domingo, 28 de septiembre de 2008
Vicky Cristina Barcelona: un Woody Allen de andar por casa
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Artes en Blog personal por Cine
Espero que “Vicky Cristina Barcelona” no sea fruto del talento ya agotado y avejentado de Woody Allen. Por otro lado, siempre me han gustado sus historias neoyorquinas. Por favor Woody, ¡regresa a Nueva York y no vuelvas a meterte en hispánico-catalanas camisas de once varas!

Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Sábado por la tarde en Madrid. M y yo vamos al cine con unos amigos a ver en versión original la última película de Woody Allen, su “película española”: Vicky Cristina Barcelona. Desde hace años, ya lo he dicho en alguna otra ocasión, acudir a ver la “última” del cineasta neoyorquino se ha convertido en un gozoso rito anual, del que por regla general no suelo salir defraudado. Sin embargo, en esta ocasión, acudí a la sala lleno de prevenciones, de prejuicios nacidos de las nefastas críticas que estaba cosechando la cinta, y que me llegaban a través de las consabidas reseñas de prensa y de muy variadas voces en la radio.

Me senté en la butaca y, casi de inmediato, M. me susurró al oído “no seas prejuicioso, ¿vale?”. Le dije que sí con la cabeza, pero en mi fuero interno los prejuicios ya habían encontrado un dulce hogar en el que acampar a sus anchas de manera confortable.

Cuando las luces de la sala volvieron a encenderse, M. y nuestros amigos despotricaban en voz baja y educada de casi todo lo visto, y enfilando el pasillo buscando la salida, los comentarios del resto de espectadores que me acompañaban en la “huida” eran casi del mismo tono e índole. En resumen, ¡¡¡el peor Allen de las últimas dos décadas!!!

Mientras esto acontecía a mi alrededor, yo daba un paso tras otro en acomplejado y casi culpable silencio, pues paradójicamente a mi la película me había gustado bastante, quizá porque esperaba un desastre apocalíptico, leído lo leído y escuchado lo escuchado.

Sentados al rato en un restaurante cercano, el grupo de amigos cinéfilos nos convertimos en personajes de Woody Allen durante toda la velada, pues entre rollito de primavera y cucharada de arroz frito estilo thai, cada uno destripó la historia que acababa de ver con mayor o menor crueldad y agudeza, pero insistiendo todos en los puntos flacos, vamos, famélicos, de la “historia española” del gran Woody Allen. El único al que le había gustado era yo, y sin ningún poder de convicción intenté hacerme entender. No lo logré, los argumentos en contra eran, para mis acompañantes, inapelables, en exceso concluyentes.

El asunto, me parece, da al menos para dos post. En este primero M. quiere dejar por escrito su visión de la película; visión que, con los matices necesarios, era compartida por el resto de los comensales de ayer noche y, casi me atrevería a decir, contrastando las críticas de los “profesionales” y las opiniones en voz baja de nuestros compañeros de sala, por buena parte de los espectadores españoles. Le dejo hablar a M.

“Ir a ver cada nuevo estreno de Woody Allen es ya, para mí, casi una liturgia en la última década, por lo que, a pesar de las malísimas críticas que escuché acerca de su última película, reservé las localidades por internet y me dirigí junto a unos amigos a una sala madrileña donde la exhiben en V.O. Creo ser una buena aficionada al cine, y pienso que siempre hay que verlo, a ser posible, en versión original. En este caso, además, dada la coexistencia de actores españoles y norteamericanos en un escenario español –para más señas barcelonés- creí imprescindible ver la cinta en VO.



Tráiler de Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen (vídeo colgado en ouTube por DoubleT5)   

Acudí a mi butaca totalmente libre de prejuicios, y confieso que no he visto últimamente ninguna película en la que estuviesen en cartel ni “Pe” ni Javier Bardem. Tengo pendiente, precisamente, ver la película de los Hermanos Cohen por la que Bardem obtuvo el Oscar (No es país para viejos).

La película empezó con los títulos de crédito típicos en la filmografía de Allen, ya tan familiar para sus devotos seguidores. Me encantó el principio, el color de la fotografía y los escenarios elegidos. Bien es cierto que se trata de unos personajes que viven en una Barcelona especial y elitista, pero a mí, que soy un poco “pija”, me gusta ver casas maravillosas con vistas espectaculares en las que los desayunos se sirven en terrazas estupendas. Prefiero no pararme a pensar en si los bohemios personajes tienen recursos suficientes para poder pagar, con una cierta dosis de realidad, los “lujos” mostrados. También me gusta mucho asistir a esa comunión entre la palabra y una copa de buen vino que tan típica es del cine de Allen y del mejor cine francés, mi preferido. Es algo que funciona siempre como recurso dramático o discursivo.

