Contratos para inmigrantes

Contratos para inmigrantes



Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América Latina de la UNED e investigador principal del Real Instituto Elcano

José Luis Rodríguez Zapatero

José Luis Rodríguez Zapatero

Fidel Castro

Fidel Castro

Hugo Chaves

Hugo Chaves

Evo Morales

Evo Morales

Lula da Silva

Lula da Silva

David Choquehuanca

David Choquehuanca

Felipe Quispe

Felipe Quispe


Análisis/Política y sociedad latinoamericana
Lugares comunes latinoamericanos: Los inmigrantes llegaban masivamente sin visas ni restricciones
Por Carlos Malamud, martes, 1 de julio de 2008
La aprobación por el Parlamento europeo de la llamada directiva del retorno ha provocado una gran cantidad de protestas en América Latina debido, sobre todo, a los numerosos inmigrantes latinoamericanos arribados a Europa en los últimos años, especialmente a España. Buena parte de las protestas aludió a la prolongada tradición latinoamericana de recibir a millones de inmigrantes europeos sin ningún tipo de visado ni de restricciones, al contrario de lo que hace la Unión Europea (UE). Sin embargo, a poco de revisar la legislación migratoria de los principales países receptores de América Latina la realidad adquiere matices y criterios bastante alejados de los mensajes más críticos con los “incivilizados europeos”.
No es el objetivo de este escrito discutir la más que polémica directiva europea sobre la inmigración ilegal y las circunstancias para la expulsión de inmigrantes. Vaya por delante mi condena a cualquier norma migratoria o a cualquier intento de controlar los movimientos de personas en el mundo. En Europa misma hay posiciones contradictorias al respecto, desde la afirmación del presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, que afirma que la medida es “un avance progresista”, hasta las condenas sin paliativos de los verdes. En América Latina el tono de las protestas varió de acuerdo a la naturaleza del emisor y las más furibundas provinieron de aquellos mandatarios populistas nacionalistas, como Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa. Otros mandatarios, casos de Alan García o Lula da Silva, también manifestaron abiertamente su discrepancia con la normativa, pero desde una perspectiva más moderada.

Evo Morales señaló que “Hasta finales de la Segunda guerra mundial, Europa fue un continente de emigrantes. Decenas de millones de europeos partieron a las Américas para colonizar, escapar de las hambrunas, las crisis financieras, las guerras o de los totalitarismos europeos y de la persecución a minorías étnicas... A los países de América Latina y Norteamérica llegaron los europeos, masivamente, sin visas ni condiciones impuestas por las autoridades. Fueron siempre bienvenidos, Y. lo siguen siendo, en nuestros países… que absorbieron… la miseria económica europea y sus crisis políticas. Vinieron a nuestro continente a explotar riquezas y a transferirlas a Europa, con un altísimo costo para las poblaciones originales”. Tras su contundente diagnóstico, que pinta un pasado totalmente rosa de la historia de la inmigración latinoamericana, concluyó de forma tajante: "Si esta directiva fuese aprobada, quedaríamos en la imposibilidad ética de profundizar las relaciones con la Unión Europea y nos reservamos el derecho de imponer a los ciudadanos europeos las mismas obligaciones de visa que se nos impuso el 1 de abril de 2007, según el principio de reciprocidad". Mala cosa cuando la ética se mezcla con la política y, sobre todo, cuando el futuro de muchos bolivianos puede estar en juego, así como el futuro de la negociación de un Tratado de Asociación entre la UE y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), aunque parece que esto último es un tema que a Morales mucho no le preocupa.

