lunes, 15 de septiembre de 2008
Discurso de Jesús Laínz en la Diada Catalana 2008
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Sociedad en Blog personal por Sociedad
Nadie sabe qué deparará el futuro a Cataluña y si la esquizofrenia separatista finalmente conseguirá sus delirios. Pero una cosa es segura: si la construcción de la nación catalana pasa por la falsificación sistemática de dicha identidad, por la censura de las opiniones discordantes, por la imposición lingüística, por la incitación al odio, por la mentira continua, esa Cataluña del futuro no será otra cosa que un inmenso, odioso y vergonzoso fraude

Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Ha sido la que terminó ayer una semana sin mucho tiempo para respirar. El lunes 8 marché a Londres con un grupo de artistas y poetas cántabros para inaugurar una exposición y leer poemas en el Instituto Cervantes de la capital inglesa (a tal viaje y experiencia espero dedicarle un post en estas páginas a no mucho tardar).

El jueves día 11 regresé a Santander y a la cotidianeidad, y nada más hacerlo numerosas goteras ayudaron a inundar parte del centro cultural en el que trabajo, y eso que apenas dos o tres días antes, y tras tres semanas de esfuerzos, un grupo heterogéneo de operarios en el que se mezclaban españoles, africanos, ucranianos y rumanos, se supone que arreglaron el tejado por completo.

Tras horas de achicar agua, pasar fregonas y salvar del naufragio libros, revistas y ordenadores, el sábado día 13 cogí a mi perro Miller, lo metí en el coche y me lancé a Madrid, ciudad de la que acabo de regresar en este mismo instante, 8 de la tarde del día 15, lunes festivo en Cantabria, donde paradójicamente en estos tiempos que corren celebramos una festividad tan católica como la de la Virgen Bien Aparecida.

Lo que quiero decirles e ilustrar, es que llevo unos cuantos días con la cabeza perdida y el cuerpo en estado casi gaseoso, y que en estas condiciones me ha sido complicado acudir puntualmente a la cita escrita con todos ustedes, lo que lamento de veras, aunque también el caso me da la oportunidad de saber que algunos me echan en falta, vitamina fantástica para el ego y la vanidad que cultivo con algún esmero.

He estado estos días madrileños elucubrando un sistema o método para clasificar seres humanos cuya eficacia y trascendencia va a ser proverbial, y muy probablemente me granjee premios, distinciones, honores y demás prebendas con las que me aseguran seré feliz y viviré mejor.

Espero no dar a conocer dicho método hasta el próximo miércoles día 17, fecha que quedará sin duda grabada con letras de oro en la historia de la humanidad. Pero mientras hago públicas las conclusiones de mis reflexiones y del nuevo método de clasificación del género humano fruto de las mismas, lo cierto es que son las 8 de la tarde, estoy envejecido por tanto viaje y estrés, y se me hace todo un mundo cuesta arriba el sentarme ahora frente a la pantalla en blanco del ordenador y comenzar a escribir unas líneas que mañana les puedan servir a ustedes de solaz, entretenimiento, reflexión, información..., o sencillamente les hagan acordarse de la madre que me parió, lo que también serviría para cumplir con el objeto de estas líneas: que me lean y frecuenten muy a menudo estos Ojosdepapel en los que otros tantas cosas estupendas dicen.

Atónito y sin fuerzas ante la cuesta arriba escrita que se me plantea, nuevamente viene al rescate mi oportunísimo amigo Jesús Laínz, quien me envía un correo electrónico con fragmentos del discurso que, al parecer, ha pronunciado el pasado día 11 en Barcelona con motivo de la celebración de la Diada catalana. A pronunciar dicho discurso le ha invitado Ciutadans/Ciudadanos con Albert Rivera a la cabeza. Puedo asegurarles que no he leído las palabras de Jesús Laínz que aquí voy a dejar insertadas para su lectura y posterior debate, si se tercia. Pero me fío de Jesús, y me fío de Ciutadans..., quiero decir que seguro que no se dicen insensateces sin cuento, seguro que no tienen algún interés, seguro que invitan a la reflexión y al debate. Y como imagino además que este tipo de discursos antinacionalistas (¡conociendo a Jesús!), no tienen mucho espacio para su lectura y debate en los medios al uso catalanes y del resto de España, pues aquí queda plasmado, dando la oportunidad de que se lea, se conozca, se piense sobre él y..., que cada cual saque sus propias conclusiones o lo enfrente a sus propias opiniones. Les dejo con Jesús en unas palabras pronunciadas, insisto, el pasado día 11 de septiembre en la ciudad de Barcelona.



Jesús Laínz en el acto organizado por Ciutadans en la Diada del pasado 11 de septiembre (foto recogida de la web de Ciutadans)

Discurso de Jesús Laínz, 11 de septiembre, en Barcelona:

“Antes de nada he de agradecer a Ciutadans y especialmente a Albert Rivera su invitación para estar aquí hoy compartiendo este rato con todos ustedes en este pequeño rincón de heterodoxia.

