martes, 19 de mayo de 2009
Los países socialistas después de Stalin (I)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Ciencias sociales en Blog personal por Historia
Al fallecer Stalin en marzo de 1953, la Unión Soviética que dejaba como legado aparecía ante los ojos del mundo como un ejemplo de país atrasado económica y socialmente que había sido capaz en muy pocos años de dejar atrás esa herencia gravosa hasta convertirse en una de las dos superpotencias mundiales. El prestigio del país como alternativa factible a la concepción capitalista ampliaba los apoyos soviéticos entre los partidos comunistas y la izquierda de la Europa occidental, y sobre todo, entre las fuerzas revolucionarias de algunos países asiáticos y africanos
Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Al fallecer Stalin en marzo de 1953, la Unión Soviética que dejaba como legado aparecía ante los ojos del mundo como un ejemplo de país atrasado económica y socialmente que había sido capaz en muy pocos años de dejar atrás esa herencia gravosa hasta convertirse en una de las dos superpotencias mundiales. El prestigio del país como alternativa factible a la concepción capitalista ampliaba los apoyos soviéticos entre los partidos comunistas y la izquierda de la Europa occidental, y sobre todo, entre las fuerzas revolucionarias de algunos países asiáticos y africanos. Éstas veían en el proceso soviético una forma de entrar en la contemporaneidad, una vez finalizado el control colonial, al margen de las vías que ofrecían sus antiguas potencias imperialistas.

Con todo, la URSS había alcanzado esos logros con una considerable desviación de la pureza comunista, dada la acumulación de poderes en Stalin, el recurso sistemático a la represión o las purgas que afectaron a muchos de los revolucionarios bolcheviques. A esto había que añadir los problemas que acarreaba en el terreno económico y social la política centralizadora, especialmente la baja productividad agraria y el éxodo masivo de jóvenes hacia los centros urbanos. Ante este panorama, a la muerte del georgiano, una URSS que se sentía fuerte acometió un cambio de rumbo de la mano de Nikita Kruschev.

Como resultado de las disensiones internas entre los grupos del PCUS que pugnaban por hacerse con el poder, la sucesión de Stalin recayó en principio en un poder colegiado. Kruschev asumió la Secretaría General del PCUS y Malenkov la presidencia del Consejo de Ministros, rodeado de Beria, Bulganin, Kaganovich y Molotov como vicepresidentes. Sin embargo, desde 1956, una vez desterrado el peligro de purgas dentro del Partido, Kruschev logró imponerse dentro de las distintas corrientes presentes en la organización y se hizo con las riendas del país. El ucraniano pretendía desmontar el engranaje estalinista para dar un salto adelante sin que este cambio hiciera mella en el Estado soviético. La desestalinización tuvo su hito fundamental en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en el que Kruschev criticó duramente la política estalinista, denunciando las prácticas represivas y el culto a la personalidad, además de abrir las puertas a la "coexistencia pacífica”.

Nikita Kruschev en 1962 (foto wikipedia)

Nikita Kruschev en 1962 (foto wikipedia)

Kruschev inauguró así una etapa moderadamente reformista. En el terreno económico trató de incrementar los rendimientos de la agricultura y aumentar el dinamismo de la industria, atenuando la planificación central. En lo político se profundizó en la desestalinización, sobre todo a partir de 1961, lo que fue unido a la lucha contra las situaciones privilegiadas de una nomenclatura que seguía sirviéndose de su posición en beneficio propio. Sin embargo este embate acabó originando la caída de Kruschev, destituido en octubre de 1964.

Con la victoria de los opositores a la política de Kruschev, el nuevo hombre fuerte y secretario general pasó a ser Leónidas Breznev (secretario general del PCUS entre 1964 y 1982) que se propuso como objetivo salvaguardar el poder de las estructuras del partido sin cambiar la esencia del sistema, intentar a la vez mejorar la calidad de vida de la población y asegurarse su apoyo o consentimiento al régimen. Sin embargo, como ya hemos visto, el período brezneviano estuvo marcado por un estancamiento económico, pues las limitadas reformas mejoraron la racionalidad del sistema de planificación pero no pusieron en cuestión las bases del mismo, donde se encontraba la raíz del problema. Como contraste la política exterior de la época fue expansiva, al tiempo que la carrera nuclear y armamentística suponía un gasto enorme para la economía rusa.

Desde el punto de vista de la política interna, fueron casi dos décadas de absoluta estabilidad, o más bien de estancamiento, dominadas por la nomenclatura del partido y con el poder concentrado en un grupo monolítico, pronto convertido en gerontocracia, cada vez más ajeno a la situación real de la URSS y sólo preocupado por mantener sus privilegios. En 1977 se aprobó una Constitución continuista, que asignaba al PCUS el papel de dirigente último de la vida nacional, colocando por encima de todo derecho o libertad individual los intereses del pueblo y del Estado soviéticos.

Leónidas Breznev en 1974 (foto wikipedia)

Leónidas Breznev en 1974 (foto wikipedia)

Después de la muerte de Breznev en noviembre de 1982 y hasta la llegada de Gorbachov al poder en marzo de 1985, la URSS pasó por un interregno durante el cual dos ancianos secretarios generales, Yuri Andropov (noviembre de 1982-febrero de 1984) y Konstantin Chernienko (febrero de 1984-marzo de 1985), hicieron frente a uno de los períodos más delicados de la historia soviética. Los problemas de fondo de la economía planificada, el despuntar de los nacionalismos, el anquilosamiento de las estructuras políticas, el deterioro del nivel de vida de la población y el descrédito del comunismo en la Europa del Este no obtuvieron respuesta ni soluciones adecuadas, pese al moderado aperturismo de Andropov.

En Europa del Este la muerte de Stalin marcó el final de una etapa caracterizada por el control estricto que el PCUS ejercía sobre las democracias populares en todas las esferas de poder. Desde 1953 y hasta los acontecimientos de 1968 en Checoslovaquia, todo el bloque soviético vivió inmerso en una permanente crisis de identidad, tal como pusieron de manifiesto la alternativa “revisionista" y la “respuesta obrera” generadas ante la opresión del estalinismo. Los valedores del revisionismo, los comunistas reformistas, comenzaron a idear nuevos proyectos de actuación política de muy distinto signo y resultado, como pudo comprobarse en los acontecimientos de octubre de 1956 en Polonia, de esa misma fecha en Hungría, de 1964 en Rumania, o de 1968 en Checoslovaquia. La intención de los revisionistas era profundizar en las esencias del sistema socialista, mejorando y abriendo el sistema siempre bajo la dirección comunista, al tiempo que dar por concluida la tutela soviética en sus respectivos países. Aunque inicialmente el aperturismo impulsado por Kruschev pareció alentar o facilitar este espíritu de reforma, los peligros de la misma dieron lugar a un repliegue y la oposición al revisionismo no tardó en cuajar, siendo señalado como el “principal peligro” en las conferencias de partidos comunistas celebradas en 1957 y 1960.

En otro orden cosas, la persistencia de problemas en el ámbito socioeconómico y el malestar social originó crecientes demandas de obreros y campesinos por la mejora de sus condiciones vitales y laborales. El rechazo de los gobiernos a estas peticiones originó una respuesta obrera en forma de huelgas, motines y revueltas, que fueron generalizadas a partir de 1953, con manifestaciones masivas de descontento popular en Checoslovaquia, República Democrática de Alemania, Hungría y, sobre todo, Polonia.

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Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en Ojos de Papel:

-LIBRO: Philip Roth, Indignación (Mondadori, 2009)

-CINE: Kevin Macdonald, La sombra del poder (2009)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.