Celan abrazaría definitivamente la nada de donde se sentía
nativo entre las aguas del Sena —una noche de la cual guardo un trágico recuerdo
personal—, rota ya su mente por la oscuridad impenetrable de la
leche
negra ahumando el cielo de Auschwitz, sin poder alcanzar al dios creador de
lenguaje y mundo y detener el castigo de su brazo incognoscible. Para nada le
sirvió la escucha a la que se sometió lúcidamente en su poema —prologado por
Heidegger— “Todtnauberg” (8), fruto de su encuentro en la cabaña del bosque
donde le recibió el filósofo. Su emocionante lenguaje roto, entrecortado de
silencios significantes constituye hoy una de las obras maestras de la
literatura. Heidegger quedará siempre como
Un maestro de Alemania, como
tituló su biografía el gran Rüdiger Safransky (9). Pero los testigos del drama
que origina en otros la busca de la lengua suprema entre cielos de cartón
piedra, somos en todo momento los poetas que cavamos aún entre las ruinas de
Babel, remedando a Kafka mas no para escuchar la voz del Único sino la agónica
pluralidad de lenguas que enriquecen el lenguaje del hombre. Al anotar el
volumen de
Conferencias y ensayos de Heidegger, añade aún Steiner en su
articulo que Celan había subrayado con doble línea la propuesta de que la poesía
y el pensamiento —la frase talismánica del alemán, “das Dichten und das Denken”—
sólo se unen cuando cada uno preserva su ser distinto. Para Heidegger, la poesía
suprema, que es la de Sófocles y la de Hölderlin, revelaba y a la vez ocultaba
la inmediatez del ser del lenguaje, lo cual ni el más penetrante discurso
filosófico podría igualar ni parafrasear exhaustivamente. Si bien en
"Todtnauberg", la desilusión de Paul Celan subyace incluso más profundamente que
cualquier tragedia personal o circunstancia política. Sugiere la imposibilidad
de cualquier diálogo amplio entre el lenguaje del poeta y el del pensador, aun
cuando están en la cúspide de su respectiva verdad.
Mas nuestro autor de
referencia José Ángel Valente no se volvió loco, aunque resulta notable al
leerlo el sufrimiento agudo que le provocaba la busca de trascendencia. Anotó
sus dudas y contradicciones decentemente en su diario, no tan anónimo, incluidas
las que le señaló su otrora amiga
María
Zambrano, aunque sin privarse de puntualizarla. La inteligencia,
según frase famosa, consiste en hacer a la vez dos cosas contradictorias sin
enloquecer: En el caso presente, pensar y poetizar. ¿Alcanzó pues en su busca
desesperada de la “palabra de paso”, el carné de identidad de místico el poeta
Valente? ¿Se planteó alguna vez que el mal pudiera ser sugerido por su
reconocido "murmullo", y en tal caso lo rechazó? ¿Practicó un consciente
voyeurismo biográfico en que diálogo y antidiálogo se encontraron impidiéndole
el acceso a las anheladas fuentes? No podemos saberlo, y su poesía, plena de
bellísimos hallazgos expresivos, no revela la intensidad solitaria de la lucha
por hallar la voz primigenia que construiría el mundo sólo con la vibración
eterna del anhelado acento (10). A una sola lengua corresponde también un solo
pueblo un solo reino, un solo jefe. Y el reino del poeta no es el reino de los
cielos sino los ojos del otro en los que reinan conjuntamente.
Estoy
convencido de que no se pudieron conjugar en Valente sus ideas profundamente
democráticas y la ambición de ver abrirse los grandes silencios abisales para
recibir la leche y miel que supuestamente contendrían. Pareció entenderlo en la
anotación ya citada en diciembre de 1992: “El dios está escondido en su
revelación, oculto en su manifestación. Las criaturas son las formas de su
presencia y los signos —a su vez— de su ausencia”, pero jamás pudo olvidar que
“En el comienzo del
Cántico espiritual la voz comienza en el momento en
que la ausencia del dios se constituye:
Adónde te escondiste”. Esa busca
desesperada, repetimos, continúa hasta el final de sus días en el
Diario
Anónimo que hemos comentado, abarca diversos ámbitos del conocimiento y
resulta un documento imprescindible no sólo para estudiosos sino para cualquier
practicante de ese arte enigmático y a menudo letal que es la poesía. Sus cuatro
últimas páginas apenas contienen una docena de anotaciones realizadas desde el
año 97 al 2000. Una de ellas reproduce el verso de “Animal de fondo” de Juan
Ramón Jiménez:
Dios del venir, te siento entre mis manos. Y un último
poema inédito hasta ahora y escrito a lápiz por quien pronto iba a alcanzar su
sed de vacío, que dice así, definitivamente:
En medio de la inmensa
extensión de la nieve, cercada por su luz, una huella.