Fidel Castro recordó que “los emigrantes son fruto de la explotación colonial, semicolonial y capitalista”

En la misma línea Fidel Castro habló de la hipocresía europea, especialmente en relación a la modificación de la política común de la UE hacia Cuba, pero también por “la brutal medida europea de expulsar a los inmigrantes ilegales latinoamericanos”, provenientes de países que, en algunos casos, tienen en su mayoría población de origen europeo y recordó que “los emigrantes son además fruto de la explotación colonial, semicolonial y capitalista”. Rafael Correa amenazó con explorar “la posibilidad de cortar” el diálogo entre la CAN y la UE, al considerar a “la “directiva de la vergüenza” un producto que “demuestra [la] incivilización de naciones que se creen los más civilizadas del mundo” y que la UE “criminaliza” a los emigrantes. “Países civilizados no podemos hablar con otros que han ejercido esa clase de conductas… ¿Qué tenemos que hablar con una unión de países que criminaliza a los emigrantes?”. Para Correa, el bienestar actual de Europa “depende de todo el saqueo que hicieron en nuestros territorios” en la época colonial.

Hugo Chávez calificó de “indignante” a la “normativa del bochorno”. Por ello, no sólo amenazó con no suministrar combustible a los países europeos que la apliquen, sino también implementar una medida similar a las inversiones europeas. "Al menos en Venezuela. Aquí no nos hacen falta... Vamos a revisar las inversiones que tienen aquí para aplicar nosotros también una directiva del retorno. ¡Retornen sus inversiones para allá!”. Lula fue más matizado y tras condenar la medida como xenófoba, señaló que se trata de una iniciativa impulsada por unas naciones con miedo de perder su “status quo” ante el avance de los países emergentes. En la misma línea, el peruano Alan García solicitó la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Resulta bastante absurdo pedir que las políticas migratorias no sean contradictorias o discriminatorias

También resulta digno de atención el comunicado de las Madres de Plaza de Mayo, que convocaron: “A las mujeres y hombres de todos los países de la Comunidad Económica Europea que se están convirtiendo en mujeres y hombres sin corazón: Las medidas discriminatorias que quieren implementar con los inmigrantes de todos los países del llamado tercer mundo, con prisión o deportación, son medidas salvajes. Como Madres les preguntamos qué hubiera pasado si en los años de las guerras, de las hambrunas del primer mundo nuestros países les hubiesen cerrado las puertas. Cuántos de nosotros hubiésemos muerto de hambre en la Europa rica de hoy y destruida ayer por las infames guerras. Vuestros países usaron a los inmigrantes como mano de obra barata y ahora ante la decadencia de estos estados, los condenan a volver al hambre y a la desesperación”.

Si bien no provocan sorpresa los embates y las duras críticas contra la directiva europea, si resultan cuanto menos llamativas las apelaciones a la ética, a la coherencia o las acusaciones de hipocresía. En realidad, resulta bastante absurdo pedir que las políticas migratorias no sean contradictorias o discriminatorias, cuando toda política migratoria que se precie y que resulte aprobada en cualquier país del mundo termina siendo, por la propia naturaleza de la norma, hipócrita, discriminatoria, contradictoria y no inclusiva. Toda pretensión de legislar lo que no se puede legislar, lo que es imposible de legislar, como es la movilidad de los seres humanos, lleva forzosamente a cometer injusticias y contradicciones de todo tipo. Recuérdese aquello de la inutilidad de poner puertas al campo.

Valdría la pena recordar los numerosos testimonios sobre las condiciones de vida de muchos inmigrantes europeos que eran sometidos a duras y crueles condiciones de trabajo por sus patrones locales

En el caso que nos ocupa habría que preguntarse, en primer lugar, por las restricciones migratorias existentes en los países de América Latina que reciben flujos migratorios de sus vecinos y las condiciones en que son tratados. Igualmente, valdría la pena recordar los numerosos testimonios sobre las condiciones de vida de muchos inmigrantes europeos, que si bien no eran sometidos a la explotación colonial o semicolonial, que diría Fidel Castro, si eran sometidos a duras y crueles condiciones de trabajo por sus patrones locales. Los países que comenzaron recibiendo a las migraciones masivas europeas en la segunda mitad del siglo XIX, como Argentina, Uruguay o Brasil habían abierto sus puertas, sí, pero únicamente a los europeos y si eran del norte, es decir, blancos y rubios, tanto mejor. La ley argentina 817 era claramente selectiva en lo referente al origen de los inmigrantes y las condiciones que éstos deberían cumplir. El capítulo V de la misma estima como inmigrante al que llegase "en buques de vapor o a vela, pagando pasaje de segunda o tercera clase". La ley uruguaya 2.096, de 1890, hacía consideraciones similares, pero iba más lejos al exceptuar del régimen de libre entrada al país a: “La inmigración asiática y africana y la de los individuos generalmente conocidos con el nombre de húngaros o bohemios” (es decir, a los gitanos).

