Son precisamente las emociones las que construyen a los
personajes femeninos de
Colegiala (Impedimenta, 2013), un volumen que reúne catorce
relatos escritos por el narrador nipón a lo largo de una década. Algunos de
ellos nacen justo después del primer intento de suicidio de Dazai en 1935, al
que siguieron varias tentativas más hasta la última y fatal en 1948. Años que
sin duda pesarían como una losa al escritor y que se traducen en relatos que
ceden el protagonismo a los individuos más invisibles del Japón de la época, las
mujeres, en cuyas voces asoma la angustia y la
resignación.
Las mujeres de las historias de Osamu
Dazai son francas a su
manera, inseguras y generalmente muy críticas consigo mismas. No es difícil
sentirse identificado con muchos de sus miedos y dudas. Todos los relatos se
convierten, más que en una narración, en una confesión de sus estados interiores.
Osamu Dazai cuenta la vida como sucede en el interior de sus personajes, y sólo
breves referencias al momento histórico que les tocó vivir enmarcan sus vidas
con un atisbo temporal. Hablan del ahora, de lo que sucede en sus interiores.
El
escritor japonés trabaja convirtiendo el pensamiento y las emociones en el epicentro de los
relatos, que se construyen con las palabras que piensan sus heroínas,
heroidas orientales que recuerdan sus vidas junto a hombres que no las
entienden, devoradas por instantes de desconcierto y dolor, y por miradas hacia
un espejo que les devuelve una imagen de sí mismas distorsionada. Emociones, en
definitiva, que se perciben como una prisión claustrofóbica que las mujeres de
Osamu Dazai conjuran mediante la confesión o el diálogo consigo mismas y con
aquellos que las han hecho infelices.
Amor,
desencanto y vergüenza
En
las páginas de Colegiala el amor es el motor de muchas de sus historias y personajes. Así,
amor y autoengaño vertebran “El árbol del cerezo y el silbido mágico”, un
emocionante relato sobre el amor fraternal y la construcción ficticia del anhelo
del amor como manera de escapar de una realidad dolorosa.
Sin embargo, el amor también se observa desde una
perspectiva desencantada. En este sentido, la infelicidad dentro del matrimonio es la
corrupción del enamoramiento que las mujeres de Dazai experimentan en muchos de
los relatos. Quizá el más interesante sea “Un grillo”, donde su protagonista
rememora su enamoramiento y matrimonio con un hombre al que el dinero y el
interés por el ascenso social cambian y que terminan acabando con el amor que
siente por él. Una mirada atenta y crítica a la que también somete la
protagonista de “Ocho de diciembre”, donde Dazai recrea las distintas maneras de
afrontar el día en el que Gran Bretaña y Estados Unidos declararon la Guerra a
Japón en 1941, con un matrimonio protagonista donde el hombre simboliza la
inacción y la narradora la voluntad de afrontar y sobreponerse a una situación
límite. La percepción de esa diferencia de criterios es la que va rompiendo poco
a poco el amor de la protagonista por su marido.
Osamu Dazai también explora el impacto del sentido de la culpa y de la vergüenza en sus mujeres. En el
interesante relato “Piel y corazón” un simple sarpullido mina la autoestima de
su protagonista, que construye ante nuestros ojos una demoledora visión de sí
misma, fea e insignificante, y de la relación con su marido. Esa mirada intensa y crítica tiene su
manifestación más conseguida en el relato que da título al volumen, “Colegiala”.
El retrato que construye la muchacha que relata un día en su vida es implacable,
elaborando diferentes perspectivas sobre su personalidad y construyendo a un
personaje vivo y creíble.
Las
mujeres de Osamu Dazai exhiben sus puntos débiles, sus miedos y sus anhelos, y
lo hacen de una manera tan auténtica que es imposible no sentir compasión o
cariño por ellas. El escritor japonés nos regala un puñado de relatos delicados
donde el universo femenino se dibuja con todas sus contradicciones, y con el que
el escritor muestra una voluntad de explorar todas esas emociones que nos
construyen como ser humanos. Un libro hermoso que contiene no obstante un
profundo sentimiento de dolor y pérdida, con vidas conscientes de sus fracasos
personales de los que saben que no podrán recobrarse y que buscan en la palabra
la manera de soportar el paso de los días. Como Osamu Dazai, sus mujeres están
rotas por dentro. Pero, paradójicamente,
vivas.