Pese a haber sido durante muchos años corresponsal en Pakistán de la
Far
Eastern Economic Review y el
Daily Telegraph, haber escrito como
experto en la zona para el
Wall Street Journal o
The Nation o
haber sido comentarista para la BBC y la CNN, hay que decir que
Ahmed
Rashid saltó a la fama mundial tras los atentados del
11/S, cuando su libro
Los
Talibán, escrito un año antes de los atentados, fue
considerado por muchos como el
único libro serio sobre el
tema, vendiendo cerca del millón y medio de copias y siendo
traducido a 26 idiomas. A partir de este éxito, Rashid no ha dejado de escribir
artículos y de dictar conferencias en los círculos más selectos, convirtiéndose
en una de las voces más autorizadas sobre Oriente Medio y acumulando durante
años, un conocimiento enciclopédico que inunda las páginas de su último trabajo.
A medio camino entre el análisis político y la crónica periodística,
Descenso
al caos es un libro hecho desde la experiencia de quien ha viajado por la
región y ha vivido sobre el terreno los principales acontecimientos que se
describen, realizando entrevistas a los protagonistas y contando los hechos a
medida que se iban produciendo. En este sentido, Rashid afirma en la
introducción que su libro es “
un intento de definir la historia mientras se
está gestando, y no una evaluación académica de los hechos años después de
sucedidos” (p. XL).
Pese a que la primera parte del libro está
dedicada a los atentados del 11/S y las posteriores acciones bélicas
norteamericanas en Afganistán e Irak,
Descenso al caos es ante todo la
historia del fracaso de los procesos de construcción nacional en Afganistán,
Pakistán y el área del Asia Central que Rashid llama “la región” y que incluye
los cinco estados independientes – Kazajstán, Kirguiztán, Tadjikistán,
Turkmenistán y Uzbekistán – nacidos con la desintegración de la Unión Soviética
en 1991. “
Este libro – explica Rashid en la introducción –
trata del
fracaso americano en salvaguardar la región después del 11/S, en llevar a cabo
una labor de construcción de naciones de una forma que podía haber desactivado
totalmente el atractivo del terrorismo y del extremismo islámico, y que podía
haber evitado un colapso estatal de una escala mucho más calamitosa de lo que
hubiera sido concebible antes del 11/S. […] Este libro es un intento de
contextualizar los hechos y sus consecuencias en el mayor continente del mundo,
para mostrar qué es lo que se ha hecho mal sobre el terreno y cómo se ha hecho,
y también de describir cómo se tomaron en Washington unas decisiones tan
erróneas. Tratar de contestar la pregunta de por qué el mundo es menos seguro
hoy, siete años después del 11/S” (p. XLII).
Rashid demuestra un bagaje de
conocimientos extraordinario que le permite no limitarse a narrar los hechos
aislados y descontextualizados, sino que es capaz de hilar las trayectorias
recientes de todos los países implicados y de remontarse en el tiempo para dar
un repaso a la historia reciente de Pakistán y Afganistán, dedicando páginas
brillantes al largo conflicto de Cachemira
Leyendo esta declaración de intenciones, debo decir que
Rashid cumple con creces todos y cada uno de los objetivos que se propone. En
efecto,
Descenso
al caos es una lectura necesaria para todo
aquel que quiera saber qué ha pasado en Oriente Medio durante estos últimos
años. Rashid da su respuesta a por qué Estados Unidos decidió que los recursos
humanos y militares teóricamente destinados a la reconstrucción de la democracia
y el Estado afgano tras un paso fugaz y triunfal de sus tropas, fueron
destinados a la invasión de Irak, provocando
una de las
mayores ruinas económicas en la historia del país. También da su
visión sobre la política exterior llevada a término por el gobierno
neoconservador de Bush en la zona del conflicto, llegando a la conclusión de que
el cinismo y la manipulación de los intereses de los afectados, han impedido la
consolidación de gobiernos democráticos y seculares en una zona en la que la
fuerza del estamento militar erigido en casta dirigente (es paradigmático el
caso del general Pervez Musharraf en Pakistán, a quien Rashid dedica algunos de
sus más furibundos ataques) y del integrismo islámico radical convertido en un
tamiz que lo impregna todo, han dado al traste con las esperanzas de pakistaníes
y afganos que, tras el 11/S, vieron en las intervención de los Estados Unidos y
Naciones Unidas, una ocasión histórica para zafarse de los regímenes
dictatoriales que padecían.
