María Jesús González: <i>Raymond Carr. La curiosidad del zorro. Una biografía</i> (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2010)

María Jesús González: Raymond Carr. La curiosidad del zorro. Una biografía (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2010)

    TÍTULO
Raymond Carr. La curiosidad del zorro. Una biografía

    AUTORA
María Jesús González

    EDITORIAL
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores

    OTROS DATOS
Barcelona, 2010. 679 páginas. 35 €



Bernabé Sarabia es Catedrático de Sociología de la Universidad Pública de Navarra

Bernabé Sarabia es Catedrático de Sociología de la Universidad Pública de Navarra


Reseñas de libros/No ficción
María Jesús González: Raymond Carr. La curiosidad del zorro. Una biografía (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2010)
Por Bernabé Sarabia, martes, 1 de febrero de 2011
Para Sir John Elliot, el gran hispanista británico, el libro de Raymond Carr Spain 1808-1939, publicado en 1966, sentó las grandes líneas interpretativas que con posterioridad han seguido la mayoría de los historiadores para entender en profundidad el siglo XX español. En España dicho libro apareció tres años más tarde de la mano de la editorial Ariel y contribuyó a dar razones y confianza a un grupo de jóvenes y brillantes historiadores ajenos a la metodología historiográfica de Manuel Tuñón de Lara que, desde su exilio en la Universidad de Toulouse, inspiraba en sus numerosos discípulos una interpretación histórica de corte estructural y marxista que en esos años dominaba el horizonte intelectual en Francia y era muy influyente en España.
La continuación de España 1808-1939 apareció en 1971. The Republic and the Civil War in Spain fue vertida al español, también por el sello Ariel, en 1973. Si a ello añadimos sus artículos, sus conferencias y el apoyo de investigadores que, como José Varela Ortega, Juan Pablo Fusi o Joaquín Romero Maura, habían trasladado la realización de su doctorado a St. Antony’s –el College oxoniense del que Raymond Carr era Rector-, empezaremos a entender que en la España de la transición Carr se convirtiera en una referencia ineludible en el debate público.

Del trío imperial de hispanistas británicos, Hugh Thomas, Paul Preston y Raymond Carr, ha sido este último el que ha gozado de mayor influencia y predicamento en los ámbitos académicos y políticos españoles. Ya en 1970 fue recibido en la Real Academia de la Historia como académico correspondiente y posteriormente fue condecorado y premiado en múltiples ocasiones. En 1999 se le otorgó el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en dura competencia con Umberto Eco y Anthony Giddens.

Distinguido por la Reina Isabel II con el título de Sir por una extensa actividad intelectual y académica que no se ceñía únicamente al estudio de la historia española, Raymond Carr ha gozado, sin embargo, de un aprecio intelectual y académico cuyo epicentro ha estado siempre en España. Quizá por eso, cuando en 1986 el Rey Juan Carlos dio un discurso en el Parlamento británico y aludió al papel jugado por Raymond Carr en las relaciones hispano-inglesas, muchos británicos trataron de averiguar a quién se refería el monarca español. Una breve incursión por la Wikipedia anglosajona pone en evidencia una atención escasa a todas luces para las dimensiones del personaje.

María Jesús González debía lidiar con el hecho de que la biografía intelectual de Carr se mezclaba y confundía con el complejo personaje que desde una cuna humilde acaba instalado, vía matrimonio, en la aristocracia inglesa

Por fortuna para el lector en español, María Jesús González, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Cantabria, se ha embarcado en la compleja tarea de escribir la biografía de un personaje cuyos mil matices iluminan buena parte de la historia del siglo XX. María Jesús González ha escrito una obra destinada a quedarse en los anaqueles de nuestras librerías y bibliotecas.

