La historia de la obra de Sombart que acaba de editar por primera vez en
castellano la joven editorial madrileña Capitán Swing Libros, es una historia
sobre cómo un texto erudito, supuestamente dirigido a una minoría interesada,
termina por convertirse en todo un clásico de la sociología sobre los Estados
Unidos, un libro de referencia y consulta obligada, convertido en el punto de
partida de uno de los debates más longevos y productivos dentro de la
historiografía norteamericana: el debate sobre las razones y los factores que
han impedido que la doctrina socialista, que ocupa y ha ocupado un lugar de
honor en la tradición del pensamiento occidental europeo durante el siglo XX, no
ha sido capaz de enraizar en el suelo americano, donde las condiciones previas
(inexistencia del feudalismo y jerarquías sociales, democratización temprana y
espíritu igualitario o industrialización precoz y notable desarrollo económico)
parecían conjurarse para un triunfo incontestable de un socialismo que –en
palabras de Engels– avanzaría en los Estados Unidos “con una energía y un ímpetu
comparados con los cuales en Europa seremos tan sólo unos niños”.
Es en
1904 y con motivo de la Exposición Universal de Saint Louis, cuando una
delegación de intelectuales alemanes –entre ellos
Ferdinand Tönnies,
Ernst Troeltsch,
Max Weber y
Werner Sombart– acude a la
celebración del
Congress of Arts and Sciencie. Ya en ese Congreso, el
propio Sombart presentará ante el público americano una primera aproximación a
lo que él entendía por proletariado, empleando una palabra que, si bien de uso
común en Europa, representaba un concepto ciertamente novedoso al otro lado del
Atlántico. Un año después y con el título original –y menos llamativo– de
Estudios sobre la historia del desarrollo del proletariado
norteamericano, el
Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik
(la revista editada por Sombart, Weber y
Jaffé, en la que meses antes
había aparecido la primera versión de
La ética protestante y el espíritu del
capitalismo) publicaba una primera versión del texto de Sombart. Finalmente
en 1906 es editado ya en formato libro con el título definitivo de
¿Por qué
no hay socialismo en los Estados Unidos? (
Warum gibt es in den
Vereinigten Staaten keinen Sozialismus?).
Sombart combina de forma magistral
el análisis comparativo –entre socialismo alemán/europeo y americano– más
erudito, con la exposición de una serie de sugerentes y atrevidas hipótesis
sobre el fracaso del socialismo en los Estados Unidos que, si bien matizadas o
ampliadas con el paso de los años, no han dejado de ser el punto de referencia a
partir del cual se construye cualquier discurso sobre el
tema
Pese a que algunos estudiosos del
socialismo en los Estados Unidos suelen considerar el libro de Sombart como un
estudio poco documentado y con un marcado sesgo ideológico (Sombart era, en el
momento de aparición del libro, un autor de ideas filosocialistas), hay que
decir que, si más de cien años después la obra de Sombart se sigue leyendo,
reeditando y discutiendo, esto se debe a un conjunto de razones que hacen de
¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?, un clásico de la
literatura social sobre los Estados Unidos. Entre estas razones destaca el hecho
de que el estudio de Sombart combina de forma magistral el análisis comparativo
–entre socialismo alemán/europeo y americano– más erudito (el libro contiene un
aparato crítico imponente, con multitud de notas, cuadros y estadísticas), con
la exposición de una serie de sugerentes y atrevidas hipótesis sobre el fracaso
del socialismo en los Estados Unidos que, si bien matizadas o ampliadas con el
paso de los años, no han dejado de ser el punto de referencia a partir del cual
se construye cualquier discurso sobre el tema. Es quizá esta mezcla entre el
riguroso método sociológico empleado por Sombart y la fuerza descriptiva que
poseen algunas de las teorías lanzadas por el autor alemán, lo que hace que la
obra no haya perdido un ápice de su actualidad.
A la hora de elaborar su
personal conjetura sobre la ausencia del socialismo en la sociedad americana,
Sombart parte de una primera constatación: los Estados Unidos son el territorio
del planeta en el que el desarrollo capitalista ha alcanzado su máxima
expansión. Apoyado en esta realidad y en la premisa marxista según la cual un
capitalismo fuerte generaba como reacción natural un movimiento obrero fuerte,
Sombart aplicaba una regla de tres que le llevaba a inferir una ecuación
–aparentemente– difícil de refutar: “
Si el socialismo moderno –tal como yo he
supuesto siempre y he dicho a menudo– sigue al capitalismo como una reacción
necesaria, el país con un desarrollo capitalista más avanzado –es decir, los
Estados Unidos– debería ser al mismo tiempo el país clásico del socialismo; sus
trabajadores deberían ser el soporte del movimiento radical socialista por
excelencia. […] De hecho esta afirmación merece nuestra mayor atención: ¡un país
sin socialismo a pesar del más alto desarrollo capitalista!; ¡la doctrina del
socialismo ineluctable desvirtuada por los hechos! No puede haber nada más
importante para el teórico social ni para el político social que analizar este
problema” (p. 50). Y eso es precisamente lo que se propuso Sombart en su
obra: analizar el porqué de ese enigma, la razón de ser de esa contradicción
lógica, la esencia del célebre excepcionalismo norteamericano.
