En Hungría, los aires renovadores fueron capitaneados por
Imre Nagy, presidente del Gobierno en 1956. Su primera intervención fue de carácter apaciguador hacia el interior, solicitando a todos los sectores de la vida pública húngara el establecimiento de un pacto nacional para avanzar con precaución por la senda de la reforma, y de firmeza hacia el exterior, al negociar y obtener de los soviéticos su retirada de Budapest. Al creerse respaldado en sus pretensiones de cambio, Nagy profundizó en sus reformas extinguiendo el monopolio comunista, pero se encontró con la oposición frontal de la URSS. El dirigente húngaro no se arredró y el 1 de noviembre de 1956 anunció a la comunidad internacional que su país abandonaba el Pacto de Varsovia y apelaba a la ONU para que le garantizase el estatuto de nación neutral, rompiendo el statu quo en vigor desde la II Guerra Mundial. Esta última decisión llevó a los soviéticos a intervenir en Hungría: el 4 de noviembre unidades del Ejército Rojo tomaron Budapest y anunciaron el cese en sus funciones del Gobierno de Nagy. Días después un nuevo ejecutivo prosoviético tomó las riendas del poder en todo el país.
El proceso de contestación al estalinismo tuvo en Polonia un comienzo más de índole social que política en los años cincuenta. Sin embargo, en 1964 el sector más reformista del POUP se posicionó públicamente a favor de una “revolución política antiburocrática”, animando a los militantes comunistas a terminar con la desidia y corrupción. La dirección del partido rechazó la propuesta de cambio auspiciada por la “intelligentsia”; como consecuencia, el país se vio sacudido por una protesta de intelectuales y universitarios que terminó con la depuración de los contestatarios en el partido y la universidad, y con la salida de Polonia de 25.000 polacos judíos, pues las autoridades presentaron la revuelta como un contubernio de «elementos sionistas» contra el Estado comunista.
En la República Democrática de Alemania, uno de los problemas más graves fue el de la emigración masiva de población hacia el Oeste. Además del coste económico, las autoridades de la RDA veían una pérdida de legitimidad en el hecho de que sus ciudadanos prefiriesen vivir dentro de un sistema capitalista antes que en la patria del proletariado alemán. Así, con el propósito de evitar salidas masivas, las autoridades germano orientales optaron por romper todo vínculo con el oeste y en agosto de 1961 ordenaron levantar el Muro de Berlín. Con la construcción del Muro, los dirigentes pretendieron erradicar la contestación revisionista, pero no pudieron evitar las implicaciones simbólicas del hecho.
Alexander DubceckEn Checoslovaquia, fue la propia dirección del Partido la que alentó una nueva reforma en los ámbitos de la economía y de la política, nombrando en enero de 1968 al renovador
Alexander Dubcek como primer secretario del PCCh. Una vez que el equipo dirigido por Dubcek logró hacerse con las riendas del poder, el nuevo mandatario presentó al país en abril de 1968 (la "primavera de Praga") las líneas básicas de la reforma del sistema, el denominado "Programa de Acción". Atendiendo a sus postulados (relacionados con la propiedad colectiva de los medios de producción o el papel dirigente del partido), el Programa no cuestionaba el sistema socialista y sólo pretendía su transformación para acomodarlo a los tiempos. La nueva dirección comunista acometió también toda una serie de cambios con los que lograr la adhesión de la ciudadanía: supresión de la censura, mayor tolerancia con las confesiones religiosas o plena igualdad constitucional entre Chequia y Eslovaquia dentro de la nueva estructura federal del Estado.
Sin embargo, después de unos meses de tensas relaciones con las autoridades soviéticas, éstas decidieron por la intervención directa en el país con el apoyo de la RDA, Polonia, Hungría, Bulgaria y los sectores inmovilistas del PCCh: en agosto de 1968 los tanques del Pacto de Varsovia entraron en Praga. Así concluía el intento de construcción de un “socialismo con rostro humano”, las reformas que afectaban a las prerrogativas del partido fueron derogadas y en 1969 se sustituyó a Dubcek por Husak.
En Yugoslavia, una vez consolidado el modelo propio sobre la base de la autogestión y el no alineamiento, la muerte de
Stalin facilité el reencuentro con la Unión Soviética: en 1955
Kruschev visitaba Belgrado y en 1956
Tito viajaba a Moscú, se normalizaron las relaciones diplomáticas y se potenciaron los intercambios económicos. En el ámbito interno los desajustes socioeconómicos, el creciente antagonismo entre los diferentes territorios, los acontecimientos de 1968 y 1971 (movimientos estudiantiles y políticos como la crisis croata y nacionalistas como la de Kosovo) se quisieron paliar con nuevas normas jurídico-políticas y económicas. En el texto constitucional aprobado en 1974 aumentaban las prerrogativas legales de las distintas repúblicas en detrimento del poder del Gobierno federal. Tras la muerte del mariscal Tito en 1980, el país vivió una década marcada por la difícil situación económica y las diferencias entre los territorios de la federación, que la presidencia colegial no pudo evitar y fueron unidas a un resurgir de los sentimientos nacionalistas.