Este volumen, como escribe su autora, comenzó a gestarse en el verano de 2003, “a raíz de una propuesta inesperada” en la casa de campo del suroeste del Reino Unido en la que vivía gran parte del año el matrimonio Carr. No se presentaba fácil la tarea dado que el propio Raymond Carr había destruido sus archivos personales. Por otro lado, María Jesús González debía lidiar con el hecho de que la biografía intelectual de Carr se mezclaba y confundía con el complejo personaje que desde una cuna humilde acaba instalado, vía matrimonio, en la aristocracia inglesa. De ahí que este volumen vaya más allá de una mera biografía académica o intelectual y se adentre en un retrato de la sociedad inglesa cuyo foco está en el excepcional y aristocrático mundo del Oxford académico.

La escritura de esta biografía ha lidiado con el beneficio y la dificultad de contar con la colaboración de los Carr. Tanto Raymond como su esposa Sara recibieron y dialogaron con María Jesús González. Al mismo tiempo, le facilitaron contactos con amigos, discípulos o instituciones. De ahí proceden muchas de las entrevistas que han proporcionado material a la construcción de este volumen. El trabajo en archivos, la gran cantidad de bibliografía consultada, las ochenta y dos entrevistas grabadas, las veintitrés cartas recibidas por la autora y un buen número de conversaciones mantenidas con personas relacionadas con Raymond Carr conforman unas fuentes de una solidez excepcional.

Se abren estas páginas con un prólogo de Paul Preston (Liverpool, 1946). En él se traza un sobrio perfil de Raymond Carr. Con elegancia no se deja traslucir el distanciamiento existente entre ambos. Una distancia no sólo generacional sino también de clase social, ideológica e incluso de interpretación historiográfica. Su elogio de esta biografía cobra especial valor viniendo de un académico que ha escrito dos biografías de calado: la de Franco y la del Rey Juan Carlos. Preston sabe lo que se dice.

La autora ha elegido un relato cronológico con una prosa plástica y atrevida. No se corta a la hora de describir ni los fracasos de Raymond Carr ni otros aspectos más o menos obscuros de su vida o de las circunstancias en las que se vio envuelto a lo largo de los años

Con todo esto por delante, el lector se sumerge en una obra que apenas permite el descanso. María Jesús González ha elegido un relato cronológico con una prosa plástica y atrevida. No se corta a la hora de describir ni los fracasos de Raymond Carr ni otros aspectos más o menos obscuros de su vida o de las circunstancias en las que se vio envuelto a lo largo de los años.

Conocido como Raymond Carr, sir Albert Raymond Maillard Carr nació en Bath en 1919. Hijo único de un maestro que en su carrera se tuvo que trasladar, para dirigirlas, a pequeñas escuelas de pueblos situados en la campiña inglesa. De pequeño, obligado por su padre, leía la Biblia en voz alta. Su frágil salud de hierro se ha debido a que se rompió la clavícula y padeció neumonía de niño. A comienzos de la II Guerra Mundial no fue aceptado por el ejército a consecuencia de un problema en el corazón.

A los diecisiete años sus padres le enviaron a aprender francés a la Universidad de Besançon y en 1937 a Friburgo, donde entre clases en la universidad y paseos en bicicleta se enamoró de una chica sueca, hecho que le llevó a aprender sueco e interesarse por distintos aspectos de Suecia.

Trabajador y aplicado en los estudios, consiguió algo que parecía imposible para alguien de su clase social. Le concedieron una beca, muy bien dotada, para estudiar historia en uno de los colleges más conservadores y clasistas de Oxford: Christ Church. Allí descubrió a la aristocracia inglesa y quedó fascinado por ella de por vida. En 1950 logró casarse con Sara Strickland, una rica y noble heredera con la que tuvo cuatro hijos. La luna de miel la pasaron en Torremolinos, conocieron a Gerald Brenan y éste les pasó el encargo de escribir un libro sobre España. Cuando Matthew, el hijo mayor de los Carr, pintor y retratista de fama, se casó en 1988 con la hija del duque de Beaufort, uno de los aristócratas más ricos de Inglaterra, Raymond Carr completó el círculo y se sintió aceptado en lo más alto del cerrado sistema de clases inglés.

