Miguel Veyrat: <i>Razón del Mirlo</i> (Editorial Renacimiento, 2009)

Miguel Veyrat: Razón del Mirlo (Editorial Renacimiento, 2009)

    TÍTULO
Razón del Mirlo

    AUTOR
Miguel Veyrat

    EDITORIAL
Renacimiento

    OTROS DATOS
Sevilla, 2009. 118 páginas. 11 €




Reseñas de libros/Ficción
Miguel Veyrat: Razón del Mirlo (Editorial Renacimiento, 2009)
Por Víctor Claudín, lunes, 1 de febrero de 2010
En el poemario de Miguel Veyrat, Razón del Mirlo, es difícil hallar algo baladí; muy al contrario todo tiene enjundia, desde la cita de Luis Cernuda donde el autor nos ofrece la primera clave para entender el conjunto de sus poemas, hasta ese Death de Yeats, donde todo acaba. Por supuesto, tampoco es fútil que el primer poema se titule Conocimiento y hable del sentido de la primera palabra, del aliento que le valió el exilio para regresar “(...)a cada instante/ cuando amanecen/ sus hijos los poetas”. Porque está marcando el hilo conductor del libro: las ideas. Y las alcanzamos desde las palabras.
Podríamos subrayar que el libro es hermético, si no fuera porque las claves son cercanas, están a la vista. No es una poesía accesible para profanos, sin embargo, incluso sin conocer las referencias que aparecen en las citas y en los propios poemas, es posible disfrutar de una lectura de hermosa lírica. Por ejemplo, en el poema de La gota, una verdadera delicia terrible.

Aquel mirlo “libre de toda razón humana” y, por tanto, ajeno a la consciencia de lo que le rodea, ni siquiera de que la muerte le acecha en el sendero. Aquel mirlo, aquí, es el hombre, el ser humano indeterminado. Veyrat no busca aportar las razones que se dice que no tiene el mirlo, sino que se dedica a jugar con la idea de ese hombre perdido, embargado por su exilio interior que es de indagación, de anhelo. Ese exilio interior cuando buscamos en nuestras propias ideas y sentimientos respuestas y verdades del mundo.

Efectivamente, estamos esencialmente ante una bella poesía de ideas, que sin desprenderse del todo de los sentimientos, los aparta para procurar ver más nítido, ser más limpio. No acepta interferencias, hay que ver sin tapujos la verdad descarnada, la realidad pasajera. Se sirve de figuras clásicas, mitológicas y reales, que ya de por sí tienen una fuerte carga de sentido, para desarrollar esas razones del mirlo. Y que se sepa que hay muchos caminos con destino al fracaso en el buceo por el entendimiento humano.

El poeta maneja un estilo certero y directo, sin apenas concesiones, ni para el lector ni para sí mismo, sin hacer nada evidente, pero convirtiéndolo todo, por momentos, en más accesible, por mucho que salte de alegoría en alegoría

El hermetismo le permite al poeta la sutil travesura de no consentir al lector saber si da respuestas o si plantea preguntas. Así que no facilita el averiguar si la idea principal que subyace en tantos versos sea la futilidad de la existencia. O quizá su contrario. Y es que en el manejo intelectual de la interpretación al que nos aboca, descubrimos que el verso de Veyrat no es unívoco, lo que representa una prima a su grandeza, por mucho que no sea algo novedoso y parezca imprescindible.

Más bien se diría que plantea interrogantes, pero, ¿quién sabe si merecieron la pena?

En una segunda lectura (la poesía hay que masticarla, al menos la poesía de Veyrat, para digerirla) comprobamos que en realidad el poeta maneja un estilo certero y directo, sin apenas concesiones, ni para el lector ni para sí mismo, sin hacer nada evidente, pero convirtiéndolo todo, por momentos, en más accesible, por mucho que salte de alegoría en alegoría.

Un detalle curioso resulta el de la partición caprichosa de algunas palabras, cuyo significado no encontramos. Ignoramos si con tal fórmula busca viajar de un verso a otro más deprisa, como si se tratara de situarnos en una escena de acción, o bien pretenda resaltar el sentido de una parte de la palabra, o enseñarnos otras recién descubiertas.

Miguel Veyrat, hombre y poeta, es un maestro. Puede gustarte, o no, puedes discutirlo o sólo admirarlo, pero resulta imposible no compartir con él lo que dice y la razón del por qué lo dice de ese modo, porque su lenguaje y lo que late en su interior, son el fruto de una reflexión profunda y de un arduo trabajo artesanal a partir de todo lo vivido y de todo lo conocido, de todo lo pensado

En Razón del Mirlo estamos, en su camino nuevamente, ante un puñado de imágenes, de mafias de palabras que pelean por un objetivo casi común que sí pudiera ser el de encontrar respuestas sobre la vida, esa gota (de nuevo) sobre el curso del tiempo que te abandona en la zona límite.

Miguel Veyrat, hombre y poeta, es un maestro. Puede gustarte, o no, puedes discutirlo o sólo admirarlo, pero resulta imposible no compartir con él lo que dice y la razón del por qué lo dice de ese modo, porque su lenguaje y lo que late en su interior, son el fruto de una reflexión profunda y de un arduo trabajo artesanal a partir de todo lo vivido y de todo lo conocido, de todo lo pensado.

Ante esta obra grande, parecería mentira tener presente al Miguel Veyrat mil veces periodista, tal vez al hombre comprometido con mil causas que le hacen grande, el ser cercano. Pero no es mentira. Su recorrido vital le ha ido haciendo, también, precisamente, un gran poeta. Además de lector activo, crítico, lo que le permite estar en contra de la poesía como juego exhibicionista en la pugna por triunfos insustanciales. Lector activo de la vida, sobre todo.

Tal vez con la publicación en 2002 del hermoso libro La voz de los poetas se consolidara la madurez poética de Miguel Veyrat, dedicado desde siempre al trasiego intelectual de la palabra, pero también concedía el conocimiento de su obra anterior a los que no se le hubieran acercado antes, iniciada en su caudal poético veinticinco años antes. En cualquier caso, abrir cada nuevo libro suyo es una aventura intelectual sin desperdicio, llena de belleza. Razón del Mirlo es un verdadero gozo por su inspiración lírica, y por la riqueza de las venas que distribuyen su pensamiento.