Jorge Duarte: Crónica rosa (Ediciones Carena, 2007)

Jorge Duarte: Crónica rosa (Ediciones Carena, 2007)

    TÍTULO
Crónica Rosa

    AUTOR
Jorge Duarte

    EDITORIAL
Ediciones Carena

    GÉNERO
Novela

    OTROS DATOS
Barcelona, 2007. 580 páginas. 22 €



Jorge Duarte

Jorge Duarte


Reseñas de libros/Ficción
Jorge Duarte: Crónica Rosa (Ediciones Carena, 2007)
Por ojosdepapel, sábado, 1 de diciembre de 2007
Un día Jorge Duarte, que es un sevillano de Barbastro, licenciado en Derecho y un artista cuando se planta ante el piano, quiso leer una gran novela de humor actual, tipo La conjura de los necios. Buscó en librerías y como llegó a la conclusión de que no había ninguna, decidió escribirla él. A pesar de que hasta entonces sólo se había atrevido con los guiones cinematográficos. Y se puso a la tarea partiendo de un protagonista sureño del montón, levemente descarado. De esos que dejan para la última hora del último día la entrega de unos importantes documentos y trata de saltarse la cola porque es un mediodía del mes de julio quiere irse con sus amigos a hartarse de cerveza.

Para ello improvisa la excusa de que tiene un hijo y ha de recogerlo de la escuela. Ocurre que en la cola hay una mujer que se opone y, con un elemental sentido de la lógica, argumenta que en julio todas las escuelas están cerradas. Pillado en la mentira, él decide no achicarse “es que mi hijo va no va a una escuela normal porque es tetrapléjico”.
 
Ante tan contundente argumento todos acceden a dejarlo pasar y la señora, tal vez impresionada, tal vez incrédula se ofrece a llamar al colegio de su hijo, mientras el padre resuelve su asunto burocrático, para avisar que de que él llegará un poco tarde. El protagonista no se arredra y va dando pasos en la mentira hasta que un amigo suyo, como supuesto portavoz del colegio, en un intento de cortar definitivamente la resistencia de la incordiante señora, le informa de que el niño acaba de morir. La noticia se extiende como el fuego por el rastrojo. Los colistas, impresionados por la catastrófica desgracia, deciden ayudarlo con tal ímpetu que provocan un altercado. El nerviosismo acaba en neurosis colectiva que agrava la intervención de las fuerzas del orden, manchando de sangre las aceras mientras el protagonista ha de huir….

Pero la cosa no queda ahí. Los directivos de un programa rosa en plena crisis creen que, exagerando un poco y manipulando un mucho a aquel pardillo lo pueden convertir en un nuevo y extravagante famoso para arrebatarle la audiencia a los programas rivales. El protagonista también ve que puede aprovecharse de la situación y decide intentar forrarse. La fama es tarro de miel del que ministros, obispos, terroristas y hasta el jefe de gobierno quieren chupar…

Dotada de una trepidante acción, es difícil calibrar si estamos ante una exagerada literatura del absurdo o un retrato fiel de la vida exageradamente absurda en que han caído los programas rosas. La conclusión, tras un primera lectura es que Jorge Duarte consiguió, con creces escribir una gran novela de humor. Cualquiera que lea la novela certificará que lo consiguió. Leer Crónica rosa garantiza risas y sonrisas continuadas en sus quinientas páginas, algo que muy pocos escritores han conseguido y que nada más por ello merece ser considerado un gran escritor.

Sin embargo, entre risa y sonrisa, la novela va disparando unos inquietantes flashes sobre el lector, sensaciones a veces incómodas, a veces amargas que se van aparcando y que al final exigen otra lectura menos halagadora. A medida en que la lectura avanza el lector va sospechando que las situaciones ridículas están demasiado emparentadas con su ambiente cotidiano y que entre los personajes grotescos se parecen más de la cuenta al entorno cotidiano que envuelve al propio lector. En definitiva, se tiene la sospecha de que nosotros formamos parte como afectados o como agentes activos de ese absurdo caos. Por tanto, se hace necesario volver a leer, esta vez menos festivamente la “divertida obra”.

Crónica rosa, al fin de cuentas es algo más que una novela de humor: es el retrato de una sociedad neurótica y sin valores. Un retrato sobre nosotros mismos del que salimos malparados. No es una novela con intenciones sociales ni de denuncia y sin embargo, cuando uno termina de leerla tiene la honda sensación de que urge un replanteamiento, de que somos víctimas de una especie de calentamiento anímico que está erosionando valores sociales e individuales. Como si hubiéramos perdido el norte, el sur, el este y sólo conserváramos el salvaje oeste. Crónica rosa requiere, pues, como mínimo dos lecturas: una para divertirse y otra para lamentarse, una para gozar de los desvaríos ajenos y otra para replantearse los propios.