Pero volviendo al argumento central de la película, nos encontramos con la historia de dos mujeres norteamericanas que viajan a Barcelona para disfrutar de una estancia más o menos prolongada en casa de unos amigos. Lo que ya empieza a chirriar es que una de ellas, la estupenda actriz que hace de Vicky y da la réplica a Cristina (una floja Scarlett Johansonn) está haciendo una tesis doctoral sobre la Identidad Cultural Catalana. No haré más comentarios al respecto, que cada uno piense lo que quiera, claro que uno de los personajes le pregunta con mala baba y la ironía típica del mejor Allen “what for?”. Las dos mujeres tienen visiones opuestas sobre el amor, y en consecuencia, sobre la vida, una controladora, otra aventurera y más desinhibida.

A partir de esta presentación de los personajes, empieza a desarrollarse y tejerse la historia, de la que no daré muchos más detalles, para no destripar el guión a aquellos que tengan intención de ir a verla. La aparición de Bardem es poco creíble, al igual que es artificial su personaje, un pintor bohemio –y soñador?- que parece adivinar con una sola mirada lo que una mujer está pensando. Por otro lado, opino que es un actor al que su físico tiende a limitar en exceso, y al que no es fácil imaginar en papeles de hombre sutil, imaginativo y sensible. Un amigo nuestro apuntaba que de descargador de muelles estaría mucho más apropiado, y otro apuntó que de asesino en serie también está muy bien. Yo creo que simplemente no es un gran actor. No quiero hacer afirmaciones muy rotundas al respecto, porque no se ajustarían mucho a la realidad, y quizá confirmasen las, al parecer, últimas declaraciones del actor, en las que calificó a los españoles como unos envidiosos, y todos sabemos que ese pasa por ser uno de los defectos nacionales por excelencia.

Lo que menos me ha convencido en esta historia de Allen, lo más flojo e inverosímil con diferencia, es la presencia de Penélope Cruz. En Volver de Pedro Almodóvar ya me molestó su impostada interpretación, así que me está bien empleado por reincidente. Por mucho que me esfuerce no veo en sus interpretaciones más que a una chica de Alcobendas gritona con una vocecilla estridente y zafia de “raqueruca”, como dicen en mi tierra. No puedo entender la elección de Woody Allen. Me dicen que debe ser que yo no entiendo ya nada de buenas y malas interpretaciones, porque ha sido ya nominada nada más y nada menos para un Oscar, y un cineasta de la enorme talla de Woody Allen la ha elegido ahora para este proyecto. El caso es que no debo entender absolutamente nada de cine, porque cada aparición suya en escena me saca totalmente de la película, y las situaciones trágicas que protagoniza ora me sacan de quicio, ora me parecen sencillamente histriónicas.

Paso por alto muchos errores que considero secundarios, aunque bien es cierto que no contribuyen a mejorar la historia. Me refiero, por ejemplo, a ese doble imposible de Paco de Lucía o de Andrés Segovia tocando en un jardín de Oviedo; o al padre poeta del personaje que interpreta Bardem, quien nunca ha publicado nada por estar en contra del mundo (¿puede haber un argumento más pueril, infantil, manido?); o a esas lamentables escenas entre Bardem y Penélope hablando inexplicablemente en inglés entre ellos; o a la continua interpelación de Bardem a Pe “speak in english please”…. Estos errores no son en modo alguno determinantes para empequeñecer hasta la mínima expresión la película, pero sí lo son las flojas, poco creíbles y trufadas de topicazos interpretaciones de nuestros dos actores nacionales.

No obstante, tengo una máxima que aplico a todo. Cuando alguien comete un error, tiro de responsabilidades hacia arriba y cargo las culpas a quien ha permitido con un poder superior que todo se haga realidad. La culpa del fiasco no la tienen ellos, ni Penélope Cruz ni Javier Bardem, la tiene Woody Allen. Espero que esta cinta no sea fruto de un talento ya agotado y avejentado –con todos mis respetos- Por otro lado, siempre me han gustado sus historias neoyorquinas. Por favor Woody, regresa a Nueva York y ¡no vuelvas a meterte en hispánico-catalanas camisas de once varas!

Yo volveré a ver la próxima película y la próxima y sucesivas, porque para mí ver cada estreno de Woody Allen seguirá siendo una liturgia. Mi personal liturgia”.

NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.