En este sentido, en el de la proporción
entre lo que promete el autor y lo que ofrece el libro, pocas pegas se le pueden
poner a la obra. Rashid demuestra un bagaje de conocimientos extraordinario que
le permite no limitarse a narrar los hechos aislados y descontextualizados, sino
que es capaz de hilar las trayectorias recientes de todos los países implicados
y de remontarse en el tiempo para dar un repaso a la historia reciente de
Pakistán y Afganistán, dedicando páginas brillantes al largo conflicto de
Cachemira y a la crisis de identidad que ha afectado a Pakistán desde su
traumática separación de la India. Esta precisión y casi perfección en el
análisis de una realidad como la afgana o pakistaní, que Rashid conoce como
nadie, contrasta un poco con sus a veces precipitados y exagerados juicios sobre
la política exterior de Estados Unidos. Rashid se muestra severo e intransigente
con
George W.
Bush y con sus más estrechos colaboradores neoconservadores –
especialmente Dick Cheney y Donald Rumsfeld –, a quienes el autor acusa de algo
tan grave como considerar los atentados del 11/S como “un regalo del cielo, una
oportunidad de ir construyendo la historia sobre la marcha...” (p. L).
Argumenta
Rashid
que tras los atentados del 11/S, los neocons aprovecharon la situación de pánico
y el deseo de venganza de la sociedad americana, unida a la simpatía mundial por
Estados Unidos después de la tragedia sufrida, para iniciar una cruzada contra
el “terrorismo global”, obviando la legislación internacional y manipulando los
medios de comunicación. Dice Rashid que visitar Washington durante el primer
mandato de Bush era una “experiencia orwelliana”, un choque emocional para un
extranjero que no entendía la actuación de unos medios autocomplacientes y un
presidente que vivía en un mundo irreal. Seguramente tiene razón Rashid. A
quienes intentamos seguir de cerca la vida política americana y la consideramos
ejemplar en muchos aspectos, algunas decisiones de la Administración Bush nos
parecen tan incomprensibles y reprobables como le parecen a Rashid. Sin embargo,
también debo decir que las críticas que Rashid hace de la política de Washington
acusan un cierto partidismo y tienden a veces a la simplificación. Si ya he
dicho que me parece desafortunado decir que a los neoconservadores les vino bien
el 11/S para llevar a cabo su plan, tampoco me parece muy razonada y
documentada, y en esto
coincido
con otros críticos, la argumentación de Rashid según la cual, los
neoconservadores americanos convirtieron la lucha contra Al Qaeda en una lucha
global contra el Islam en pleno. Me parece un juicio fácil y poco responsable.
Si Los Talibán obtuvo su
éxito por la claridad de su exposición y por despertar el interés de neófitos y
avanzados en el tema, Descenso al caos es, sin lugar a dudas, un libro
únicamente legible para aquellos que ya dispongan de conocimientos previos sobre
el asunto y quieran profundizar
Pero salvo
algunos de estos juicios sobre la realidad política americana que no comparto
con Rashid, debo decir que en lo demás no puedo ponerle ninguna objeción, al
menos en lo que se refiere al contenido. Donde si se le pueden recriminar cosas
al libro, y por extensión al autor, es precisamente en sus aspectos formales.
