“Mi padre era un hombre excepcional. Se rodeó de grandes escritores.
Recuerdo las noches en las que se abría el salón, porque cuando invitaba a sus
amigos les ponía almendras, y yo esperaba que al día siguiente quedara alguna
para comérmela.” Felipe conoció a los patibularios de los cantos contra la
dictadura, la única luz en el hondo agujero de la represión. “Sus compañeros
eran afables, simpáticos, cariñosos.” Conoció al falangista Luis Rosales,
a quien nunca preguntó por los últimos días de Lorca; conoció al Nobel
Vicente Aleixandre, que le palmeaba en la cabeza en señal de bienvenida;
conoció al político Dionisio Ridruejo y a su tropa de garcilasistas;
conoció al José Agustín Goytisolo de Palabras para Julia, a
Salvador Espriu, José Corredor Mateos, Carmen Martín Gaite, José María
Valverde, de quien fue discípulo y coadjutor en las conspiraciones del
PCC... “A quien me hubiese gustado mucho conocer, porque le conoció mi padre y
le dedicó los elogios a los que no era muy dado, es a Marcuse. Mi padre
decía que era el hombre más inteligente con el que se había relacionado.”
José Luis López-Aranguren, el padre, conoció a otros sabios:
conoció al novísimo Leopoldo María Panero, al chaquetero Eugeni
d’Ors, al magnánimo José Ortega y Gasset… Entre todos crearon el
Grupo de los Jueves; se reunían los jueves.
Dada la formación
estilística impresionante que recogió, de viva voz y de estos premios
nacionales, Felipe López-Aranguren, el hijo, cayó en el pozo artesiano de
la escritura, en el que chapotea a sus anchas como un pato mareado. Felipe acaba
de publicar su quinto libro de poesía: Memoria del no
poder, en el que la “memoria” es entendida como crónica
(“recuperación fiel”), y “no poder”, impotencia para cambiar la realidad. “¿Qué
puedo hacer yo para impedir el envenenamiento de los mares, asociarme a
Greenpeace?”
Memoria del no poder es un libro cerrado hace
10 años, con siete poemas largos: “Componen un discurso que me hago a mí mismo,
un yo yo yo”. Poesía “civil”, como él la llama. “Mi anteriores poemarios se
cargaban de lirismo y erotismo.” Felipe, el hijo, también ha enviado a la
imprenta trabajos de tipo técnico con el membrete de los protocolos sobre
infraestructuras culturales, patrimonio e inmigración. Y el Diablo, ensayos
sobre el diablo en la música: las salmodias, la lira de David, los bailes de los
aquelarres… “Asomo la pezuña por todos los lados.”
En Memoria del no
poder, Felipe, el hijo, se moja como Gabriel Celaya, y le sale un
fresco de alcohol y muerte. “La peña de mi amigo Luis y yo íbamos de vinos con
Celaya. Le gustaba beber, bebía mejor que escribía. Amparitxu, su esposa, es la
única alcohólica por amor que conozco. Bebían los dos, él porque le gustaba, y
ella porque le gustaba él.”
Felipe López-Aranguren se hace eco de su
tiempo, con sus paréntesis y remisiones y salvedades. No es un panegírico su
libro. “Crisis de valores, era Berlusconi, leyes contra gitanos,
ultraderecha a ultranza… ¿Qué libros lo tratan? Cervantes, en el Quijote,
colaba las fondas, las bodegas, los conversos, los judíos, la Inquisición… En
las Memorias de Casanova se encuentra su siglo, igual que en
Dickens. Yo no vuelvo a la rosa; Juan Ramón Jiménez la describió
mejor que yo. Y no hablo de castillos. Ahora se escribe sobre la Edad Media, que
no es un reflejo de nuestra época. No quiero que de aquí 200 años se diga que mi
temática era la Edad Media y no la crisis de mi tiempo.”
Así que aquí
empiezan las preguntas de sus versos o sus versos con interrogante:
“¿Cambiaremos el sistema después de esta puta crisis económica? ¿Vamos a
refundar el capitalismo? ¿Existe alternativa? ¿Volveremos a Lenin?”. La
respuesta es no. “Con la derrota de la Unión Soviética me quedé jodido. Estuve
en Moscú en 1989, en plena Guerra Fría. Los americanos sembraban Europa de
misiles balísticos. Pero la experiencia soviética no anula la teoría comunista,
que busca la igualdad entre los seres humanos. Si no es que íbamos en
contradirección, seguro que no íbamos en la dirección correcta.”
El
ciudadano Aranguren junior lejos está de comportarse cual una real
alteza. Como tal, como hombre que poetiza (“si soy o no poeta lo dirán mis
lectores”) y que se carcajea, opina y polemiza, entra al trapo y se traga el
aceite de ricino del enfrentamiento entre los sofistas, los materialistas
históricos y los evangelistas.
Sobre el problema: “Que un tal
Maddof haya estafado a las Koplowitz tiene mérito. El sistema
capitalista es corrupto, es el latrocinio basado en las hipotecas basura”.
Sobre el remedio: “La solución, nacionalizar los bancos, algo que ya
estaba en el programa del PSOE de 1982”.
Sobre el PSOE: “En España hay
una derecha moderada, que es el PSOE, y una derecha ultramontana fruto del
franquismo”.
Sobre el franquismo: “Aznar hizo ministros a los
hijos de los generales del Régimen”.
Sobre José María Aznar:
“Chávez ha sido elegido democráticamente, y el Rey le mandó callar por
decir que Aznar es un fascista, que es lo que yo pienso”.
Sobre el
rey Juan Carlos: “Se evita difundir informaciones sobre el Rey en
cacerías de osos en Rumanía, etcétera. Somos el único país del mundo que, de
manera pacífica, ha cambiado dos veces la monarquía por una república. Hemos
dejado vivos a los reyes, y luego nos la han devuelto”.
Sobre la
república: “Yo apuesto por un Estado federal republicano en el que quepa la
nación catalana”.
Sobre Cataluña: “La oleada de inmigración asiática nos
va a llevar por delante. No acabará con el idioma catalán, pero acabará con los
catalanes. Es imposible mantener una cultura intacta y sin influencias. Las hubo
de los andaluces y las habrá de los chinos”.
Sobre Andalucía: “¿Qué está
haciendo Andalucía para desarrollarse, aguardar las subvenciones? ¿Le otorga la
medalla del trabajo a la duquesa de Alba mientras no cesan los pelotazos
urbanísticos en la Costa del Sol? ¿Qué hace la izquierda de Chaves, que
no es Chávez?”.
Sobre las izquierdas: “Yo soy de izquierdas, por
lo tanto soy internacionalista. Hemos reconocido Montenegro, Croacia, Bosnia, ¿y
ahora nos ponemos estrechos con Kosovo? A mí me suena a contradicción, como con
los bancos”.
Sobre la banca, el problema, el origen de esta puñetera
crisis financiera: “Si yo doy dinero al banco, yo lo controlo. Ahora no tenemos
garantías claras de su devolución”.
Felipe Aranguren fuma sus años con sus
cafés con leche largos de café. Politólogo de carrera, aunque por ahí va
diciendo que es sociólogo para que no le tachen de “memo”. En Memoria del no
poder se halla su mensaje, que es un grito para no tirar la
toalla.
“No detenerte nunca. A muerte. / Tú eres un corredor de
fondo.”