Sorprende en este libro su voz narrativa, muy distinta de ese tono inocente
y humorístico a un tiempo que suele emplear en sus columnas. Pero los personajes
mandaban: "Una de las historias requería un tono distinto; más amargo, más
poético, más introspectivo —explica la autora—. Era otra mujer, que en
apariencia no tiene mucho que ver conmigo; una mujer del pasado que viene de un
ambiente de represión y de oscuridad e inevitablemente utiliza un lenguaje
completamente diferente. Al principio sí me costó, pero luego fui entrando en
sus reflexiones como si el personaje de verdad existiera, y de alguna manera me
fue guiando."
Ese personaje es Elvira, una madre de familia como otra
cualquiera, que pasa sus días en un pequeño piso del barrio de Malasaña en los
años cincuenta, hasta que la rutina, por obra y gracia de la desgracia de un
hombre, deviene en un nuevo concepto de existencia: la confraternización con
otras mujeres que solo encuentran salida en esta red de aliento femenino.
Nada más comenzar el libro leemos: "El mundo está repleto de
señales, lo complejo es aprender a descifrarlas más allá de lo que queremos que
signifiquen". ¿Eres de las que va viendo señales por todos sitios... y las
interpreta según lo que quieres que te digan?
—No lo soy, pero
lo he sido, y sé lo esclavo que es pensar que todo está puesto para que uno lo
descifre o que todo tiene un sentido esencial. Imagino que se encuentran muchas
claves en la vida que pueden llevarte a algo, pero otras muchas veces no se
trata de eso, sino de eventos que van sucediendo y que no tienen por qué
significar nada demasiado trascendente.
La protagonista vive
así: "... sin que el sol te toque, sin que la noche te cubra, como si fueras
pasando de puntillas por tu propia existencia". Uno lee esto y enseguida piensa
si estos síntomas, tantas veces repetidos más allá de tu novela, no serán la
señal de que estamos ante una pandemia de gente que acumula días en lugar de
vivirlos. ¿Es la abulia la dolencia de nuestro tiempo?
—Me temo
que en gran parte sí. Y me temo que tiene que ver con que hemos enfocado nuestra
felicidad hacia el lugar equivocado. Le damos tanta importancia a la
supervivencia y tan poca a lo esencial; a nuestras pasiones más allá del mundo
laboral o emocional, al aprendizaje, al descubrimiento de quiénes somos. Parece
que nos hemos olvidado de que el ser humano es mucho más que lo que hace con su
jornada diaria.
Las protagonistas de la novela son mujeres que
se ayudan unas a otras. ¿Existe más "camaradería" entre nosotras que entre
ellos?
—No sé si existe más camaradería, pero es cierto que
entre las mujeres hay una intimidad muy especial, que puede ser utilizada a
favor o en contra de nosotras mismas.
Conjurar la soledad es una
constante en la novela (y en tus columnas). ¿Por qué tanta insistencia?
—Me conmueve especialmente que le gente se sienta tan sola. Creo que es
una de las sensaciones más amargas que existen y que todos hemos experimentado
alguna vez. Puede sonar un poco cursi, pero uno no se siente solo si presiente
su propia compañía. Y esto es lo que intento transmitir en la novela, que si
cuentas contigo no hay soledad. No siempre es fácil.
Ese Más allá
de mí es un universo en otro tiempo que se conecta con el presente. ¿Crees
que ese "más allá" existe en la realidad, que el pasado no lo es del todo?
—El pasado no se queda atrás porque lo llevamos con nosotros allá donde
vayamos. Por lo tanto, sí creo que estamos conectados permanentemente con lo que
ha ocurrido, y puede incluso que lo estemos con lo que algún día ocurrirá.
"Cada folio en blanco es el escenario de todas las
posibilidades". Leyendo esto, se deduce que Bárbara Alpuente no le tiene miedo a
las páginas por llenar.
—Con los años ese miedo se pierde, pero
nunca del todo. Todavía puede ocurrir entrar en la clásica crisis del escritor
en la que piensas que no tienes nada que contarle al mundo, que no tienes nada
que aportar. Ese miedo sigue vivo. Imagino que es parte del trabajo.
¿Cómo buceaste en el pasado para escribir sobre Elvira o Carmen,
esas mujeres de hace décadas?
-Son historias y personajes
basados en experiencias reales de mi familia, concretamente de mis dos abuelas.
Ambas me contaron anécdotas sobre el pasado que he ido recuperando para la
ocasión. También me rodeaba de fotos de la época, de música de la época y
conseguí un estado de inspiración muy especial que me ayudó a adentrarme en el
pasado con la sensación de que realmente había vivido todo aquello. La magia de
la literatura.
"A cada minuto se empieza de cero". ¿Cuántas
veces ha empezado de cero Bárbara Alpuente?
—De cero realmente
ninguna, siempre llegas arrastrando algo, pueden ser traumas, recuerdos o puede
ser experiencia, eso ya depende de cómo lo estés haciendo con tu vida. Pero es
cierto que en mi profesión te acostumbras a empezar nuevos proyectos cada poco
tiempo, con todo lo que eso implica. La estabilidad para mí no existe. Para bien
y para mal.
Guionista, columnista y ahora novelista. ¿Con qué "-ista"
te quedas?
—Con todas. Creo que mi oficio de guionista y columnista
me han ayudado mucho a estrenarme como novelista. Creo que mi experiencia como
novelista me ayuda ahora como guionista y columnista. Mientras pueda elegir, no
me gustaría descartar ninguna opción relacionada con
escribir.