De hecho, él mismo hará este ejercicio en la Segunda
Temporada de
Los muertos, materializando a Richie Aprile, uno de los
personajes que muere en “The Sopranos”. Aquí, Carrión usa su rol de escritor
para jugar con su avatar, lo resucita como una persona de raza negra y le da la
oportunidad de redimirse al colocarlo en el puesto que tanto ansiaba en su otra
vida ficcional: ser Tony Soprano. Como un usuario más de eso a lo que denomina
Mypain.com.
En el segundo ensayo, “Los muertos o la narrativa
postraumática”, los apócrifos Jordi Batlló y Javier Pérez dan las claves de cómo
leer las temporadas de acuerdo a las teleseries que le sirvieron de inspiración.
Y también, se meten en la vieja discusión de la écfrasis, diciendo que en “la
tensión entre la palabra y la imagen quizá radique el enigma del arte”, un tema
que en estos años ha adquirido más vigor gracias al aluvión de nuevas teleseries
y a intentos como los de esta novela de proponer un nuevo artificio literario
con el lenguaje audiovisual planteando, en este cruce palabra-imagen, no sólo un
debate estético sino también ético.
Convencido de que el escritor actual
es un performer que interactúa con los lectores a través de los múltiples
canales que ofrece la web,
Carrión
promocionó su novela con tráilers en Youtube en los que aparecía leyendo
partes del texto, con cómics y pantallas pixeladas de fondo, presentando su
libro como si fuera un estreno de cine en “la era de Facebook, Matrix y Lost”.
Teniendo en cuenta su compleja factura y estos aditivos audiovisuales que la
enriquecen y que amplían sus significaciones,
Los muertos nos trae a la
mente esa clásica frase de que “novela es todo aquello que leemos como tal”.
Juan Goytisolo ha dicho que “puede ser vista como un videojuego o leída como un
complejo y articulado objeto literario”. El catálogo libresco obliga a ponerla
en los anaqueles bajo el rótulo de “novela de ficción”, pero será el lector
quien tenga la última palabra. Y es, justamente, esta ambigüedad genérica la que
cautiva y la que termina de armar un juego multidimensional al que
Carrión nos
invita a participar con todos nuestros
sentidos.