Yo también creo que Verdi ha sido el compositor que mejor ha logrado dar sentida voz humana a un mayor número de humanos sentires (pasión amorosa, odio, celos, locura, amor paternal y filial, patriotismo, poder, soledad...), y ahí están para confirmarlo las voces de Rigoletto, Aida, Falstaff, Yago, Macbeth, Violeta, Otello o Felipe II. La permanente frescura de Verdi radica en que su arte brota de las mismas entrañas de su verdad/experiencia personal; verdad vaciada en los moldes de un evolutivo y completo dominio de la forma musical puesta siempre al servicio de lo teatral, y viceversa, la música es en sí misma puesta en escena, canal por el que transcurre la acción y la psicología de los personajes
Juan Antonio González Fuentes
“Su compositor de ópera favorito era Verdi; y una sola frase suya, como “Addio! del passato bei sogni ridenti”, de La Traviata, bastaba para que se sintiera embriagado y la cantaba repetidas veces. Pedía a su hijo Giorgio que la cantara con su voz de niño, más clara que la suya, y después se pasaba un rato repitiendo una sola palabra ri-i-i-ide-e-enti”. Richard Ellman, en su biografía de James Joyce.
“Como ya he dicho, siempre he estado agradecido a Verdi. Con veinticuatro músicos y sólo cuatro primeros violines, Verdi es todavía posible. Puccini es una pesadilla, pero Verdi es posible... Mi idea de Il Trovatore es que ahí hay lo que Jung llamaba los arquetipos. Miedo, odio, amor..., esto me fascina. Y ¿sabe?, ¡no hay ni un sólo momento monótono en toda la obra!”. Herbert von Karajan en conversación con Richard Osborne.
“Samuel Johnson atribuye a Shakespeare un talante natural para la comedia más que para la tragedia. Tal vez tuviera razón. Pero comparemos la labor de buen artesano que hay en Las alegres comadres de Windsor con el brillo mercúrico y la tristeza del Falstaff de Verdi...” “La crítica más útil del Otelo de Shakespeare que conozco es la que puede hallarse en el libreto de Boito para la ópera de Verdi y en la respuesta del compositor, tanto musical como verbal, a las sugerencias del libretista”. George Steiner. Errata y Presencias reales.
Acto III del Don Carlo, de G. Verdi, dirigido por Herbert von Karajan en 1986 (vídeo clgado en YouTube por StuportMundi86)
“En una carta a Spender de 1935 sostenía (Isaiah Berlin) que Wagner era uno de esos artistas incapaces de sentir emoción directamente. Tenía que preguntarse: ¿Qué es la pasión erótica?, ¿qué son los celos?, para después dedicarse a construir una paráfrasis musical de emociones que no podía sentir de primera mano. Mientras que Verdi llegaba al corazón directamente, porque él mismo sentía las emociones y no le hacía falta parafrasear...” “El reconocimiento público engendró en él (I. Berlin) un tipo particular de estado de conciencia, que empezó a explorar en un ensayo titulado The Naïreté of Verdi (La ingenuidad de Verdi), basado en la distinción de Schiller entre el artista ‘ingenuo’ y el ‘sentimental’. Un compositor ‘ingenuo’ como Verdi no tenía conciencia de sí: era parte integral del Risorgimento y toda su obra hablaba de y a ese mundo. Los artistas ‘sentimentales’ como Wagner forjaban su arte con su propia alienación, su propia incapacidad para identificarse plenamente con su época o con su medio. A Berlin, por su parte, le encantaba el arte ‘ingenuo’, especialmente Verdi...”. M. Ignatieff. Isaiah Berlin. Su vida.
“La muerte con sus perlas,/ sus sedas, sus rubíes, abanicos de pluma,/ encajes, terciopelos.../ La muerte va a la Ópera./ Apaga los mecheros de gas/ para que no se vea su esqueleto amarillo./ La Ópera va a la muerte./ La música amansada va a la muerte./ Va a la muerte, encolerizada,/ a ser domada por Giuseppe Verdi./ Como un zumbel, una peonza,/ es la vida de cada ser:/ gira vertiginosa, rumorosa,/ después se tambalea más y más,/ hasta el desplome y el silencio./ Mientras gira, ve en torno suyo/ agonizar hijos, amor./ Rossini y el estío,/ Manzoni y el otoño,/ la patria encadenada:/ se ve morir Giuseppe Verdi./ Y, sin embargo, tanta vida,/ tanta muerte, se enjoya, fastuosa,/ toma sus abanicos de pluma,/ viste sus sedas y sus terciopelos,/ se oculta tras la máscara de oro y gas./ Y va a la Ópera. La muerte va a la Ópera/ encadenada a la armonía”. José Hierro. “Verdi, 1874”, poema del libro Agenda.
Este texto quiere ser, ante todo, una entregada declaración de amor a la obra de Giuseppe Verdi. Pero sintiéndome un amante primerizo e inexperto, seguro de sus sentimientos e intenciones, pero bastante inseguro en su expresión, he recurrido a palabras ajenas. Palabras en las que no me importa tanto su evidente criterio de autoridad, como que encierran ideas y sentires coincidentes con los míos. Me reconozco, por tanto, plenamente en estas reflexiones, “armonías” y anécdotas verdianas. Y es que yo también me he sorprendido a menudo repitiendo frases y tarareando músicas en las que me siento inexplicablemente comprendido: “Oh, mia figlia! No lasciarmi non dei. Non morir! (Rigoletto); “Ella giammai m’amò” (Don Carlo); “È finita: non siede che l’odio, che l’odio e la morte nel vedovo cor! O dolcezze perdute! O speranze d’amor, d’amor” (Un ballo in maschera); “Or morendo, nell’ombra, in cui giacio... Un bacio, un bacio ancora, ah! un altro bacio...” (Otello).
Acto III de Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi (vídeo clgado en YouTube por Macbett0)
Yo también he experimentado la posibilidad de Verdi aun en las condiciones más adversas, como aquel Rigoletto de Leicester, cantado en inglés, sin apenas decorados y con una orquesta minúscula, y que sin embargo tanto me conmovió. Yo también creo que Verdi ha sido el compositor que mejor ha logrado dar sentida voz humana a un mayor número de humanos sentires (pasión amorosa, odio, celos, locura, amor paternal y filial, patriotismo, poder, soledad...), y ahí están para confirmarlo las voces de Rigoletto, Aida, Falstaff, Yago, Macbeth, Violeta, Otello o Felipe II. La permanente frescura de Verdi radica en que su arte brota de las mismas entrañas de su verdad/experiencia personal; verdad vaciada en los moldes de un evolutivo y completo dominio de la forma musical puesta siempre al servicio de lo teatral, y viceversa, la música es en sí misma puesta en escena, canal por el que transcurre la acción y la psicología de los personajes.
Se acabó mi tiempo. Releo y siento con angustia que todo ha quedado en el tintero. No veo reflejadas en mis palabras ni un ápice del amor, la pasión y el respeto que siento por mi músico, por Verdi. Otra insatisfacción que echar al bolsillo.
La vida y la muerte -las pasiones que conllevan y sobrellevan- se encuentran en la ópera, se encuentran en Giuseppe Verdi, él escribe la armonía.
Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:
-LIBRO: Jesús Pardo, Borrón y cuenta vieja (RBA Libros, 2009)
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.