El pasado 11 de febrero llegaba por fin el día de servirlo todavía caliente, con el aroma propio de lo recién hecho.
Un día en el mundo, primer disco del grupo madrileño
Vetusta Morla –
Pucho (voz),
David “el Indio” (batería y coros),
Álvaro Benito (bajo),
Jorge González (percusión y secuencias),
Guillermo Galván (guitarra y coros) y
Juan Manuel Latorre (guitarra y teclados)– salía al mercado, después de varios años de intenso trabajo. Tantos años como nueve, puesto que ese es, ni más ni menos, el largo camino recorrido por el grupo desde que unos jóvenes amigos de Tres Cantos (Comunidad de Madrid) comenzaron a reunirse para compartir sus experiencias con la música. Desde entonces hasta ahora ha llovido mucho. Habituales de los locales nocturnos madrileños, han paseado su potente directo por rincones de España e Italia, incluso Beirut y el Líbano. Ya habían grabado varias maquetas, habían sido finalistas en concursos y festivales, se atrevieron con un EP –
Mira (Autoeditado, 2005) –, de producción propia e incluso ya más recientemente, pasaron ese bautismo de fuego que supone para cualquier grupo nacional, el paso por
Los Conciertos de Radio 3 de RNE-TVE.
Tuvieron paciencia para grabar el disco y han elegido el momento justo. Lo han hecho con un sello propio, nunca mejor dicho. El empeño y el esfuerzo puesto en el disco les hizo buscar una discográfica que apostara fuerte por ellos. No encontraron lo que buscaban y se lanzaron a la arriesgada tarea de crear su propio sello discográfico,
Pequeño Salto Mortal, un experimento de nombre muy oportuno –dicen los miembros del grupo que en parte ha sido un salto mortal el sacar el disco –que les ha permitido, con la ayuda de los productores
Manuel Colmenero y
Javibu Carreterro de los Estudios Sonobox de Madrid, grabar un disco independiente y libre de imposiciones. Esta dificultad por encontrar la discográfica apropiada tiene mucho que ver con su particular estilo musical, que sin ser un producto excesivamente comercial
a priori (por la complejidad de sus letras), tampoco es aceptado por los puristas del rock independiente, mucho más preocupados por el sonido que por el contenido lírico de las letras: “
llevamos mucho tiempo escuchando que somos demasiado mainstream
para encajar en los esquemas independientes y demasiado indies
como para gustar a un público masivo”.
Vetusta Morla: Un día en el mundo (vídeo colgado en YouTube por keloide)En efecto, el sonido de
Vetusta Morla es algo nuevo pero conocido, diferente pero familiar a la vez:
“Nos gusta decir que Vetusta Morla suena a algo que has escuchado antes pero no puedes decir exactamente dónde los has escuchado, suena familiar pero no a repetición”. El sexteto madrileño trata de unir dos cosas aparentemente incompatibles: el sonido de un combo clásico de rock por una parte, con unas letras en castellano –éste es quizá uno de sus valores más apreciados, el hecho de renunciar al inglés, siempre más comercial, para apostar decididamente por el castellano– que encajan a la perfección en los esquemas del pop
-rock anglosajón con el que se identifican. En este sentido, se les ha comparado con
Los Piratas como antecedente español, aunque también son innegables sus conexiones con
Coldplay o
Radiohead y, por supuesto, con
The Beatles (una canción del disco se titula
Saharabbey Road).
Pero sin duda alguna, el fuerte de Vetusta Morla es su potente directo y es la baza que han jugado con el disco. Un día en el mundo trata de captar la fuerza y la magia del directo de los tricantinos, la naturalidad y emoción que transmite el sexteto en sus potentes conciertos en vivo, sin artificios tecnológicos ni perfección técnica. En los nueve años de convivencia, el grupo ha creado un universo y un lenguaje propios; un lenguaje que denuncia –a través de estas doce canciones– el cinismo de nuestra sociedad (son constantes las alusiones a disfraces, actrices, ficción o espejismos) y narra la épica de la vida cotidiana.
Reportaje de Vetusta Morla en cyloop, febrero 08 (colgado en YouTube por vetustamorla)
Dentro del tono triste y melancólico que crea una atmósfera opresiva – atravesada en ocasiones por destellos de luz y de vida –, el disco recoge una variedad de temas que se unen como un puzzle perfecto en el que todo encaja. Así, encontramos cortes melódicos y sensibles como
La Marea o
Al respirar, piezas cuidadas que se benefician del que es, sin duda, otro de los puntos más fuertes del grupo, la personalísima e inconfundible voz de su vocalista
Pucho, cuyo timbre consigue expresar como nadie la emoción de sus letras. Junto a ellos encontramos también, temas más agresivos como
La cuadratura del círculo o
Valiente. Y en medio de todas ellas, la que es para mí la mejor canción del disco, una preciosa balada titulada
Copenhague (véase vídeo de la formidable versión acústica al final). Y es que escuchando el disco, uno puede escuchar y revivir toda la trayectoria del sexteto, que ha seleccionado solamente lo mejor de su repertorio, aquello de lo que se sienten orgullosos y constituye la esencia misma del sonido
Vetusta Morla:
“En cierto modo es un grandes éxitos por decirlo así. Son canciones de épocas bastante distintas: de la más reciente a la más antigua pueden transcurrir unos cuatro o cinco años”. Y para que todo quede redondo, el disco se acompaña con
La canción número 13, un DVD dirigido por
Guillermo Galván y que incluye varios extras sobre la grabación del disco.
En definitiva, si esto fueran los
80s podríamos recurrir a ese lema –“
de Madrid al cielo”– que hizo célebre la
Movida Madrileña, porque esto ya va en serio. Han llegado de forma sigilosa y prudente –como la tortuga de
La Historia Interminable que les da nombre–, pero han llegado para quedarse mucho tiempo. Si la crítica les ha acogido muy bien, el gran público les empieza a conocer ahora, poco a poco, bocado a bocado, paladeando y masticando bien lo que tanto ha costado de cocinar.
Vetusta Morla: Conpenhague (vídeo colgado en YouTube por elka80)