El lunes, 26 de mayo presentaremos en Barcelona el poemario
Memoria del no poder (
Ediciones Carena, 2008), de
Felipe Aranguren, hombre polifacético y miembro activo de diversas organizaciones que promueven la paz y la justicia entre los pueblos, alguna de ellas como el Centro de Investigación para la Paz, galardonada con el Premio Nacional de Derechos humanos.
-Este libro es un puñetazo sobre la mesa, un hasta aquí hemos llegado, una denuncia de tanta hipocresía que nos rodea… -me dice el autor.
-El problema –le objeto- es cómo presentarlo. Hoy día no puedes decir que se trata de poesía social, ni mucho menos de denuncia y menos aún de tema político, todos esos conceptos están muy desprestigiados.
-También está desprestigiado el concepto “estudioso” y no digamos “intelectual” incluso ya se están cargando el de libro sumándole connotaciones negativas y, si nos dejamos llevar por esta corriente perfectamente dirigida contra el pensamiento, pronto estará mal visto la corrección gramatical a la hora de hablar. Por lo pronto en los móviles ya penalizan económicamente la utilización de acentos… nada de paños calientes. He escrito un libro de poesía de tema político, no partidista, por supuesto, pero yo no rehuyo la calificación de libro político, simplemente por que lo es y, en lenguaje no hay que dar un paso atrás lo diga quien lo diga –afirma el autor.
Hablando sobre el libro
Goya Gutiérrez, que será la presentadora en Barcelona, apunta que los versos largos, algo duros y discursivos que forman poemas densos y dilatados no encajan bien en nuestra tradición.
Felipe Aranguren: Memoria del no poder (Ediciones Carena, 2008)
Y es cierto.
Felipe Aranguren conoce perfectamente a nuestros clásicos pero ha puesto los cuernos a nuestra tradición poética yéndose de farra lectora con otras musas como las que inspiraron a la
generación Beat, gente de mal vivir, delincuentes algunos como el huérfano
Gregory Corso que aunque pasó su adolescencia entre orfanatos y cárceles, escribió versos tan hermosos como éstos:
Como los peces son aguas animalizadas
nosotros somos espíritus humanizados
los peces van y vienen, los humanos también
la muerte de los peces
no es la muerte de las aguas
la muerte de tu cuerpo
no es la muerte de la vida Otros fueron asesinos como
William Burroughs que mató a su mujer
Jane de un disparo en la cabeza cuando trataba de emular a
Guillermo Tell y falló el tiro… y que escribió
el amor es mayormente un fraude, una mescolanza de sexo y sentimentalismo que ha sido sistemáticamente vulgarizada y degradada por el virus del poder o el corrompido
Allen Ginsberg que tuvo la osadía de escribir a su propio esfínter
Espero que mi viejo, que mi buen ojo del culo resista
En 60 años no se ha portado nada mal
Aunque en Bolivia una operación de fisura…
Una generación de escritores provenientes de los “bajos fondos morales” de una sociedad puritana, por entonces dueña-manipuladora de la literatura y la cultura.
No considero que un escritor por el hecho de ser marginal, sea mejor que un instalado en el sistema, ambos están en igualdad de condiciones ante la buena literatura, pero quizás las difíciles condiciones impuestas por la vida hacen que sus víctimas aguijen los sentidos de quienes padecen la marginación, tal y como ocurriera con
Cervantes.
El caso es que estos hombres como
Jack Kerouac con su
On the Road, con el que convierte a sus lectores en desertores del sueño americano, Burroughs, que, coqueteando con las drogas, puso en jaque a todo un sistema de lenguaje vacío,
Allen Ginsberg que, con su poesía “indecente” concitó un movimiento en el que los armarios empezaron a abrirse y, a su rebufo, el movimiento feminista y el movimiento en pro de los derechos civiles de los negros americanos, etc… el caso es que estos “degenerados” tuvieron la virtud, entre otras muchas, de arrebatar la literatura a los “literatos” profesionales y demostrar que la tradición y los títulos académicos, con ser importantes, necesitan de una fuerte vitalidad para convertirse en poesía y esa vitalidad a menudo no surge de los centros académicos.
La semana pasada llegó a la editorial una propuesta literaria en la que un hombre, cuya vida transcurre entre la cárcel y el manicomio, cuenta el incidente que marcó su desgracia, la agresión, cuchillo en mano, a su mujer al considerarse engañado. Ortográficamente el libro está mal escrito, técnica y estructuralmente habrá que mirarlo más despacio. No sé si será posible verlo convertido en novela. Pero lo cierto es que me mantuvo en vilo prácticamente toda una noche, hasta las 5 horas 09 minutos de la madrugada, porque, al margen del grave suceso que desencadenó la desgracia, el libro tiene la frescura que el “submundo” carcelario (no olvidemos que los enemigos de Cervantes bromeaban sobre los abundantes “yerros” del
Quijote, porque, decían, había sido escrito en la cárcel) inyecta a veces entre sus pobladores que tienen el “privilegio” de poder pensar pausadamente y durante horas.
No ha habido en España una revolución literaria similar a la de la generación Beat, lo mismo que, apenas se filtraron algunos rayos del Siglo de las Luces… pero, afortunadamente sí hubo intelectuales que supieron importar gran parte de su caudal, como luego importarían el movimiento romántico con medio siglo de retraso. Más vale tarde que nunca. Y eso es lo que quiero decir del libro
Memoria del no poder, un libro que trastoca nuestros hábitos y valores literarios, alargando el verso y los poemas, mezclando sabiamente metáforas y silogismos, ira y reflexión.
Un libro que apuntala nuestra línea editorial, que no es otra que aportar nuevas maneras, indagar en nuevas formas de expresión, encauzar las voces que puedan renovar nuestro arsenal literario.