Christian Salmon: <i>Kate Moss Machine</i> (Península, 2010)

Christian Salmon: Kate Moss Machine (Península, 2010)

    TÍTULO
Kate Moss Machine

    AUTOR
Christian Salmon

    EDITORIAL
Península

    PROLOGO
Miguel Roig

    TRADUCCCION
Inés Bértolo

    OTROS DATOS
Barcelona, 2010. 152 páginas. 12,90 €



Christian Salmon (Ediciones Península, foto de Anabell Guerrero)

Christian Salmon (Ediciones Península, foto de Anabell Guerrero)


Reseñas de libros/No ficción
Christian Salmon: Kate Moss Machine (Península, 2010)
Por Bernabé Sarabia, martes, 2 de noviembre de 2010
A punto de finalizar la primera década del siglo XXI, Kate Moss sigue siendo el icono femenino que mejor representa la hipermodernidad de Lipovetsky, la sociedad líquida de Bauman, el proceso de secularización de Casanova o la publicidad como explicación del mundo.
En este final de octubre de 2010, Bryan Ferry ha declarado a los medios de comunicación de todo el mundo: “Kate Moss es la mujer fatal del siglo XXI”. Espléndido y elegante como en los tiempos de Roxy Music, Bryan Ferry eligió la prestigiosa galería londinense Phillips de Pury para dar un concierto de presentación de su nuevo CD Olympia, el primero en ocho años con canciones originales.

El lugar elegido, una galería de arte, era el espacio adecuado para colocar las sugerentes y magnéticas fotografías que ilustran su álbum: Kate Moss desde la portada hasta el final. Su musa evoca a la exuberante y misteriosa mujer desnuda del cuadro Olympia del pintor francés Édouard Manet. El fotógrafo elegido por Bryan Ferry para realizar la sesión fotográfica fue el cotizado Adam Whitehead, discípulo aventajado de Mario Testino.

Precisamente en estas semanas se puede ver en el Museo Thyssen-Bornemiza de Madrid la exposición de Mario Testino “Todo o nada”. Cincuenta y cuatro fotografías entre la moda y el desnudo (Guillermo Solana ha dejado sin colgar las fotos más duras). Entre los excelentes retratos del peruano que componen la muestra, los de Kate Moss congregan al público por su desconcertante potencia.

Kate Moss absorbe una época que luego devuelve al público que la contempla en los medios y en las pantallas de las nuevas tecnologías. Para muchos, una transmutación fascinante

La reputada editorial de arte Taschen editó recientemente un volumen con retratos de Kate Moss fotografiada, en distintos momentos, por Mario Testino. Pese a su precio, 500 euros, en Madrid ha dejado de estar a la venta.

No puede extrañar al lector que, después del éxito de Storytelling, Christian Salmon se sintiera fascinado por la figura de Kate Moss y quisiera seguir desvelando el “nuevo orden narrativo”, tomando como referente a una modelo que parece encarnar mejor que nadie el espíritu de una época.

En un mundo en el que el discurso publicitario se ha impuesto como logos explicativo, en unos años en los que el ciudadano se ha trasmutado en consumidor, Kate Moss absorbe una época que luego devuelve al público que la contempla en los medios y en las pantallas de las nuevas tecnologías. Para muchos, una transmutación fascinante.

Kate Moss Machine comienza con un prólogo de Miguel Roig, argentino, periodista, crítico cultural y desde 2005 Director Creativo Ejecutivo de la agencia de publicidad Saatchi & Saatchi. En dicha introducción no faltan típicos lugares comunes de esa pseudo izquierda latina que, magníficamente instalada en el capitalismo de consumo especulativo, sazona sus textos con algo de izquierdismo. En este caso unas gotas de Michel Foucault y del manido Richard Sennett. Sin embargo Miguel Roig, cuando se quita las anteojeras y mira sin prejuicios, ve rasgos interesantes.

Kate Moss es el exceso asumido, es parte de un nuevo código que hace de la transgresión una norma social aceptable

En estas pocas páginas introductorias se percibe muy bien cómo en un mundo de hiperconsumo se hace necesario disponer de un variado –cuanto más diverso mejor- conjunto de posibles comportamientos. En su recientemente publicado libro Belén Esteban y la fábrica de porcelana, subtitulado Las múltiples vidas de un personaje en la hiperrealidad, prologado por Christian Salmon (Península, 2010), Miguel Roig profundiza sus tesis.

Tras la introducción de Miguel Roig, Salmon estructura su obra al hilo de la interesante y poco común vida de Kate Moss. Nacida en 1974 en un barrio londinense de clase media baja en el seno de una familia desestructurada, se espabila en el colegio. Saca buenas notas y es excelente en deporte. Volviendo de unas vacaciones en Bahamas en 1988, es descubierta por la dueña de una agencia de modelos en el aeropuerto de Nueva York. Corinne Day, una atrevida e imaginativa fotógrafa apenas unos años mayor que ella, fallecida este mismo año, la fotografía en blanco y negro y ya en 1990 comienza a ser la super-antimodelo.

Con poco pecho y estatura bastante por debajo de lo habitual en el universo de las grandes modelos, Kate Moss es la jovencita grunge que sorprende por su atrevida naturalidad. Antes de llegar al año 2000 se transforma en la “Lolita” de John Galliano. Se mueve en un mundo de lobos con sorprendente naturalidad, y nada parece hacerle daño. Por último, accede al estatus de marca global capaz, como escribe Salmon, de presentar un relato en cambio permanente.

Poco importa el coqueteo y el consumo de drogas por parte de Kate Moss. Es la estrella de las grandes campañas de publicidad. Siempre sabe dar lo que le piden, lo que se espera de ella. Cuando posa para Adam Whitehead le dice: “Píntame los labios de rojo. Quiero ser una chica Roxy”.

¿Es Kate Moss un personaje hueco, un producto del marketing que ha sabido interpretar el momento? Para Salmon es la cristalización en diosa del siglo XXI. Una mujer más allá del deseo, más cautivadora que excitante

A lo largo de la biografía de Kate Moss, Salmon va marcando las características del cambio de siglo. La niña desamparada ya no tiene nada que ver con el mundo de la moda que analizó Roland Barthes. El viejo glamour da paso a una chica que encaja con el proyecto de Tony Blair de modernizar la imagen del Reino Unido. Atrás queda la señora Thatcher.

Como señala Salmon, Kate Moss no es una desviada, no es una deriva del sistema, lo curioso es que se transforma en su tipo ideal, el de la rebelde integrada. Es el exceso asumido, es parte de un nuevo código que hace de la transgresión una norma social aceptable. El eslogan de L’Oreal, Porque yo lo valgo, es la expresión de la nueva cultura de la performance.

Tras haber sido fotografiada consumiendo cocaína y haber pasado por una clínica de deshabituación, Kate Moss hubiera podido reinventarse como un rostro de una ONG haciéndose fotos en África. Sin embargo, reaparece en la semana de la moda de París bajo la forma de un holograma en medio de una corte de mariposas.

¿Es Kate Moss un personaje hueco, un producto del marketing que ha sabido interpretar el momento? Para Salmon es la cristalización en diosa del siglo XXI. Una mujer más allá del deseo, más cautivadora que excitante. Quizá sea pronto para saberlo, en todo caso quien haya visto el retrato que Lucien Freud quiso hacer de Kate Moss percibirá admiración y rechazo, como si se diese cuenta de que no había podido captar enteramente al personaje. Quizá algo parecido le haya sucedido a Salmon. En todo caso el análisis de fondo, el del mundo actual que hace el autor al hilo de la biografía de Kate Moss está lleno de brillo, de hallazgos.