También se podría recordar, por aquello que señaló Evo Morales, que los europeos siempre fueron bienvenidos en América Latina y que siempre llegaron “sin visas y sin condiciones impuestas por las autoridades”, algunos pocos contraejemplos. La ley 4.144 de Argentina, también llamada “de residencia”, aprobada en 1902, permitía la expulsión de extranjeros sin juicio previo y sin ningún tipo de control judicial y legislativo. Como ha señalado Fernando Devoto esta norma también facultaba al gobierno a impedir el desembarco de personas contrarias al ordenamiento social o al sistema de gobierno. Se podría pensar que una ley claramente represiva como ésta fue producto de un “gobierno oligárquico”, pero habría que señalar que la misma recién fue derogada en 1958 y que sobrevivió a los gobiernos presuntamente más progresistas, como fueron los del radical Hipólito Yrigoyen y Juan D. Perón. Esta norma, como otras similares, fue aplicada contra militantes obreros, entre los que había “terroristas” anarquistas, pero también socialistas y comunistas que vieron negada su entrada en muchos países de la región. Después de la crisis de 1929, los países receptores de lo que se conoció como las migraciones europeas masivas, que por cierto no llegaron a Bolivia, aplicaron políticas sumamente restrictivas a la inmigración, que afectaron, por ejemplo, a los refugiados republicanos españoles o a los judíos que huían del nazismo alemán.

Así venimos a descubrir que el racismo no existía en las culturas originarias y que en lo que hoy es América vivía otra clase de hombres, que no guerreaban, no se conquistaban los unos a los otros y no explotaban a sus vecinos

En esta disputa está claro que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. De alguna manera esto está en consonancia con la tendencia revisionista últimamente en boga en América Latina que pretende presentarnos un mundo absolutamente feliz e idílico antes de 1492. Así venimos a descubrir que el racismo no existía en las culturas originarias y que en lo que hoy es América vivía otra clase de hombres, que no guerreaban, no se conquistaban los unos a los otros y no explotaban a sus vecinos.

El ministro de Exteriores de Bolivia, David Choquehuanca, se manifestó en esta línea y señaló que las lenguas de los llamados pueblos originarios no tienen siquiera una palabra que defina al racismo, una idea, un sentimiento, que sólo llegó con los conquistadores el 12 de octubre de 1492. Como consecuencia de ello "Nosotros no somos racistas, la palabra raza no existe en nuestra cultura, no existe en las lenguas originarias". En la misma línea Felipe Quispe afirmó que: “He investigado la palabra raza en quechua, guaraní, aymara y otras lenguas y no existe, eso quiere decir que no existió, no hubo raza, y quien la trajo fue Colón. Desde ese momento nos ven como inferiores y desde ahí existe el racismo”. Esta idea de que el racismo no existe entre los pueblos indígenas está muy difundida entre los intelectuales y dirigentes indigenistas, así como en el discurso de ciertas ONG que los apoyan, y que de extremar el discurso colocaría a los indígenas en una situación clara de superioridad moral respecto a los occidentales y a la mayoría de las civilizaciones humanas. Como se ve, el razonamiento es similar al utilizado en la disputa migratoria, donde la incivilizada e insolidaria Europa, tras explotar a los inmigrantes, se dedica a expulsarlos sin más.