relación ni para la historia. Esta 
consciencia tensiona el lenguaje, lo hace exilio, como el poema Bab-i Saadet:
 
Pero hoy, cuando te telefoneé, vi de 
repente
            
las puertas delante de mí
todas las puertas que vamos a cruzar 
cada uno por su lado
y me sentí exiliado como todo un 
pueblo, disperso
            
por todos los rincones del mundo
y un llanto muy antiguo brotó en mí, 
el seco,
            
que es un llanto por ese mundo que es así.
 
Esta interacción verbal con el espacio le 
devuelve a lugares importantes en su obra, como Armenia, que será el espacio del 
dolor y de la nostalgia, por tanto, metáfora de la elaboración de la soledad. En 
1982, Norbrandt publicó Armenia 
(editado en España por Bassarai en 2006, traducido también por Francisco J. 
Uriz), un poemario que se detenía en la matanza de armenios en 1915, en mi 
opinión una de las más bellas elegías escritas en el siglo XX. Reminiscencias 
leemos, por ejemplo, en el poema Lo que 
el viento se llevó:
 
El lugar en que me encuentro por 
casualidad
- es siempre el lugar que 
ensombrece
el lugar donde preferiría 
estar
y de esa forma se parece a nuestro 
subconsciente
(…)
En vez de “lugar” podía haber puesto 
“Slagelse”
            
“palabra” o “melancolía”.
Sin embargo siento nostalgia de 
Armenia constantemente.
 
El espacio es movimiento (de hecho, el 
autor nombra a Heráclito varias veces en el libro), lo que lo convierte en 
conversación, interacción constante y vértigo. Así el amor, como la soledad, 
será hijo de múltiples y constantes percepciones y se alimentará de su propia 
nostalgia, tanto como de su propia ensoñación. De esta manera, Nordbrandt 
construye una magnífica paradoja literaria, cualquiera de los 36 poemas que 
integra el poemario, bajo una apariencia de conversación cotidiana, abre 
innumerables sugerencias y evocaciones, como si el tiempo y el espacio se 
alterasen tras cada relectura.
 
Con 
la naturaleza
 
No 
quiero compararte
con 
la naturaleza, esa barata quincalla
pero 
sí con el periodo de decadencia del Imperio Romano
un 
lujo inmenso ese de bañarse todo el día
como 
el de vomitar en recipiente de oro
después 
de haber comido demasiadas ostras
y 
como el de calentar la casa quemando billetes de banco
y 
matarse conduciendo un Porsche rojo
por 
una carretera marítima bordeada de palmeras.
Tú 
eres como ver a todas las actrices más bellas
de 
nuestro siglo
en 
un largometraje, pero en la realidad
y 
después regresar solo a casa
al 
calor de gas y a una cena de conservas.
Es 
un gran lujo separarme de ti para volver a casa solo
una 
orgía de telas preciosas
una 
caravana de seda que sigue su propia ruta
y 
todo ese conjunto de pieles exóticas
con 
que se visten los esquimales.
Me 
encantaría quitarte
todas 
las ropas del mundo, todas las cambiantes modas
desde 
la falda de rafia hasta el manto de mandarín
sin 
olvidar la armadura de Juana de Arco
convirtiéndote 
así en la persona más desnuda de la historia.
Por 
lo demás me cuidaré mucho de
mezclarte 
con la historia
— 
ya sé que te aburre—
y 
que en relación contigo no es más que pura quincalla.
 
 
La 
ciudad de los constructores de violines
 
Cada 
vez que regresas
podría 
matarte por eso
—por 
envidia de la vista
que 
no pude ver, el río
que 
cruzaba la ciudad serpenteando y salía
a 
un paisaje florido
a 
no ser que fuese un torrente de caballos azules
la 
nieve de la montaña y los idiomas de los
nativos, 
los chistes llenos de sobreentendidos
que 
contaban sobre sus reyes.
«La 
ciudad de los constructores de violines» así he bautizado
con 
frecuencia el lugar donde busco
el 
refugio favorito de tu alma
el 
suelo del bosque de tu melancolía y el especial
tono 
de la luz sobre tu mejilla
ese 
que me vuelve loco al final del invierno
o 
en otras palabras: sobre la muerte no sé nada
pero 
les atribuyo a los muertos una impotencia tal
una 
tal ansia sin finalidad
que 
no se puede pintar cuadro alguno
desafiando 
al marco que siempre está allí:
no 
obstante yacimos despiertos en cubierta
toda 
la noche mientras descendíamos por el río
escuchando 
música de cuerda
que 
llegaba hasta nosotros desde riberas invisibles.
 
 
«Venus»
 
Fuiste 
tú la que posaste de modelo
para 
la Venus de Botticelli.
Tú 
no lo sabes
y 
no podrías ver el parecido
si 
te lo contase:
el 
gran esfuerzo que has tenido que hacer
para 
ser destruido
y 
nacer de nuevo
los 
grandes espacios que has cruzado
te 
han desgastado.
Tú 
recuerdas los alaridos de los demonios
todos 
los que extendían sus manos
hacia 
ti buscándote
los 
que te agarraban con tenazas de hierro
y 
apagaban cigarrillos sobre tu piel
—tú 
crees que es algo que has soñado.
 
