José Membrive
Últimamente se afirma con una frivolidad que me espeluzna que la próxima guerra de la humanidad será por el agua. Y me asusta el simple hecho de aceptar con naturalidad la guerra como solución a algo.
Y me espeluzna porque cuando la Guerra Fría llegó a su fin también salieron profetas anunciando que las próximas guerras serían por motivos religiosos y efectivamente, en unos años, los grupos terroristas crecieron como setas, algunos de ellos respaldados y fomentados directamente por occidentales como Al-Qaeda y Hamas. El primero propiciado por la CÍA en Afganistán para combatir a los rusos y el segundo por Israel en Palestina para minar el poder de Arafat. Grupúsculos que, especialmente el primero, han venido a cubrir el vacío bélico dejado por el fin de la Guerra Fría y que, careciendo de ejército, han crecido lo suficiente como para derivar millones de dólares a la industria de la guerra y a las potentísimas empresas privadas norteamericanas que están apadrinando ejércitos de mercenarios para lucrarse a costa de los conflictos.
Es difícil justificar una guerra por motivos religiosos. Comienzo por la evidencia de que la religión pertenece al ámbito espiritual de cada cual y que en ese ámbito es muy difícil justificar la muerte de un semejante por motivos doctrinales. Claro que no hace falta saber mucha historia para reconocer que las guerras siempre se declaran con una excusa y se libran por unas causas que nada tienen que ver con las excusas.
Cuando los occidentales atacamos Irak, se llegó a reconocer más o menos subrepticiamente que, en realidad, necesitábamos el petróleo para continuar con el progreso.
-Tú estás contra la guerra de Irak, pero cuando tengamos el petróleo más barato también te aprovecharás, igual que los esquiroles en las huelgas.
Pues bien, la guerra se libró, al parecer la ganó occidente y los precios se han disparado. La guerra de religiones ahondó más en las distancias y en los odios entre musulmanes y cristianos y la del petróleo (que en el fondo era la misma) ha disparado los precios. Personalmente prefiero que cada país administre sus riquezas aunque estos países estén dirigidos por impresentables “Sadames” o conspicuos “Hugos”, a que dichas riquezas caigan en manos de multinacionales occidentales. No porque los occidentales sean más ruines, sino porque cada vez tienen más poder. Ni Hugo ni Sadam tenían poder para manipular el precio del petróleo, pero las grandes empresas occidentales sí. Y en estos casos siempre se ha demostrado que si alguien tiene poder para abusar acaba utilizándolo como es evidente en estos días.
Todo esto viene a cuento del miedo que me produce la expresión que se oye día sí y día también de que la próxima guerra será por el agua, tratando de justificar ante lo más mísero de la condición humana que tal método, aunque poco estético, constituye el camino para resolver “nuestro” problema. Hay muchos interesados en buscar otra excusa para otras guerras porque, como dicen, el órgano crea la función y esta sociedad ha creado un órgano amplio y poderoso que se alimenta de las guerras y que no va a ser fácil, aunque sí recomendable, extirparlo.
Torre del Agua (Expo Zargoza 2008)
Ante esta lógica brutal, injusta y desastrosa de apelar a la guerra para solucionar el problema del agua yo opondría otra: la lógica de la Expo Zaragoza 08.
La visita es totalmente recomendable por infinitos motivos, el principal, para mí, es que uno se da cuenta de que hay miles de personas en cientos de países que se han tomado el problema en serio y que en vez de optar por la brutalidad, el poder, las bombas y la sangre, recurren a la inteligencia, a la ética, para, al hilo del problema del agua, reconciliarnos con la naturaleza.
No existe problema del agua, existe el problema de nuestra civilización depredadora de la naturaleza, envenenadora de ríos, aniquiladora de fuentes y de bosques. Todos los males que el hombre ha infligido al medioambiente son, por ahora reversibles. Tanto el poema del Cid escrito alrededor del año 1200, como el Quijote, compuesto a primeros del siglo XVII, describen ambas Castillas plenas de bosques con abundancia de lagos y fuentes. La repoblación del bosque destruido ha de ser una meta.
España está en el umbral de la desertización. Si aceptamos que la solución es la disputa del agua, sin cambiar los modelos de vida y de investigación, puede correr la sangre en vano porque cada vez tendremos menos agua para repartir.
Creo que hay un mandato en nuestros genes, el mandato del agua, que proporciona las soluciones a quienes saben leer, respetar y comprender la naturaleza y condena a la pobreza, al dolor y al sufrimiento a quienes, basándose en la brutalidad quieren adueñarse de la naturaleza y domeñarla.
Los dos días que estuve en la Expo fueron insuficientes para ver la enorme oferta, los ingentes esfuerzos que muchos países están acometiendo calladamente, pero bastaron para quedar impresionado por la riqueza de soluciones que los estudiosos ponen a nuestro alcance.
Son bastantes los pabellones a destacar, entre ellos el de España. No soy patriotero ni nacionalista pero al entrar el segundo día me sentí dichoso de pertenecer a un país que había condensado tantas enseñanzas, tantas imágenes tantas ideas en su pabellón y que había hecho posible tal evento.
Otros pabellones que hay que visitar con los ojos y oídos bien abiertos son los de Rusia, Egipto, Aragón, Andalucía… además de la Torre del Agua.
En fin, una auténtica gozada, un bello libro abierto, un despliegue de lo mejor que cada país puede ofrecer. Todo a unos cuantos kilómetros.
La única pega. Cierran el 15 de septiembre, creo que habría que alargarle la vida hasta que la inmensa mayoría de la gente lo haya visto. El visitante suele salir con las pilas a tope y con una renovada fe en la humanidad. Al menos eso es lo que yo he sentido. En resumen, la visita a la Expo de Zaragoza ha reactivado mi fe en la humanidad.
NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.