Pese a ser una obra muy documentada (nada menos que 65 páginas del volumen
ocupan las notas a pie de página), o precisamente por eso, el libro de Rashid
ocupa una extensión excesivamente larga para evitar el agotamiento del lector,
por muy interesante que sea el tema, que lo es. Por otra parte, el ágil estilo
narrativo de Rashid no logra compensar la pesadez que por momentos invade a un
lector, abrumado por toneladas de datos; miles de nombres propios, fechas y
acrónimos, inundan un relato cuyo barroquismo en detalles rebasa en ocasiones
los límites de la paciencia lectora. En este sentido, hay que decir que la
desbordante erudición de Rashid, que tanto agradece el lector informado, se
torna insoportable para el lector común que quiere hacerse una primera idea
sobre el tema. Si
Los Talibán obtuvo su éxito por la claridad de su
exposición y por despertar el interés de neófitos y avanzados en el tema,
Descenso al caos es, sin lugar a dudas, un libro únicamente legible para
aquellos que ya dispongan de conocimientos previos sobre el asunto y quieran
profundizar con una lectura de un ensayo de un alto nivel.
Y por lo que
se refiere a las conclusiones a las que llega Rashid después de más de
setecientas páginas, una cosa sí queda clara: siete años después del 11/S y tras
varias intervenciones baldías de los Estados Unidos, la zona de Oriente Medio es
hoy más inestable que nunca. La influencia de Al Qaeda no solo no ha disminuido,
sino que ha aumentado y se ha extendido por nuevas regiones de África, Asia y
Europa. Afganistán está viviendo un regreso de unos talibanes que, con la ayuda
de Al Qaeda, de los extremistas islámicos de Pakistán y con el financiamiento
del movimiento gracias a la producción masiva de opio en Afganistán, han
conseguido abortar los tímidos atisbos de una reconstrucción democrática de una
zona en la que los intereses por los recursos naturales y económicos se han
juntado con esta grave crisis política (agravada por hechos concretos como el
asesinato reciente de Benazir Bhutto) y con la propagación de un extremismo
islámico que se niega a aceptar cualquier forma de Estado al margen de la
religión.
Frente a visiones del conflicto internacional más optimistas,
como la de
Fareed
Zakaria, la opinión de Ahmed Rashid es que las cosas deben cambiar
mucho para empezar a notar una mejora. La solución que propone Rashid es evitar
las aproximaciones al conflicto “poco sistemáticas”, como las que según él, han
protagonizado los Estados Unidos en estos años, y buscar un pacto global entre
los Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN y Naciones Unidas, que lance una
iniciativa internacional política y diplomática centrada en ayudar esta región a
largo plazo. Esta solución pasa por la implicación del mayor número posible de
insurgentes afganos y pakistaníes, buscando la inclusión y la integración de la
FATA (una federación de tribus residentes en las zonas fronterizas entre
Pakistán y Afganistán) en las instituciones políticas de Pakistán. Igualmente,
Rashid considera fundamental un paquete de medidas de ayuda internacional a la
zona que implique varios años de desarrollo y que complemente la ayuda económica
con programas de educación y creación de empleo en la zona. En el caso concreto
de los Estados Unidos, Rashid considera fundamental el inicio de un diálogo
democrático con Irán, que debe abandonar la amenaza nuclear y centrarse también
en la lucha contra los talibanes que comparte con los americanos.
En
definitiva, se trata de complementar las buenas intenciones de diálogo que
expuso el pasado 4 de junio
Barack
Obama en un aclamado
discurso
pronunciado en la Universidad de El Cairo. A las palabras de Obama afirmando que
“el Islam es parte de América” y que “América no está, ni estará jamás, en
guerra con el Islam”, Rashid propone añadir hechos y realidades, propuestas y
soluciones. Desde luego que la tarea no es nada fácil porque requiere la
implicación y la negociación entre muchas partes que no siempre están dispuestas
a ceder. Por si tenía pocas, una responsabilidad más que cargar sobre los
hombros de un
Barack
Obama que continua fijando plazos para la retirada de tropas y el
cierre de prisiones (los tribunales militares de Guantánamo y Abu Ghraib creados
por Bush siguen funcionando), pero a quien la pesada herencia económica y
política de Bush le está resultando indigesta.
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