Para mí es un inmenso placer estar con ustedes en esta maravillosa ciudad porque confieso ser un impenitente pecador. Y la oportunidad de venir a pecar contra todos los mandamientos de la Santa Iglesia de lo Nacionalistamente Correcto precisamente aquí, en Barcelona, era una tentación en la que ha sido un placer caer. Porque el principal problema de la España de hoy, que condiciona la vida política de todos los días, es la Inquisición nacionalista, sobre todo la vasca y la catalana, pero no sólo de ellas, pues han logrado contagiar a casi todas las demás provincias españolas. He dicho nacionalistas, pero me gusta más decir separatistas, pues al decir nacionalismos parece que se les está concediendo que hay algo nacional detrás de sus planteamientos, lo cual es concederles demasiado.

El ideario nacionalista gira en torno a dos ejes centrales: el momento fundacional y el agravio. Sin esos dos ejes, los nacionalismos no podrían existir.

El primer eje es el momento fundacional, es decir el momento del pasado en el que los nacionalistas hacen arrancar su nación. Pueden ser varios, intercambiables según convenga. En Cataluña suele ser Wifredo el Velloso, al que han hecho padre de la nación catalana desde un momento histórico en el que ni el propio concepto podía concebirse. También suele echarse mano del conde Borrell y, cómo no, de Jaime I. Porque fíjense en un hecho curioso: los nacionalistas, que siempre están llorando por lo que les hizo y hace sufrir el imperialismo español, siempre escogen como momento arquetipo de la nación a recuperar el de más extensión territorial. Aquí es Jaime I, del que arranca la locura ésa de los Països Catalans que incluyen Valencia y Baleares; y en el caso vasco, qué casualidad, Sancho el Mayor, momento de mayor expansión del reino de Navarra.

Lo importante de este momento fundacional es que los separatistas están convencidos, y no hay quien les baje de su dogma, que probando la existencia de un reino, un condado, un ducado o un señorío en algún lejano siglo de la Edad Media, cuanto más lejos mejor, se obtiene el justo título para la secesión en el futuro. Que cuenten eso los separatistas en cualquier otro país de Europa, tan divididos en ducados, reinos y señoríos medievales como España, y verán las carcajadas que les dedican.

Pero de los ejes ideológicos de los separatistas que antes mencioné, es el segundo el que hoy nos importa: el del agravio. Porque sin un gran agravio nacional, sin un gran atentado colectivo contra la nación no hay nacionalismo que valga. Aquí también se da la intercambiabilidad: los agravios pueden ser varios, y se pueden utilizar, como comodines de la baraja, según convenga en cada momento. Ahí están, por ejemplo, el compromiso de Caspe, el Conde Duque de Olivares o Franco. Pero sobre todo está Felipe V y el famoso 11 de septiembre de 1714. Sin este mito nacional, perdón, sin el falso mito falsamente nacional del 11 de septiembre el nacionalismo catalán no tendría razón de existir. Fíjense si tiene valor simbólico este mito que Carod-Rovira ha anunciado que el gran referéndum nacional catalán habrá de celebrarse dentro de seis años, el 11 de septiembre de 2014, tercer centenario del fin de la independencia de Cataluña. Según este mito, Cataluña habría sido independiente hasta ese momento, en el que España habría conquistado Cataluña por la fuerza de las armas. Y los bandos contendientes en 1714 serían los catalanes contra los españoles. Pero cualquiera que haya abierto alguna vez un libro de historia no contaminado por la esquizofrenia nacionalista sabe que en 1714 no se enfrentaron catalanes contra españoles, sino españoles de todas las regiones, partidarios de un candidato al trono de España contra otros españoles, de todas las regiones, partidarios de otro candidato al trono de España.

Por muchos intentos que haga la Santa Inquisición de lo nacionalistamente correcto, la mentira nacionalista se cae por todas partes:

-No es cierto que los catalanes fuesen austracistas y los castellanos borbónicos, pues catalanes y castellanos los hubo por igual en ambos bandos.

-Muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas, mientras que en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. El archiduque Carlos hasta fue recibido triunfalmente en Madrid como rey de España.

-El famoso 11 de septiembre de 1714 combatieron igual número de catalanes a un lado y al otro de las trincheras, pues aunque la Inquisición lo oculte, el ejército de Felipe V estaba lleno de voluntarios catalanes.

-No sólo todos los catalanes no fueron austracistas, sino que los que lo fueron no tuvieron nada de separatistas. Si los nacionalistas de hoy pudiesen viajar en el tiempo en la máquina de H. G. Wells y les dijesen a los catalanes de 1714 que estaban muy contentos de saludar a sus antecesores en la lucha contra España, les encerrarían en un manicomio. Los catalanes austracistas presumían de ser los más españoles de todos. La opción por el candidato habsburgo estuvo motivada fundamentalmente por el apego de los catalanes hacia la Castilla habsbúrguica y por su rechazo a la Francia borbónica, a la que veía como enemiga de España.

