Jorge Martínez Lucena: <i>Ensayo Z. Una antropología de la carne perecedera</i> (Berenice, 2012)

Jorge Martínez Lucena: Ensayo Z. Una antropología de la carne perecedera (Berenice, 2012)

    TÍTULO
Ensayo Z

    AUTOR
Jorge Martínez Lucena

    EDITORIAL
Berenice,

    OTROS DATOS
Córdoba, 2012. 198 páginas, 17,95 €








Reseñas de libros/No ficción
Ese zombi que hay en el espejo: Ensayo Z, de Jorge Martínez Lucena
Por Carlos Chacón, lunes, 9 de julio de 2012
El zombi como inductor del apocalipsis, de una crisis descomunal, de una nueva vida. En esa nueva vida, en ese desierto en el que reconstruir, se centran en su mayoría los relatos de zombies. Son, por consiguiente, relatos de supervivencia, de dilemas morales, de la refundación de la civilización. Tal y como se afirma en varios momentos de Ensayo Z, de Jorge Martínez Lucena, el hombre no lucha contra el zombie. Lucha contra el propio hombre.

Pero por qué el zombi triunfa por encima de otros engendros? ¿Por qué nos resulta más atrayente que los vampiros, dandis del mundo de las tinieblas? ¿Por qué no podemos apartar la vista de su mandíbula desencajada, de su piel desgarrada, de sus pasos inseguros?

 

En su trabajo, profundo y lleno de matices, Martínez Lucena ofrece algunas claves para responder a la pregunta. Por ejemplo: el zombi es pura metáfora. Con más fuerza que ningún otro monstruo creado por el hombre, el zombi es un espejo delante del hombre, en el que podemos ver en qué nos hemos convertido hoy día, tal y como se lee en las dos citas que abren el libro: la parte contrahumana, el vaciamiento del ser, la codicia insaciable, un ahora eterno sin pasado ni futuro, en el que solo podemos saciar este mismo instante.

 

Pero la atribución de rasgos zombis a los seres humanos no es nueva, y otros trabajos ya han redundado en el monstruo como representante de la masa social alienada, por ejemplo, o como resorte para “pensar nuestra propia muerte y sus consecuencias, a la vez que las condiciones de posibilidad de nuestra libertad en general y de nuestra libertad de expresión de la propia diferencia en particular” (pág. 31). Martínez Lucena aprovecha y va más allá para hacer disgresiones filosóficas en torno, por ejemplo, a la metáfora. Dicho pasaje aborda al lector ya en las primeras páginas y resulta interesantísimo: “la metáfora es un logro, una insólita ganancia epistémica, pues dice lo posible a través de lo posible […] Cómo lo imposible se constituye, aporéticamente, en ujier de lo posible” (pág. 27). Al lector que espere un trato más directo de la propia figura del zombi también le interesará Ensayo Z, ya que el autor realiza, por ejemplo, un análisis histórico del caminante comparándolo con sus primos hermanos ficcionales.

 

De este modo Martínez Lucena analiza históricamente la encarnación del mito a partir de las figuras de Frankenstein, Jeckyll y Mr. Hyde, Dorian Gray, el vampiro y el zombi, para destacar la tremenda actualidad de este último porque representa a la masa consumista que busca “deglutir a todos aquellos cuya persona todavía no ha sido consumida, homogeneizada, apaisada, apagada, asimilada, rizomáticamente” (pág. 41).  Además, da respuesta al posible origen o fuente del fenómeno zombi, que sitúa o bien en la magia o el vudú o en la imaginación de ciertos guionistas y novelistas, y ofrece casos concretos de las dos posibilidades, siendo los primeros especialmente soprendentes. En el repaso cinematográfico, Martínez Lucena despliega una notable erudición e indica, por ejemplo, que durante algunos años los zombis de la gran pantalla eran resultado de experimentos científicos, militares, de invasiones extraterrestres o de extrañas y mortíferas bacterias. Fue en el film de 1959, Invasores invisibles, cuando el zombi fue representado por primera vez tal y como lo imaginamos en la actualidad, a saber: ropa rasgada, brazos adelante, paso inseguro y lento, “es el momento histórico de la aparición del zombi en toda su complejidad de muerto viviente masivo que supone una amenaza de contagio de su condición para los humanos supervivientes”. Aunque fue diez años después, con La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero, cuando quedó instaurado el paradigma cinematográfico del subgénero zombi, crítica social incluida. Como punto destacable cabe señalar el amplio espectro de fuentes que Martínez Lucena utiliza, entre ellas películas –el libro viene acompañado de un pormenorizado listado de películas de temática zombi-, series de televisión y también cómics. Aunque se echa de menos referencias algo más gamberras, como la genial e inimitable serie de animación Ugly Americans (donde los zombis son orgullosos de serlo, algo que ya había pasado con el fenómeno del vampiro), el autor nos brinda los nombres clave para entender la producción ficcional moderna del zombi, como el de Max Brooks y su Guerra Mundial Z.

 

Martínez Lucena dedica un breve pero intenso capítulo al movimiento indignado, puesto que considera al zombi como el “contraparte del indignado, su simbiótico catalizador, porque pone delante de nuestros ojos un grito similar al que se oyó en los arrabales de París, en las plazas de España…”, y tras citar un pasaje del ¡Indignaos! de Hessel, critica el “economicismo como criterio último sobre lo real”, que conforma un ciudadano alelado y que no se preocupa por nada, ni siquiera por los actos de ultraje que se le propinan. Además, los espectadores, los supervivientes, poco a poco, van sucumbiendo a las lógicas de dicho sistema, aunque según Martínez Lucena tal vez finalmente podríamos ser conmovidos o obligados a reaccionar y así escapar de la horda caníbal.

 

Se trata en definitiva de un trabajo diverso, con múltiples puntos de interés. Cada capítulo es una constelación de conceptos, en la que el autor va relacionando ideas y arrojando luz en nuevos rincones del fenómeno zombi. Incluso hay espacio para hablar de la melancolía de los zombis, de la obsesión y la depresión, del derrocamiento de las fronteras entre ser humano y animal, la culpabilidad del superviviente y el suicidio y la eutanasia, siempre con sentido del humor, con la diana puesta en esa cosa que reduce al ser humano a bolo digestivo y con la eterna pregunta como telón de fondo: ¿qué sucedería en un mundo que nos llevase al límite, en el que se pusiesen a prueba las verdades convicciones de los hombres y se abandonasen los meros discursos morales sin justificación fenomenológica?

 

Ensayo Z nos permite entender mejor al zombi como nuestra cara oculta, como una “concepción inconsciente de lo humano”, como “una perversión de lo que somos, una cerrazón de lo que podríamos ser y un peligro que nos inquieta desde dentro de nosotros mismos”.