Una sola.
Un pie.
¿Adónde? ¿Señal de la absoluta progresión a lo alto?
Descanse en paz el torturado poeta, tan digno de su
condición, pese a no haber alcanzado la graduación de místico a la que se
presentó voluntario. La desaparición de los dioses no podrá ser jamás sustituida
por voz alguna sino es por la de los hombres agrupados afanosamente para
construir el mundo entre todos, con el bien y el mal en agónico contrapunto.
Esquilo lo sabía y así lo dijo exactamente en el verso 506 de su
Prometeo
encadenado:
Todas las artes les vienen (a los mortales) de Prometeo
(11). Y Prometeo, ya se sabe, lucha aún por liberarse de su condena por
haber robado el fuego creador a los amos de lo alto. Su sola mística posible
consiste, como para todo humano, en no hallar alivio al filo de llama alguna que
no arda en la incertidumbre de su propia frente compartida. El arte poética
acaso sea, por ahora, el mejor puente físico para agrupar los corazones hacia
tan noble propósito, sin olvidar como quería Wittgenstein —y ya sabía Dante:
O quanto è corto il dire (12)— que los límites de nuestro mundo son los
límites de nuestro lenguaje.
NOTAS
(1) José Ángel Valente, Diario
anónimo (1959-2000), Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, Barcelona 2011.
Edición e introducción de Andrés Sánchez Robayna.
(2) Página 228, anotación
de 25 de noviembre de 1983.
(3) Martin Heidegger, “Hölderlin y la esencia de
la poesía”. Anthropos, Barcelona 1989.
(4) Alianza Editorial, Madrid, 2000.
(5) “Celan y Heidegger, diálogo en el silencio”. Publicado en The Times
Literary Supplement, 1º de octubre de 2004.
(6) Fondo de Cultura
Económica, México, 1951.
(7) Poeta y periodista nacida en 1891 en Nüremberg,
Alemania. Estudió Filosofía en Leipzig y Ginebra. Unida desde 1917 a Yvan Goll
con quien viajó 2 años más tarde a París, ciudad en la que murió en 1977.
Frecuentó a Joyce, Malraux, Saint-John Perse, Einstein, Henry Miller, Picasso,
Chagall, Maiakovski, Rainer Maria Rilke, Montherlant, Cocteau, Dalí, Jung,
Anonin Artaud, Lehmbruck, Brancusi, manteniendo relaciones a menudo enrarecidas
con algunos de ellos.
(8) Todtnauberg / Árnica, bálsamo de los ojos, el /
sorbo de la fuente con el / cubo de la estrella encima, / en la / cabaña, / en
el libro / —¿el nombre acogió de quién / antes del mío?—, / en ese libro / la
línea escrita de / una esperanza, hoy, / en la palabra / venidera / de uno que
piensa, / en el corazón, / claros de bosque, sin allanar, / orquídea y orquídea,
solas, / lo crudo, más tarde, de viaje, / nítido, / el que nos lleva, el hombre,
/ que está a la escucha, / los senderos de / troncos a medio hollar / en la alta
ciénaga, / lo húmedo, / mucho (Traducción de. J. M. Gómez).
(9) Un
maestro de Alemania. Tusquets, Barcelona 1997.
(10) El día 20 de abril
de 1965, anota la siguiente frase tomada del ensayo de María
Zambrano El tiempo y la verdad, sin prever que algún día
podría aplicarse a su propia actitud ante el pensamiento poético: “(…) existen
períodos en la historia y en la vida personal de ocultación de la verdad,
períodos desiertos o desertados por ella. Y entonces, cuando el fin del tiempo y
sus aliados restituyen lo ocultado, caen privados de vida los engaños
sustituidores. Es el instante del “reconocimiento” o de la “identificación”
trágica”.
(11) Pásai téchnai brotoisin ek
Prometheos.
(12) O quanto è corto il dire (O quanto é corto il dire e
come fioco/ al mio concetto! E questo, a quel ch´i vidi,/ é tanto, che non basta
a dicer “poco”. Paradiso, XXXIII, v.121-23 (¡Corto es mi verbo, y
no llega tampoco/ a mi concepto! Y éste, si a esas llamas/ se compara, no basta
decir “poco”!).