Todo 
es verdad:
no 
hay sueño alguno.
Has 
nacido de la espuma
de 
la gran órbita
en 
la que estrellas y viejas latas de conserva
se 
integran con el mismo valor
—solo 
la cantidad es diferente.
Y 
yo no sé si te amo
porque 
te he amado
en 
una vida anterior
o 
como castigo
porque 
yo nunca he amado
—excepto, 
la órbita, el torbellino
os 
duros atronadores instrumentos ahí lejos
y 
la calma en medio de todo eso
donde 
yo solía mirarme en el espejo.
 
 
Alcione
 
¿Sabes 
que tu mirada me recuerda el humo
que 
se eleva de abismos brumosos en otoño
el 
moho de unas frías uvas negras
y 
la tela de araña que en noches serenas
recoge 
rocío bajo el signo de las Pléyades
y 
que tus movimientos, igual que los de la palmera que asoma
por 
encima del muro de la cárcel, me parece que imitan
el 
último gesto de un dios disfrazado
cuando 
se da a conocer con una sonrisa
y 
desaparece? Tus pestañas te delatan
ya 
en tu primer estremecimiento
como 
gemela de Venus, la serena, la discreta
que 
separa las hojas de la vid, separa muerte de sueño
y 
hace que el viejo vino de la bodega
se 
divida entre ácido y polvo, espada y rosa
y 
en torno a tu figura hay
un 
aura, como si un arbusto de espino blanco en flor
se 
hubiera prendido fuego para superar
a 
tu sombra en belleza. Si le pusieran cuerdas y bordón
a 
tu alma se haría más profundo el silencio
o 
lograría que las piedras estallasen en canción.
Toda 
institución, todo triste cuartel
debería 
tenerte como vecina. Y nada
es 
más fácil que imaginar eso
de 
que tú en cada instante surges de una catarata:
así 
es tu sonrisa, así caminas por la tierra
bajo 
las estrellas, ahora que es otoño en Europa.
Pero 
con la misma frecuencia con que me das la espalda
me 
imagino un puerto abierto, sin hielo, en abril
cuando 
el sol y el viento secan los viveros de peces:
tu 
mirada salta por encima de mí y alcanza el oleaje
de 
manera que puedo oír mis gritos desde el barco hundido
para 
siempre retenido allí, en el acerado abrazo de la espuma.
 
 
Ciudad 
con escaleras y plazas
 
Aunque 
el paso que acabo de dar
no 
me hizo caer
muy 
bien puede ocurrir
que 
el tiempo demuestre que ha sido un mal paso
que 
algunas escaleras más arriba
algunas 
plazas más lejos
va 
a saltar sobre todos los demás peldaños
e 
inmediatamente anular lo que parecía seguro
de 
manera que caigo en un abismo
y 
solo en la caída, no antes, comprendo lo que he hecho mal.
 
Bajo 
estas claras noches de luna llena
apenas 
me atrevo a andar
por 
miedo a modificar mi sombra
y 
no me atrevo a soñar contigo
por 
miedo a perturbar tu sueño
con 
estas escaleras y plazas
a 
las que huirías si me vieses.
¿Y 
quién sabe si lo que yo una vez
en 
mi soberbia llamé Infierno
en 
realidad solo era un dulce goce anticipado?
 
¿Y 
cuál es el castigo por haber abusado de una palabra
por 
un fenómeno tan grave
por 
algo tan real?
 
 
Bab-i 
Saadet
 
Pienso 
en tus pezones y en tu fragilidad
en 
cómo caminabas a través de la noche, y en la mañana 
siguiente
la 
camiseta que te presté y que te estaba demasiado grande
tus 
desconcertadas respuestas a mis sarcásticas preguntas
lo 
que robaste a las estrellas y el agua debajo de ellas
    la luz de tus 
ojos
que 
me diste y las flores que te habría enviado
    el aroma de las 
gardenias
si 
hubiese habido una floristería allí cerca:
en 
dos palabras, pienso en el mundo en que existes
    donde las 
estrellas
brillan 
a pesar de las guerras y donde el agua fluye
y 
donde probablemente caminas pensativa justo ahora
    bajo un cielo que no 
conozco.
 
¡Debe 
haber ahora millones de casas entre nosotros!
Es 
mi nuevo mundo, ese en el que tú existes
donde 
existen tus pezones, tu fragilidad y la mañana
en 
la que caminas bajo pálidas estrellas y donde se compone 
música.
 
Pero 
hoy, cuando te telefoneé, vi de repente
    las puertas delante de 
mí
todas 
las puertas que vamos a cruzar cada uno por su lado
y 
me sentí exiliado como todo un pueblo, disperso
    por todos los rincones del 
mundo
y 
un llanto muy antiguo brotó en mí, el seco,
    que es un llanto por ese 
mundo que es así.
Por 
eso te amo, por tus frágiles hombros
   que lo 
aguantan,
por 
tus pezones, por las estrellas que verás
y 
por el perfil de tu vulnerabilidad: esa que surge
cuando 
un sentimiento se inclina metiéndose en ti y otro
    trata de 
salir
esa 
que corta en mí como un diamante en yeso enhollinado
    cuando te das la vuelta en 
mis pensamientos.