De entre
los múltiples y variados argumentos que aduce Sombart, dos son los que mayor
influencia han ejercido sobre la literatura posterior. La primera gran razón que
explicaría el carácter marginal y residual del socialismo norteamericano es una
razón de naturaleza histórica. La ausencia en la historia de los Estados Unidos
de las rígidas estructuras jerárquicas y aristocráticas propias de la sociedad
feudal europea, habrían hecho de la americana una sociedad eminentemente
burguesa y propensa –al menos desde el punto de vista formal y legal– a un
igualitarismo democratizante que tiene como base primera e irrenunciable el
principio del individualismo. Nobleza, clero o campesinado son categorías de
análisis inviables según Sombart para el contexto americano; un contexto de
mayor movilidad social en el que lo individual siempre se privilegia sobre lo
colectivo. El trabajador americano, haciendo gala de un optimismo ilimitado y un
patriotismo acrítico y casi mesiánico, se convierte en el análisis de Sombart en
un cómplice incomprensible del régimen capitalista, hasta el punto de que se le
considera la propia base del sistema, su fuerza motriz. En este contexto,
concluye Sombart, cualquier apelación al sentimiento de clase se torna estéril,
cualquier referencia a la misión revolucionaria del proletariado carece de
sentido. En un ambiente en el que la propiedad individual tiene el rango de
sagrada (“No hay país en el mundo –había dicho años antes
Tocqueville– en
donde el sentimiento de la propiedad se manifieste más activo e inquieto que en
los Estados Unidos”), el espíritu del socialismo ortodoxo es un fantasma; la
lucha de clases marxista, una quimera.
Lo que nos ofrece Sombart en su
ensayo es una visión de conjunto, un estudio comparativo entre el socialismo
europeo y el americano que trata de responder –y en buena medida lo hace– a un
enigma aparente
La segunda idea de Sombart
que ha hecho fortuna es la que hace referencia a la capacidad del trabajador
americano para emigrar hacia el Oeste como una forma de escapar a lo que él
llama “yugo del capitalismo”. La enorme riqueza del continente en tierras
vírgenes por trabajar, habría hecho que a la capacidad de movilidad social del
trabajador americano se uniese una capacidad de movilidad geográfica que abría
todo un mundo de posibilidades. Sin embargo, estas dos vías de escape eran
también dos obstáculos que imposibilitaban la creación de asociaciones políticas
o sindicales mínimamente consistentes. Si la naturaleza democrática del sistema
social americano beneficiaba a la iniciativa individual y dificultaba la
formación de una conciencia de clase que aunara los intereses del proletariado
americano, la capacidad de movilidad social hacía del americano medio un
auténtico “hombre de frontera”, un jornalero puro que se desplazaba
continuamente allí donde las condiciones de trabajo eran más favorables, de
forma que no establecía una residencia fija y, por tanto, difícilmente podía
trabar lazos de solidaridad con sus semejantes.
A estas dos razones de
peso, el sociólogo alemán añadía otras muchas de tipo económico, político y
social. A nivel económico, por ejemplo, Sombart afirma y demuestra con datos que
el nivel de vida y el poder adquisitivo del asalariado americano era superior al
del europeo. Desde el punto de visto político, el ensayo también dedica varias
páginas a analizar el sistema bipartidista americano y a explicar cómo las dos
macroestructuras de los grandes partidos captaban e incluso compraban con cargos
y prebendas a los líderes sindicales más activos, impidiendo así la formación de
un Partido Socialista sólido. Y hablando de la estructura social, Sombart pone
un especial hincapié en recalcar una y otra vez el desarrollado sentimiento de
igualdad que domina una sociedad americana en la que el trabajador más humilde
se desenvuelve sin ningún complejo: “
No encontramos ese estigma exterior de
clase que llevan casi todos los trabajadores europeos. En su apariencia, en su
comportamiento, en su forma de hablar, el trabajador norteamericano se
diferencia llamativamente del europeo. Lleva la cabeza bien alta, anda
elásticamente, se siente libre y alegre como cualquier burgués. Nada en él
revela opresión o sumisión” (p. 178).
