Serge Michel y Michel Buret: <i>China en África. Pekín a la conquista del continente africano</i> (Alianza Editorial, 2009)

Serge Michel y Michel Buret: China en África. Pekín a la conquista del continente africano (Alianza Editorial, 2009)

    TÍTULO
China en África. Pekín a la conquista del continente africano

    AUTORES
Serge Michel y Michel Buret

    EDITORIAL
Alianza Editorial

    TRADUCCCION
María Hernández Díaz

    OTROS DATOS
Madrid, 2009. 320 páginas. 22 €



Serge Michel y Michel Buret (foto procedente de  www.20minutes.fr)

Serge Michel y Michel Buret (foto procedente de www.20minutes.fr)


Reseñas de libros/No ficción
Serge Michel y Michel Buret: China en África. Pekín a la conquista del continente africano (Alianza Editorial, 2009)
Por Andrea Donofrio, martes, 1 de diciembre de 2009
El libro de Serge Michel y Michel Buret, China en África. Pekín a la conquista del continente africano, analiza las repercusiones globales de la nueva colonización china del continente africano, presentándola como la coronación de China cual superpotencia mundial, capaz de sacar beneficios en las tierras más desfavorables del planeta. Los dos periodistas franceses recorren África para contar la extensa presencia de empresas y políticos chinos en el área, subrayando las diferencias respecto a la conquista europea: mientras el blanco se mostraba presumido, paternalista y agobiado por el sentimiento de culpabilidad, el chino es humilde y propenso a compartir sus enseñazas con las poblaciones locales, sin mezclarse con ellas. Diferente es también la actitud político-económica: a China no le preocupa la falta de democracia del continente, ni se desanima por la elevada corrupción, ni busca beneficios a “corto plazo”; allí donde los europeos veían incomodidades, molestias y despilfarro, los gobernantes chinos encuentran oportunidades y posibilidades económicas, demostrando su capacidad de perseverar donde los occidentales han tirado la toalla. Su estrategia mira más lejos y despliegan una visión a largo plazo y territorio: parece que aplican la máxima de Sun Tzu: “para derrotar a tu enemigo primero hay que respaldarlo para que baje la guardia; para recibir primero hay que dar”.
África representa para los chinos su Far West, un territorio “virgen y prometedor”, donde poder saciar su sed de recursos: allá, descubren un mundo totalmente nuevo y complejo, se relacionan con una cultura muy diferente a la propia, viven en un contexto difícil, pero no imposible. Pero, los chinos mantienen una postura aislada y no hacen ningún esfuerzo para integrarse o por aprender las lenguas autóctonas, limitándose a convivir con la civilización local. De esa manera, China se ha convertido en el segundo socio comercial de África, superando a Francia: según los autores, en la actualidad, se calcula que habrá más de mil empresas chinas en suelo africano, mientras que el comercio bilateral se ha multiplicado por 50 entre 1980 y 2005 y quintuplicado entre 2000 y 2006.

En este momento, según los autores del libro, puede considerarse el intercambio vigente beneficioso para ambas zonas, dando credibilidad al lema de la propaganda de Pekín de una relación “ganador-ganador”. Mientras que para África representa una nueva oportunidad, un resurgimiento y una atención inesperada que sirve para relanzar economías locales maltrechas a lo largo de los siglos, la inmigración china representa una solución para reducir la presión demográfica, el sobrecalentamiento económico y la contaminación, al mismo tiempo de abastecerse de materias primas y exportar sus productos. De hecho, se registra un cambio de actitud por parte del régimen chino respecto al tema migratorio: si en principio se trataba de frenar este movimiento por miedo de ofrecer una imagen negativa del régimen, hoy en día se fomenta tanto que, a veces, al presidente Hu Jintao se le apoda “el Africano”.

La presencia de China en África debe considerarse algo más que una parábola de la globalización: representa la culminación del país asiático de sus ambiciones mundiales, al mismo tiempo que un vaivén de los equilibrios internacionales, un temblor en el ya difícil statu quo geopolítico actual

Entre estos dos mundos se genera un intercambio y unas relaciones bilaterales “interesadas”: mientras China se apropia de las materias primas africanas (petróleo, minerales, madera o productos agrícolas), al mismo tiempo vende sus productos baratos, arregla las carreteras y los edificios oficiales, construye infraestructuras, abre hospitales o ayuda a Egipto a relanzar su programa civil de energía nuclear. Por eso, los africanos están impresionados por los chinos y, actualmente, varios miles hablan o estudian su idioma, admiran su perseverancia y aprenden sus trabajos.

Sin embargo, la presencia de China en África debe considerarse algo más que una parábola de la globalización: representa la culminación del país asiático de sus ambiciones mundiales, al mismo tiempo que un vaivén de los equilibrios internacionales, un temblor en el ya difícil statu quo geopolítico actual. El nuevo papel de China está generando muchos debates y la proliferación de libros sobre la actualidad del gigante asiático. En el caso concreto de África, no existe una “visión homogénea” y, en la mayoría de los casos, se discute sobre cómo afectará esta nueva relación a los intereses occidentales o se crítica a la actitud de China, que frecuentemente antepone sus intereses económicos a los humanitarios y ecológicos (apoyo a dictaduras, destrucción masiva del medio ambiente, expolio de los recursos naturales). Las potencias occidentales están preocupadas por la “amenaza china” más que por temas morales o filantrópicos, por su atraso en la carrera por las riquezas africanas. A lo largo de su ofensiva económica, China ofrece una forma distinta de hacer negocios respecto a las antiguas potencias coloniales, ya que sus ayudas no están condicionadas a reformas políticas o humanitarias; solamente se limita a la “no injerencia” en los asuntos internos de los países “neo-colonizados” y/o no mostrar un apoyo manifiesto en favor de algunos dictadores.

Los autores evidencian cómo el nuevo modelo de asociación estratégica abarca todos los ámbitos de la cooperación, desde la política a la economía, pasando por la cultura, las infraestructuras, la colaboración técnica y militar. La profundización de estos vínculos refuerza la relación de amistad entre los dos mundos, mientras los pactos se convierten en acuerdos de cooperación y los antiguos préstamos facilitados por Occidente en contratos de explotación

Es evidente que el país asiático ejerce un nuevo papel en el continente africano, buscando la manera de intensificar su presencia e influencia en esta área, ampliando su mercado, firmando nuevos acuerdos de explotaciones de petróleo y formando en sus universidades (y escuelas militares) a la futura elite africana. Varios países del Continente africano ya anhelan ser la “China de África”. Mientras tanto, las nuevas relaciones estratégicas chino-africanas se traducen en la consolidación de vínculos basados en los “intereses mutuos”, en la intensificación de la cooperación y en la búsqueda de una prosperidad común. Los autores evidencian cómo el nuevo modelo de asociación estratégica abarca todos los ámbitos de la cooperación, desde la política a la economía, pasando por la cultura, las infraestructuras, la colaboración técnica y militar. La profundización de estos vínculos refuerza la relación de amistad entre los dos mundos, mientras los pactos se convierten en acuerdos de cooperación y los antiguos préstamos facilitados por Occidente en contratos de explotación.

Ya lo decía Napoleón Bonaparte: “Cuando China se levante, el mundo temblará”. Terminado la etapa de Mao, su revolución cultural y su aislamiento mundial, la China actual se preocupa por su dimensión internacional y por sus intereses globales. Su presencia en el continente africano ya representa una realidad, un fenómeno que obliga a los especialistas en geopolítica y en relaciones internacionales a estudiarlo con gran atención y, en algunos casos, preocupación. Las repetidas visitas del presidente chino o de importantes personalidades políticas alumbran el continente, contribuyendo, como efecto secundario y deseado, a alejar su eterno rival, Taiwán, imponiendo la regla excluyente del “o ellos o nosotros”.

El modelo chino de desarrollo se difunde en África en menoscabo del “consenso de Washington” apoyado por el Banco Mundial y el FMI que prevé privatizaciones económicas y democratización política. Por eso, la presencia de China en África ha de ser considerada como algo más que una consecuencia de la globalización: responde a un preciso deseo gubernamental y proyecto político-económico para convertir el “Imperio Chino en una superpotencia”. Queda sólo entender si el proceso se está realizado (y sigue realizándose) en detrimento de Occidente, quitando el protagonismo a países que históricamente han dominado con pocos escrúpulos y cuidado. La relación entre China y África genera la curiosidad de saber si será beneficiosa para el continente negro, ayudándole a salir de sus tinieblas y ser, por fin, dueño de su propio destino. Por otra parte, frente a la ambición China de convertirse en el país más poderoso del mundo, la experiencia africana podría representar un campo de experimentación del liderazgo deseado.