viernes, 6 de julio de 2007
Hotel Ostel, ¡¡vacaciones en Berlín!!
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Sociedad en Blog personal por Sociedad
Quizá me vaya de vacaciones a Berlín, y me alojaré en el Hotel Ostel, donde uno revive el mundo del socialismo real por poco menos de 60 euros al día.

www.ojosdepapel.com

Juan Antonio González Fuentes

Nunca he estado en Alemania, y la pasión no me desborda por conocer aquel país, lo que probablemente no habla muy a mi favor, lo reconozco. Sin embargo, buenos amigos míos, viajeros impenitentes y dedicados a profesiones que tienen que ver con eso que llamamos “cultura”, me aseguran que Berlín es, junto con Londres, la gran capital del dinamismo europeo, a años luz de París, Roma, Madrid, Lisboa, Viena...

Tanto y tan bien me han hablado que estoy planteándome el dedicar mis próximos días de vacaciones a visitar el país teutón y su capital Berlín, donde intentaré alojarme en el hotel más joven de la ciudad, el Ostel .

Me dicen mis amigos que no es un hotel sobresaliente por su calidad, que sus estrellas son más bien escasas, y que se encuentra situado, casi apartado, en una calle gris y desvencijada de la zona Este de la capital, es decir, en la geografía en la que el socialismo real necesitó de un muro durante años para no contaminarse de los pecados y trastornos de occidente. Trabajo en el que fracasó, como bien sabemos.

Insisten mis amigos en que si me alojo en el Ostel berlinés no lo estaré haciendo en un hotel al uso, lo que tendría más bien poca gracia y ninguna singularidad, sino que me estaré alojando en un verdadero museo, en el interior de un espacio museístico acondicionado para albergar huéspedes y viajeros con ganas no sé si de broma o de jarana.


www.ojosdepapel.com


El museo-hotel en cuestión (parque temático lo calificaría en este momento), lo que permite, según señala su marketing y subrayan con entusiasmo mis amigos, es visitar a un difunto. Me explico. Permite visitar un país que dejó de existir hace casi dos décadas, concretamente diecisiete años. Por menos de sesenta euros la noche uno puede descansar en la “Stasi suite”, habitación que está dispuesta para atender las necesidades de los clientes con antiguos y originales muebles pertenecientes a defenestrados miembros del desaparecido Comité Central del partido comunista alemán democrático, y de la policía secreta prosoviética, la temida Stasi.

Si uno quiere incluso gastarse menos dinero y ahorrar para otros menesteres, puede optar por adormilarse y descansar en el “Campamento de pioneros”, una estancia que tiene seis camas, y en la que uno lo tiene fácil para confraternizar con el espíritu de la camaradería socialista. Me aseguran, además, que en la recepción del establecimiento hay cuatro grandes relojes colgados de la pared que marcan las horas de cuatro ciudades que tuvieron algo en común no hace demasiado tiempo: Berlín, Moscú, Pekín y La Habana.

Todo en el hotel Ostel es original. Muebles, alfombras, sábanas, electrodomésticos..., fueron rescatados por los jóvenes e imaginativos propietarios buscando y rebuscando por diferentes rincones de lo que fue la RDA. El éxito ha sido escandaloso. Medio mundo se pega por dormir en una habitación que intenta hacerte sentir cómo se veía el mundo desde un hogar comunista hace varias décadas. Las reservas se multiplican de forma exponencial, y la recepcionista asegura que muchos de los clientes son ex ciudadanos de la RDA, que quieren recordar su antigua vida dando saltos empleando el muelle de la nostalgia.

Ya he escrito más al respecto, pero no puedo dejar de apuntar el asombro que me produce cómo el ¡money, money!, hunde sus raíces en cualquier terreno sobre el que se le deje caer, sea este fértil y abonado, o un pedregal abandonado, y luego crece y se expande dando muestras de una frescura y una prodigalidad que nadie hubiera pensado pudieran darse cuando Lenin y sus secuaces construían muros y barricadas con los adoquines de las calles zaristas.

No sé si finalmente viajaré a Berlín pronto o pasado un tiempo, pero a medida que añado palabras a estas líneas sí me convenzo de que jamás iré a al hotel Ostel, y no porque esté contra los juegos malabares del capitalismo y su embrujo llamado marketing, no porque sea ni mucho menos un nostálgico de funestos tiempos, no porque esté en contra de la imaginación de pésimo gusto puesta al servicio del todo por la pasta... No, lo que ocurre es que las ferias y sus atracciones nunca me gustaron, siempre me parecieron tristes y desangeladas, cúmulos de falta de espíritu maquillados con risotadas y nubes de azúcar rosa. Y quizá lo que menos gustaba de las ferias era el tren de la bruja. Y el hotel Ostel es un tren de la bruja perfecto: pagas, te subes, das vueltas a lo mismo, te quedas a oscuras y un tipo con careta y sudoroso te persigue a escobazos pretendiendo divertirte.

Montado en dichos trenes, jamás esbocé ni una sonrisa.

______________________________________________________________________
NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.