viernes, 11 de enero de 2008
El manuscrito Voynich y su descubridor: Wilfrid M. Voynich
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Libros y autores en Blog personal por Libros
Quizá lo más fascinante de la historia del Manuscrito Voynich sea la propia historia de su descubridor, el célebre y poco conocido Wilfrid M. Voynich

Juan Antonio González Fuentes

Juan Antonio González Fuentes

Las pasadas han sido las primeras fiestas de Reyes que he vivido fuera de Santander. Quienes sigan con alguna asiduidad estos escritos imaginarán (y acertarán al hacerlo) que las he pasado en Madrid. Y he de decir que no me arrepiento en absoluto. La verdad es que pasé una noche de Reyes inolvidable. Cenamos estupendamente en casa de unos amigos en la zona de Tetuán, comimos rosco, bebimos cava, y hablamos y hablamos hasta entrada la madrugada, momento en el que atravesamos Madrid para descansar y esperar la llegada al día siguiente de sus Majestades. No debí portarme mal del todo a lo largo del año 2007, habida cuenta de lo bien que conmigo se portaron los Magos, dejándome junto a mi zapato un montón abundante y variopinto de regalos.

Tan cansados estábamos el día 6 después de todo el ajetreo navideño, que pasamos el día entero prácticamente sin salir de casa, tumbados en el sofá viendo algunas películas en dvd, leyendo, escuchando música (un espléndido disco de Yves Montand), y acabando con las porciones de un enorme rosco comprado el día anterior mojadas en enormes tazones de café con leche.

Llegada ya la noche del “mágico” domingo, hice un rápido barrido televisivo por las cadenas abiertas españolas para comprobar, una vez más, que compiten entre ellas con inquietante ahínco por hacerse con el premio a la programación más aburrida o a la proyección, una vez más, de la película más programada. Así que me detuve en el programa esotérico y fantasmal del paranormal Iker Jiménez, Cuarto Milenio de la cadena polanquista, con la esperanza de ver a algún fantasma que mereciese la pena.

Sin embargo la noche transcurría entre bostezos hasta que, ¡por fin algo de suerte!, se proyectó un reportaje sobre el famoso Manuscrito Voynich, un misterioso libro escrito hace aproximadamente medio milenio en un alfabeto desconocido y en un idioma incomprensible que se conserva en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale.

Manuscrito Voynich

Manuscrito Voynich

A mi la verdad es que los contenidos concretos del libro me importan más bien poco, y me da un poco igual que esté escrito en clave, sea una falsificación magnífica, una impecable broma de unos monjes medievales aburridos y cachondos, o un libro dejado aquí por extraterrestres, lo que de verdad llamó mi atención del reportaje fue el personaje que descubrió el libro en 1912 en la biblioteca del colegio de los jesuitas de Villa Mondragone en Italia, es decir, Wilfrid M. Voynich, un tipo merecedor sin duda de una novela, una biografía apasionada, una película de aventuras...

Voynich nació Michal Wojnicz en 1865 en una ciudad, Telschi, situada en la antigua Polonia aunque hoy en la actual Lituania. Se graduó en Química y licenció en Farmacia en universidades como las de Varsovia y San Petersburgo, aunque se doctoró en la de Moscú. Perseguido en su juventud por las autoridades rusas al abogar por la independencia de Polonia del poder de los zares, fue al final encarcelado y deportado por los rusos a Siberia en el año 1885, soportando tal destino durante cinco años hasta que, en 1890, se fugó logrando llegar a Alemania para esconderse, más concretamente a la ciudad de Hamburgo.

En Hamburgo vendió sus gafas y su abrigo para poder pagarse un pasaje en un carguero de frutas que lo trasladó a Londres. Situado en la capital del entonces imperio británico conoció a Ethel Lilian (1854-1960), hija del conocido matemático y pensador George Boole, con quien contrajo matrimonio en 1902. Dos años más tarde obtuvo la nacionalidad inglesa y modificó su apellido a Voynich para hacerlo más pronunciable en inglés, y además en no pocas ocasiones le añadió un aristocrático “von” para impresionar al personal.

Wilfrid M. Voynich

Wilfrid M. Voynich

En esa etapa de su vida, mientras escribía junto a su mujer literatura revolucionaria que enviaba a Rusia y traducía al inglés trabajos de Marx, Engels o Plejanov, comenzó a experimentar un creciente interés por los libros y manuscritos antiguos, llegando a abrir un destacado negoció en Soho Square al que acudían muchos y variopintos coleccionistas con el ánimo de comprar libros raros, descatalogados, incunables...

En 1912 viajó a Italia para adquirir entre los viejos monasterios, iglesias, bibliotecas y colegios necesitados de fondos, libros valiosos y baratos que en su establecimiento londinense se convertían en piezas de alto valor económico para los coleccionistas y bibliófilos. Durante ese viaje es cuando adquirió el célebre manuscrito que lleva su apellido, manuscrito que intentó descifrar sin éxito alguno.

A punto de estallar la Primera Guerra Mundial, nuestro hombre se embarcó con los más valiosos ejemplares de su negocio en el Lusitania (barco que más tarde sería hundido por un submarino alemán) con rumbo a Nueva York, ciudad en la que se afincó como próspero y especializado librero y en la que murió en 1930, después, eso sí, de haber tenido más que éxito notable en su oficio, logrando abrir sucursales de su oficina en París, Florencia y Varsovia.

Las malas lenguas, que siempre existen y crecen y engordan con el movimiento, aseguran que fue nuestro personaje quien “inventó” el Manuscrito Voynich. Las razones que llevan a los malpensados a pensar tan mal son simples: siempre ocultó el verdadero lugar en el que encontró el libro, comentándole a quien tuviera tiempo que lo encontró en un perdido castillo del sur de Europa, aunque en algunos escritos dijo que lo encontró en Austria. Después están sus amplísimos conocimientos de química, y sus autodidactas pero absolutamente impresionantes conocimientos sobre obras raras e incunables, combinación que, insisto, siempre ha llevado a la sospecha sobre que fue él, ayudado quizá por otros, quien garabateo con maestría y preciosismo el manuscrito, confeccionando así una de las bromas más alucinantes y misteriosas de la historia de lo desconocido. ¿O no estamos ante una broma? Echémosle más leños al fuego de la leyenda.


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.