La capacidad de Carr para transitar entre académicos, políticos y aristócratas ha sido siempre sorprendente. Pese a sus errores, su simpatía ha sido y sigue siendo legendaria. Su gigantesca agenda estuvo siempre en el punto de mira de los servicios de inteligencia británicos, norteamericanos e israelíes

Raymond Carr, como pone de manifiesto María Jesús González en su matizada y rica descripción del ambiente de Oxford, puso toda su voluntad en gozar del entorno académico y en construir su carrera entre los grandes talentos oxonienses. Durante veinte años, entre 1968 y 1987, fue Warden –Rector- de St Antony’s College, una institución muy peculiar que en el argot oxoniense es conocida como el colegio de los espías. Se comentaba que el espionaje israelí enviaba a sus muchachos al collage tanto para su formación como para que tomaran aire. Los investigadores dedicados a la Unión Soviética o a Oriente Medio también daban lugar a muchos comentarios, quizá no ciertos del todo pero, eso sí, siempre ingeniosos. Lo que si está documentado, como señala María Jesús González, es que el servicio secreto británico, el famoso MI6, encargó a Carr información sobre Felipe González, entonces Presidente del Gobierno español. Con toda seguridad, por St Antony’s pasó más de un espía.

Hispanista por accidente y gusto, fascinado por Suecia y las suecas, catedrático de Historia Latinoamericana, la actividad social y el trabajo intelectual de Carr fue inmenso. Sus fiestas, con alumnos incluidos, eran míticas; su capacidad para transitar entre académicos, políticos y aristócratas ha sido siempre sorprendente. Pese a sus errores, su simpatía ha sido y sigue siendo legendaria. Su gigantesca agenda estuvo siempre en el punto de mira de los servicios de inteligencia británicos, norteamericanos e israelíes.

En distintos momentos a lo largo de sus dos décadas como Warden, Raymond Carr trató de montar el Iberian Center. María Jesús González señala que “nunca se constituyó realmente como un centro y que desde 1976 estaba integrado en el Centro Europeo, bajo la dirección de Juan Pablo Fusi, y con José Varela Ortega como profesor investigador”. En todo caso, José Varela Ortega, que preparaba su doctorado, sería quien le sugirió la idea a Raymond Carr y le puso en contacto con la fundación Sociedad de Estudios y Publicaciones (SEP) del Banco Urquijo, dirigido entonces por el espléndido mecenas Juan LLadó.

Del Urquijo salió un apoyo que contribuyó a crear un espacio de trabajo que con Romero Maura como codirector sirvió de base para la llegada al Iberian Center de muchos investigadores, entre ellos el que subscribe, y distintos políticos españoles. En 1981 se incorporaron, como escribe María Jesús González, los dos últimos postgraduados: Charles Powell y Helen Graham. La crisis económica, el hecho de que el substituto de Raymond Carr fuera el anglofílico Ralf Dahrendorf y que, coronada la transición, España dejara de estar de moda fueron factores que afectaron seriamente al Iberian Center. No obstante, la Fundación Ortega y Gasset y Charles Powell intentaron mantener con enorme esfuerzo el centro. Pese a la falta de recursos, distintos académicos españoles pudieron formarse y aprovechar el rico ambiente internacional de postgraduados que caracteriza a St Antony’s College.

Sin poder participar ya en la caza del zorro, demasiado mayor para vivir en la campiña inglesa, las últimas páginas de este volumen nos presentan a un Raymond Carr viudo y reinstalado en Londres. Cuidado en sus últimos años por “dos atractivas mujeres de mediana edad”, finaliza la biografía de uno de esos personajes excéntricos que sólo se dan en Oxford, Cambridge o en las novelas de Evelyn Waugh. Un punto de inflexión en los estudios hispano-británicos. Los investigados se han convertido en investigadores.