Lo que quizá nunca llegó a imaginar Márai es que su exilio voluntario 
supondría a medio y largo plazo el ostracismo más absoluto para el escritor, 
quien como tal vino a desaparecer de la cultura y el idioma de su país natal por 
orden de los dirigentes comunistas húngaros, quienes hicieron de él y de su obra 
débiles fantasmas recordados sólo por los más viejos del lugar. Márai fue 
considerado por las nuevas autoridades como ejemplar perfecto del exitoso y 
prolífico escritor burgués, y como tal fue condenado y sentenciado con singular 
eficacia.
En no mucho tiempo Sándor Márai pasó de ser uno de los 
novelistas más leídos, famosos, considerados y publicados de Centroeuropa, a ser 
un perfecto autor olvidado y desconocido, cuyos libros fueron expurgados de las 
bibliotecas públicas y perseguidos hasta su práctica desaparición de las 
privadas.
No ha sido éste, por circunstancias que pueden variar mucho, un destino 
inusual para la obra de algunos escritores, en un sentido o en otro, es decir, 
para pasar del éxito y la popularidad a la práctica desaparición, o al revés, 
para pasar del anonimato completo a ser referencia inexcusable de una literatura 
o un idioma. En este último caso pienso, por ejemplo, en Pessoa o en Kafka. No 
lo sé, pero es posible que finalmente, a largo plazo, el reconocimiento de la 
obra de un escritor dependa sólo de su calidad intrínseca, de las circunstancias 
históricas en las que fue creada y de las del tiempo que la recibe. 
Márai es un peso pesado de la narrativa 
centroeuropea del pasado siglo, un verdadero gigante de la literatura del que, 
además, sólo hemos podido leer en nuestro idioma la punta del iceberg, pues su 
obra es extensísima
La 
obra de Márai fue redescubierta en Italia en 
la última década del siglo XX, no mucho después de la desaparición del escritor, 
cuando se publicó con un extraordinario éxito la novela 
El último 
encuentro, una breve obra maestra. El éxito en Italia provocó que la novela 
fuera traducida a otros idiomas y que el suceso se multiplicase. España no fue 
una excepción, y 
El último encuentro se convirtió en una verdadera 
revelación cuando la editorial Salamandra la editó en castellano. Tan grande fue 
el número de ventas y tan magníficas las críticas, que Salamandra no tardó en 
publicar otra novela del húngaro, 
La herencia de Eszter, con parecidos 
resultados. A estos dos títulos les siguieron otros en el tiempo, prácticamente 
uno cada año: 
Divorcio en Buda, La amante de Bolzano, La mujer justa, 
Confesiones de un burgués, ¡Tierra, tierra!, La 
hermana. 
Imagino que no todos estos títulos alcanzasen ni por asomo 
las ventas de 
El último encuentro, pero sí han demostrado al lector en 
español que Márai es un peso pesado de la narrativa centroeuropea del pasado 
siglo, un verdadero gigante de la literatura del que, además, sólo hemos podido 
leer en nuestro idioma la punta del iceberg, pues su obra es extensísima, tal 
como puede comprobar el lector curioso recurriendo a la ahora casi inevitable 
Wikipedia electrónica.
A los ocho títulos aquí mencionados (dos de ellos volúmenes de memorias) 
deben sumársele otros tres, dos imagino que inencontrables: Música en 
Florencia, editado por Destino en 1951; A la luz de los 
candelabros, también Destino pero de 1967; y la muy reciente La 
extraña, cómo no, editado en Salamandra.
Y Askenasi es también el símbolo, la 
metáfora, de ese burgués europeo de los años 1930 que incluso a costa de su 
autodestrucción, y sin tener una idea muy clara de los motivos racionales que lo 
llevan al caos, se empeña en la aventura de socavar poco a poco los cimientos de 
su propia identidad cultural y social
La extraña, por tanto, es lo último de Márai publicado en 
español, y es el objeto de estos párrafos. Hasta ahora, los mayores éxitos del 
húngaro en nuestro país eran historias de amor, melodramas, escritos con una 
finura psicológica y un dominio literario de los entresijos del alma humana 
ciertamente pasmosos. Por eso auguro que este nuevo libro no disfrutará, me 
parece, tanto del favor del público como los anteriores, siendo, sin embargo (y 
cuanto más lo pienso más me lo parece), una gran novela; una novela de una 
lucidez deslumbrante y dolorosa. 