Crónica rosa, como obra picaresca actual.

Cuando Cervantes escribió el Quijote lo hizo con intención de acabar con un género en el que el disparate había tomado asiento: la novela de caballerías; Jorge Duarte también nos acerca a otro género literario y visual en el que el desvarío también se ha instalado: la crónica rosa. No con intención de acabar con este tipo de programas la filosofía “rosa”, ese sistema nada conspicuo, pero eficaz de enajenación social ya está instalado en muchos programas, medios de comunicación y estamentos políticos y sociales. Jorge Duarte no se apresta a combatir contra los molinos de viento. Se conforma con sugerir que no son gigantes como casi unánimemente quieren hacernos creer.

La huella de Cervantes no se limita a esa coincidencia de intenciones, también se manifiesta en la abundancia de diálogos y en el uso de un lenguaje claro y exacto. Pero, con ser importante, no es el Quijote, el punto de referencia más próximo. Crónica rosa supone la reaparición en toda regla y sin ambages del género picaresco rescatado acertadamente por Jorge Duarte como método para acercarse a los programas rosa. No es casual que dicho género renazca en Sevilla, centro hace cuatro siglos del comercio con América  y de un tráfico de ciudadanos de la más variada procedencia y calaña y, por tanto, apto para el florecimiento del robo y el engaño en donde floreció la literatura picaresca. Tanto es así que, cuando Cervantes quiere buscar un marco adecuado para su novela picaresca Rinconete y Cortadillo, lo sitúa en Sevilla. El género picaresco se sumergió a partir del siglo XVIII pero no desapareció. Pío Baroja, por ejemplo, lo rescata en La Busca y, en parte, Cela bebe de él a la hora de elaborar su Familia de Pascual Duarte.

Jorge Duarte recupera la esencia y la forma de la novela picaresca: a saber una narración en primera persona por parte de un antihéroe que pretende, con ingenio, trepar hasta la cima social -en lucha con otros estamentos cuyos vicios quedan al desnudo-  anteponiendo siempre las ventajas económicas a cualquier consideración moral o ética. No obstante, el tiempo no ha pasado en vano y, aunque la estructura literaria utilizada es la misma, el desenlace ha cambiado, no precisamente para mejor. Los pícaros, en nuestra literatura clásica procedían siempre de los estamentos más míseros de la sociedad, eran siempre una pequeña y excepcional minoría y siempre fracasaban en el intento de mejorar su vida y su dignidad.

Leyendo Crónica rosa, se aprecia que los pícaros son una multitud, están enraizados en las clases medias y dirigentes y además, consuman su “triunfo” fraudulento ante el aplauso mayoritario. En realidad supone un paso atrás en cuanto a los valores humanos se refiere. Un contraste llamativo es que, mientras el pícaro clásico presentaba su batalla a base de aquilatar sus habilidades y de afirmar su personalidad y maestría como condición para el triunfo, el pícaro moderno lo hace diluyéndose camaleónicamente en pro de la satisfacción del público y de la publicidad. Es este capricho de la masa lo que determina el carácter del héroe que a las pocas semanas deglutirá, para pedir más carnaza. El héroe es el que mejor sepa desprenderse de su personalidad y adaptarse a los caprichos de la masa o, mejor aún, el que se adelante y los adivine. En este aspecto es clara la evolución del protagonista de Crónica rosa que comienza siendo un ingenioso ciudadano, próximo al lector, para acabar siendo un espectro a medida en que avanza en su carrera hacia el estrellato.

Jorge Duarte se salta a la torera las convenciones políticamente correctas y se atreve a aludir al amaneramiento de los amanerados y a señalar la gordura exagerada de una incordiante dama. Refleja en el protagonista el ritmo trepidante de la vida actual, la falta de consideración con los débiles, con los muertos, el todo vale con tal de escalar. Crónica rosa también habla de una verdad social, una verdad que, como todas, tiene aspectos que incomodan, pero aporta una base sólida en donde poner los pies, en donde impulsarnos para ser mejores.

Estamos ante una gran obra de literatura que nos hará reír, que nos hará pensar y que nos dará alguna clave social de nuestro tiempo con el lujo de dejar abierta una ventana a la esperanza.