A este respecto conviene recordar que, como expresión del rechazo que
suscitan en la generalidad de los ciudadanos los delitos singularmente
reprobables, los tratados internacionales y las legislaciones penales nacionales
los han declarado imprescriptibles. Tal es así en los casos de delitos de lesa
humanidad, de genocidio y en los delitos de guerra, pues su gravedad, su
imposible justificación y la radical injusticia que provocan, los hacen
particularmente abominables.
El terrorismo puede ser considerado un
delito de esa misma naturaleza, toda vez que, como expresó el profesor Reyes
Mate en la conferencia convocada por COVITE para presentar su iniciativa,
amenaza la existencia humana de todos los que no comparten los objetivos
políticos de las organizaciones que lo emplean; contamina a los actores
políticos al romper la simetría que es imprescindible para el funcionamiento de
la democracia; y fractura a la sociedad, empobreciendo así a la humanidad al
imposibilitar la ética de de la especie humana, esa ética que nos hace esperar
el respeto y el auxilio de los otros y que fundamenta la convivencia entre los
hombres.
El
Parlamento Europeo en 2005 destacó que «el terrorismo ataca las libertades,
incita a una polarización peligrosa y busca la destrucción, por métodos
violentos, de la democracia misma» (...) para concluir que «la exclusión de toda
consideración moral, causal o política de sus actos es un instrumento necesario
para su derrota»
La calificación de los delitos de terrorismo como crímenes
contra la humanidad cuenta con una larga trayectoria doctrinal, aunque aún no
hayan entrado dentro de esa categoría jurídica en el derecho penal
internacional. Así, ya en 1934 la Sociedad de Naciones adoptó una
Convención
para la prevención y represión del terrorismo e incluyó los delitos de
terrorismo dentro del ámbito competencial de la
Convención para la creación
de un Tribunal Penal Internacional. Pero esos tratados, al no ser
ratificados por un suficiente número de Estados, nunca entraron en vigor y hubo
que esperar cuatro décadas para que Naciones Unidas iniciara un proceso de
creciente adopción de medidas y recomendaciones destinadas a la prevención y
lucha contra
el terrorismo. Aun siendo incompleto el proceso
emprendido, ha dado frutos muy notables, incluyendo declaraciones inequívocas
acerca de la naturaleza especialmente rechazable de los delitos terroristas. De
este modo, en su informe ante la Asamblea General, significativamente titulado
Unidos contra el
terrorismo, el Secretario General de Naciones
Unidas señaló en 2006 que «las Naciones Unidas deben proyectar un mensaje claro
e inmutable basado en el principio de que el terrorismo es inaceptable»; y
añadió que «cualesquiera sean las causas que pretendan defender, cualesquiera
sean las injusticias a las que afirmen responder, el terrorismo no puede
justificarse». Asimismo, en su informe, el Secretario General concluyó que «los
actos terroristas niegan a sus víctimas el disfrute de sus derechos humanos más
fundamentales»; y en otro parágrafo añadió que esos actos «son una violación del
derecho a la vida, la libertad, la seguridad, el bienestar y el derecho a vivir
sin temor».
En el ámbito del viejo continente, el Parlamento Europeo, en
su recomendación sobre el
Plan
de Acción de la Unión Europea contra el
Terrorismo, aprobada en 2005, destacó que «el
terrorismo ataca las libertades, incita a una polarización peligrosa y busca la
destrucción, por métodos violentos, de la democracia misma». Asimismo, la cámara
europea señaló que «los actos terroristas, cualquiera que sea su naturaleza,
suponen en esencia un ataque directo a los derechos y libertades de los
ciudadanos, recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos». Y
añadió que «los asesinatos, las torturas, las persecuciones,
los secuestros
y las amenazas cometidas por los terroristas son acciones
humanas tan condenables y abyectas que en modo alguno pueden ser justificadas»,
para concluir que «la exclusión de toda consideración moral, causal o política
de sus actos es un instrumento necesario para su derrota».
Ese mismo
Parlamento Europeo, en la parte dispositiva de su recomendación, instó a los
Estados miembros de la Unión Europea a promover «la imprescriptibilidad de los
delitos de terrorismo, … expresando así la reprobación de la comunidad
internacional, que considera que figuran entre los crímenes más graves y más
inadmisibles contra la humanidad».