La extraña no es una novela de 
amor, aunque en ella sean claves las relaciones de pareja. La extraña es 
la narración –desde la sutil metáfora- de un extravío, del extravío de una forma 
de ser europeo y burgués (mitteleuropeo más concretamente) que estaba a 
punto de desaparecer para siempre en el momento en el que el autor la publicó 
por primera vez. Es decir, 1934, justo al año siguiente de que Hitler llegase al 
poder en Alemania y comenzase una década de pesadilla de consecuencias 
devastadoras para toda Europa, pero especialmente para la Europa central que, 
tras la Segunda Guerra Mundial, emergió siendo otra muy distinta, con nuevos 
países, nuevas políticas, nuevas clases sociales, nuevas economías…, y la 
desaparición para siempre de formas de vida que después nunca más volvieron a 
ser igual.
La extraña cuenta la historia, con flashback 
incluidos, de Viktor Askenasi (judío, por su apellido), profesor del Instituto 
de Estudios Orientales de París, quien marcha de vacaciones de verano al Hotel 
Argentina de Dubrovnik (geografía donde dio inicio la Primera Guerra Mundial), 
después de haber descubierto en la relación con una mujer, que no es su esposa, 
un reducto de libertad. Askenasi reflexiona durante su estancia en el hotel 
sobre su propia vida y las consecuencias de los pasos que ha dado para librarse 
de la opresión y grisura mecánica de su estable vivir burgués, e incluso está 
dispuesto a asumir las consecuencias de sus actos como un paso ineludible en el 
camino hacia la plenitud y libertad personal que le promete el desafío a los 
convencionalismos burgueses y su anquilosada y correcta monotonía. Pero Askenasi 
descubre poco a poco que esa libertad nueva y anhelada tiene una cara imprevista 
que lo sume en el desconcierto, y quizá en la locura.
Sólo cinco años después de la aparición de 
La extraña, el nazismo dio comienzo a la guerra más terrible que ha 
conocido el hombre y a los campos de concentración, la mayor negación del 
concepto humanidad que han visto los tiempos
En La extraña Márai construye una precisa y metódica 
radiografía literaria, con forma de evidente metáfora, del momento histórico que 
estaba viviendo a principios de los años 30 del pasado siglo. Víktor Askenasi es 
la metáfora, el símbolo quizá mejor, de la Europa central culta, próspera, 
civilizada, tranquila y burguesa que era la columna vertebral de esa geografía 
europea desde hacía décadas y había logrado hasta esas fechas los mayores logros 
de prosperidad y civilización jamás conocidos. 
Y Askenasi es también el 
símbolo, la metáfora, de ese burgués europeo de los años 1930 que incluso a 
costa de su autodestrucción, y sin tener una idea muy clara de los motivos 
racionales que lo llevan al caos, se empeña en la aventura de socavar poco a 
poco los cimientos de su propia identidad cultural y social, situándolo en un 
lugar y en una situación impredecibles incluso a corto plazo. 
En la 
novela de Márai (escrita de una forma bastante moderna en la que se mezclan los 
diálogos interiores, las descripciones, los diálogos al uso, los 
flashback, los puntos de vista del mismo suceso, etc…) el final queda sin 
precisarse, sin cerrarse del todo, aunque el lector sabe que la locura y la 
irracionalidad desquiciada han hecho de algún modo acto de presencia para 
quedarse. Sólo cinco años después de la aparición de La extraña, el 
nazismo dio comienzo a la guerra más terrible que ha conocido el hombre y a los 
campos de concentración, la mayor negación del concepto humanidad que han visto 
los tiempos. 
La extraña es la novela extraña, desconcertante, 
inteligente, lúcida, afilada como un bisturí, de un verdadero visionario que, 
además, escribía francamente bien. La extraña es la crónica lírica, 
envuelta en metáforas hoy quizá poco legibles como tales para el lector actual, 
de la autodestrucción espiritual de la burguesía mitteleuropea de los años 1920 
y 1930; la crónica de la autodestrucción de la raza y clase a la que pertenecía 
el propio Márai. ¡Cómo debió sufrir el autor escribiendo estas páginas, qué 
dolor no lo pudo producir su propia inteligencia histórica para analizar el 
momento que le tocó vivir! ¡Qué duro debe resultar ser tan inteligente, tan 
sensible, tan gran escritor! 
La extraña, hoy, nos resulta 
extraña, pues trata de lo que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos, 
sentimientos, situaciones, zozobras espirituales que están tan alejadas de 
nuestro sentir contemporáneo como las de los hombres del medievo. ¡A qué 
velocidad se desenvuelve la Historia!