viernes, 24 de julio de 2009
Ir al cine pasó a la historia (adiós a la ingenuidad del espectador)
Estoy completamente de acuerdo con José Luis Garci: el cine no es ver películas antiguas en el video o en dvd, ni siquiera ir a verlas hoy en una pantalla grande, como yo mismo recordaba hace poco en esta misma página. No. Ir al cine, ir a ver una película al cine era una experiencia vital de carácter radical e intransferible que requería la presencia interior de un ingrediente hoy por completo desaparecido
Juan Antonio González Fuentes
Nos guste o no nos guste, lo queramos admitir o no, el cine murió con la pandemia universal que supuso la masificación de ese electrodoméstico de nombre televisión. Bueno, seamos más precisos, quizá el cine en sí, como modo de expresión, no dejó de latir entonces, lo que sí pasó a la historia definitivamente fue el hecho de “ir al cine”.
Estoy completamente de acuerdo con José Luis Garci: el cine no es ver películas antiguas en el video o en dvd, ni siquiera ir a verlas hoy en una pantalla grande, como yo mismo recordaba hace poco en esta misma página. No. Ir al cine, ir a ver una película al cine era una experiencia vital de carácter radical e intransferible que requería la presencia interior de un ingrediente hoy por completo desaparecido. ¡La ingenuidad! Se trataba de tener fe cómplice en lo que sucedía en la gran pantalla, de “tragárselo” de principio a fin sin cuestionarlo desde un punto de vista realista, o intelectual. No, uno antes se sentaba en la butaca con el espíritu virgen, dispuesto a maravillarse, a alucinar con lo que se le proponía. Yo creo que jamás vi ya así cine, quizá siendo muy niño, a finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando los estertores de ir al cine eran ya gritos de defunción certificada.
Hemos perdido ingenuidad, o mejor dicho, la hemos echado por la borda como ofrenda inequívoca a los tiempos que corren. Lo que le ocurrió al cine hace décadas le ocurrió también, casi a la vez, a la ópera. De repente muy pocos atesoraban un cargamento de ingenuidad suficiente como para aceptar la exigencia de fe que solicitaba lo que desde el escenario se ofrecía. Y de repente, ante la muerte de la heroína cantada durante diez minutos agónicos sólo ofrecemos la recompensa altiva, pagada de sí misma, de nuestra risotada: “a mi me van a engañar, qué estupidez, como se va a estar muriendo alguien y se va a poner a cantar durante diez minutos, qué memez…”.
Sí, ya no somos memos, ya no somos ingenuos, ya nadie nos la “da con queso”…, y la consecuencia que es se acabó eso de ir al cine, eso de derramar una lágrima conmovida por el adiós a la vida de la soprano. Es el signo de los tiempos, nada puede hacerse, tal vez, como mucho, lanzar un suspiro por nuestra ingenuidad irremediablemente perdida.
Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:
-LIBRO: Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009).
-PELÍCULA: Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009).
Más de Stieg Larsson:
-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)
-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.