La intervención en Checoslovaquia de 1968 abrió paso a los años de la “normalización”, caracterizados por un regreso al control soviético sobre los países del bloque socialista, justificado de acuerdo a la doctrina de “soberanía limitada” enunciada por
Breznev. El cierre de la vía reformista y la vuelta a las prácticas autoritarias y represivas habituales no evitó que continuasen los problemas para los gobiernos comunistas, a lo que hubo que sumar la difícil situación económica de los setenta, originando un malestar popular que en el caso polaco dio lugar a fuertes protestas.
Lech Walesa
Las primeras protestas graves se produjeron en Polonia en diciembre de 1970, en un contexto de inestabilidad crónica y una difícil situación económica, que alentó una protesta obrera en todo el litoral báltico, especialmente en ciudades como Gdansk o Gdynia, cuya represión generó fuertes disturbios saldados con muertos, heridos y cuantiosas pérdidas materiales. Los hechos provocaron la caída de
Gomulka, dando lugar al programa “construyamos la segunda Polonia” impulsado por su sucesor
Gierek, que resultó incapaz de cumplir sus objetivos de modernizar el país, continuando los problemas económicos y el descontento entre la población. La situación estalló con especial virulencia en el verano de 1980, con una oleada de huelgas comenzada en los astilleros de Gdansk y extendida a todo el país, dando lugar a un movimiento contestatario contra el régimen comunista con la fundación del sindicato independiente Solidaridad, liderado por
Lech Walesa, con el apoyo de los intelectuales disidentes y de la Iglesia Católica (debe recordarse además que en 1978 había sido nombrado Papa el polaco
Karol Woytila). Además de provocar la caída de Gierek, sustituido como primer ministro por el prestigioso general
Jaruzelski, el nuevo sindicato consiguió ser autorizado y alcanzó en un año diez millones de afiliados al año de su creación, convirtiéndose en la principal fuerza social del país. Ante el empeoramiento de las condiciones materiales y la radicalización de la vida política las autoridades decidieron en octubre de 1981 otorgar todo el poder a Jaruzelski, quien en diciembre proclamó la ley marcial, que se mantuvo por un año. Con ello, consiguió cortar la expansión de Solidaridad y evitar la invasión del país por el Pacto de Varsovia, aunque tuvo escaso éxito en la reconstrucción socio-económica.
En el resto de los países del bloque socialista la situación fue más tranquila, caracterizada en todos los casos por el férreo control de la vida política y social por el partido comunista, la represión de toda disidencia, el estancamiento económico y un soterrado descontento social. Por lo general los gobernantes trataron de hacer frente a esta situación impulsado el crecimiento económico y el bienestar de la población, con resultados ambiguos dadas las dificultades del momento. La RDA presidida por
Honecker se caracterizó por mantener una de las economías punteras del bloque socialista y unas envidiables prestaciones sociales, pero la falta de libertades, la presencia del muro y el ejemplo de la rica RFA explican el persistente malestar de parte importante de la población. Hungría, dirigida por
Kadar, combinó el desarrollo del liberalizador "Nuevo Mecanismo Económico” con el estrecho control político mantenido por el partido, aunque con cierto relajamiento visible en la pseudorreformista Constitución de 1972 y en el estilo abierto del "socialismo a la húngara". En cambio Checoslovaquia respondió a los sucesos de 1968 con un proceso de depuraciones a gran escala en el partido y la administración, manteniéndose el gobierno atento a impedir todo “rebrote liberal”, por otro lado la reforma constitucional de 1971 reestructuró la federación, que pasaba a estar formada por dos estados con los mismos derechos y deberes (la República Socialista Checa y la República Socialista Eslovaca). Bulgaria tuvo igualmente en 1971 una nueva Constitución, que la definía como un «Estado socialista de los trabajadores» y mantenía con todo vigor la ortodoxia habitual, esta situación fue contestada por los grupos opositores al régimen reclamando una apertura a través de la "Declaración de 1978".
En estos años Rumania mantuvo una evolución relativamente autónoma, marcada por el alejamiento de Moscú de su dirigente
Ceaucescu. Este dictador megalómano promovió en el país una “revolución cultural" de inspiración china, condenó la intervención de Checoslovaquia en 1968 y reclamó un modelo socialista propio, acercándose a EEUU y Occidente al tiempo que se alejaba de la Unión Soviética. Esto le granjeó una cierta fama de “liberal” en los países occidentales, de los que obtuvo amplios créditos, pero la realidad es que el régimen rumano era el más despótico de la zona, con un acusado culto a la personalidad del “Conducator”, mientras que los grandes planes ideados por el dirigente fracasaron rotundamente a la hora de conseguir la modernización del país, dando lugar en los años ochenta a una gravísima situación económica.