-Los catalanes que lucharon y murieron el 11 de septiembre lo hicieron en defensa de España, del rey de España y de la libertad de España, y consideraban que los españoles que apoyaban a Felipe V estaban engañados, como textualmente escribió Rafael Casanova. Esta defensa de la España tradicional frente a las influencias extranjeras fue recordada por el más insigne pensador del conservadurismo español, Marcelino Menéndez Pelayo, quien consideró la victoria de Felipe V una desgracia para España:

No es ciertamente agradable ocupación para quien quiera que tenga sangre española en las venas, penetrar en el oscuro y tenebroso laberinto de las intrigas que se agitaron en torno al lecho de muerte de Carlos II, y ver a nuestra nación, sin armas, sin tesoros ni grandeza, codiciada y vilipendiada a un tiempo mismo por los extraños; repartida de antemano y como país de conquista en tratados de alianza, y luego sometida a vergonzosa tutela, satélite humilde de Francia, y perder sus mejores posesiones de Europa por el Tratado de Utrecht, en que inicuamente se la sacrificó a los intereses de sus aliados, y perder hasta los últimos restos de sus sagradas libertades provinciales y municipales, sepultadas bajo los escombros humeantes de la heroica Barcelona (...) ¡Cuánto padecieron con la nueva dinastía el carácter y la dignidad nacionales! ¡Cuánto la lengua! ¡Cuánto la genuina cultura española, la tradición del saber de nuestros padres! ¡Cuánto su vieja libertad cristiana, ahogada por la centralización administrativa! (...)".

Seguro que nuestros ilustradísimos separatistas están muy contentos de saber que opinan lo mismo que Menéndez Pelayo.

Pero las interpretaciones sobran, ya sean de Menéndez Pelayo o de cualquier otro. Hay un método infalible para conocer y comprender los hechos históricos, y es contemplarlos en su desnudez, acudir directamente a las fuentes. Las fuentes tienen una gran virtud: dejar en evidencia a los falsarios.

Y qué mejores fuentes que las palabras de los dos principales protagonistas del 11 de septiembre que hoy celebramos: Antonio de Villarroel, el jefe militar a cargo de la defensa de Barcelona, y Rafael Casanova, el conseller en cap. El primero arengó a los combatientes con estas palabras:

Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios.

En cuanto al segundo, ése al que hoy los separatistas y asimilados van a ponerle flores como caudillo independentista contra España, escribió lo siguiente el 11 de septiembre de 1714 a las 3 de la tarde para convocar a los barceloneses a defender las murallas de Barcelona por última vez:

Se hace también saber que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus empleos explican, declaran y protestan a los presentes, y dan testimonio a los venideros, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, protestando de los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida patria, y del exterminio de todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados, y todos en esclavitud del dominio francés; pero se confía, con todo, que como verdaderos hijos de la patria y amantes de la libertad acudirán todos a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España”. Este es el caudillo independentista al que hoy homenajean los separatistas e imitadores.

Y las mismas descomunales mentiras se vierten sobre cualquier momento histórico, cercano o lejano. Es fácil rebatirlas, pero la técnica de los nacionalistas es ir saltando de mito en mito según se los van anulando. Y cuando ya no les queda ninguno, se agarran al argumento sentimental: Es que yo me siento catalán y, por lo tanto, no soy español.

Pero el problema de este argumento probatorio es que no prueba nada. Yo también podría darme aquí golpes de pecho explicando que me siento Brad Pitt y no por ello voy a ser Brad Pitt, para disgusto de mis admiradoras. Y ya podrá la mitad más uno de los catalanes proclamar a los cuatro vientos que se sienten íntima y profundamente marcianos, que no por ello las mágicas potencias de las urnas les van a convertir en marcianos.

Además, la pregunta esencial que deben responder nuestros sentimentales separatistas es la siguiente: muy bien, usted se siente catalán y, por lo tanto, no español. Pero, sin toda esa riada de mitos que acabamos aquí de desvelar y que usted, uno a uno, me ha ido concediendo que son mentira, sin todos esos argumentos que han construido en usted una identidad falsa y que le han empujado a usted a odiar a España, ¿diría usted lo mismo? ¿Sostendría usted que es catalán y no español? La respuesta, evidentemente, es NO.

Si las causas de su sentimiento nacional son falsas, ¿cómo es posible seguir manteniendo las consecuencias? No es posible admitir la falsedad de las causas y sostener la legitimidad de las consecuencias.

Nadie sabe qué deparará el futuro a Cataluña y si la esquizofrenia separatista finalmente conseguirá sus delirios. Pero una cosa es segura: si la defensa de la identidad catalana, si la construcción de la nación catalana, pasa por la falsificación sistemática de dicha identidad, por el ocultamiento, por la manipulación educativa, por la censura de las opiniones discordantes, por la imposición lingüística, por la incitación al odio, por la mentira continua, esa Cataluña del futuro no será otra cosa que un inmenso, odioso y vergonzoso fraude.”


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.