En resumen, se puede decir que
en
¿Porqué no hay socialismo en los Estados Unidos? no se ofrece una
razón única, una causa primera que explique la existencia del único país
industrializado en el que ningún Partido Socialista (
Eugene Debs logró el
mejor resultado electoral del Partido Socialista Americano con un meritorio pero
testimonial 6% de voto popular en 1920) ha conseguido arraigar con la suficiente
fuerza. Lo que nos ofrece Sombart en su ensayo es una visión de conjunto, un
estudio comparativo entre el socialismo europeo y el americano que trata de
responder –y en buena medida lo hace– a un enigma aparente. Es verdad que, pese
a su exhaustividad y rigor, la obra de Sombart pasa por alto algunos elementos,
luego considerados decisivos. En este sentido, factores como la importancia de
la religión protestante en la conformación del capitalismo o, sobre todo, la
diversidad étnica y cultural de los inmigrantes europeos que integraban el
proletariado norteamericano y dificultaban con ello su cohesión, se echan en
falta en el análisis de Sombart.
El texto de Sombart se ha ganado por
méritos propios el título de ser un clásico de la disciplina sociológica y un
libro, bajo mi punto de vista, inexcusable para el estudio de la sociedad
norteamericana contemporánea
En cualquier
caso, son lagunas mínimas que no empañan una obra extraordinaria en su conjunto.
Como prueba el hecho de haber inspirado un debate en la historiografía americana
que cumple ya más de un siglo y la constatación de que la obra se sigue
traduciendo y reeditando, el texto de Sombart se ha ganado por méritos propios
el título de ser un clásico de la disciplina sociológica y un libro, bajo mi
punto de vista, inexcusable para el estudio de la sociedad norteamericana
contemporánea. Dice
Javier Noya en el texto de este volumen que sirve de
presentación al de Sombart que “quizás no sea tan pretencioso decir que, junto
con
La democracia en América de Tocqueville o el más reciente
Hábitos
del corazón de Bellah y compañía, esta obra de Sombart es una de las
aproximaciones más interesantes a la sociedad americana” (p.12). Aunque mi
opinión no concuerda del todo con la de Noya (no creo que la obra de Sombart
esté a la altura de la de Tocqueville), comparto con él la admiración por una
obra cuya actualidad está fuera de toda duda.
En este sentido, los
amantes de la historia de los Estados Unidos nos debemos felicitar por la
iniciativa que ha tenido Daniel Moreno –como editor y máximo responsable de
Capitán Swing Libros– al rescatar este clásico y editarlo por primera vez en
español y en formato libro (la traducción al español había aparecido en 1995 en
el número 72 de la revista
Reis), en una edición cuidada que recoge,
además de la traducción del texto de Sombart hecha por Javier Noya Miranda y
Christine Löffler, un texto del propio Noya –“Socialismo, fútbol y
movilidad social, a propósito de
¿Por qué no hay socialismo en los Estados
Unidos?”– a modo de presentación, y la traducción de uno de los más
destacados artículos que han alimentado ese debate del que hemos hablado –
The
Failure of the American Socialism Reconsidered (1979)– de
Jerome
Karabel (Profesor de Sociología en la Universidad de California, Berkeley),
a modo de epílogo.
En conclusión, pues, podemos decir que, si la
aparición en el mercado español de buenos libros siempre es motivo de alegría en
estos tiempos de superproducción editorial, la publicación de una joya de la
literatura sociológica como es este texto del autor de
El burgués o
Lujo y capitalismo (libros, estos sí, disponibles en español desde hace
años), supone una gratísima noticia que propicia, además, una paradoja más que
curiosa. Sombart termina su ensayo profetizando el triunfo del socialismo en los
Estados Unidos en la generación siguiente a la suya. ¿Error de cálculo?,
¿Ingenuo exceso de optimismo? No lo sé, es muy posible. Lo que sí sé es que en
medio de esta crisis financiera mundial, la mayor en la historia del capitalismo
según algunos, en Estados Unidos empieza a hablarse seriamente (
el Nobel Paul
Krugman se ha cansado de repetirlo) de una vuelta al
New
Deal, de una política con mayor contenido social. La oportuna aparición en
España del libro de Sombart, coincidiendo con esta crisis del capitalismo
mundial que no toca fondo, no deja de tener su punto irónico. Viendo que el
barco del capitalismo americano navega a la deriva y amenaza con hundirse, a un
humilde lector se le plantea una pregunta mordaz: ¿Será el siglo XXI el que vea,
por fin, ese triunfo del socialismo en los Estados Unidos anunciado por Sombart
hace ahora más de un siglo?
Si desea comprar el libro, pulse en el logo de
PARADOX: