viernes, 13 de abril de 2007
Tarzán y el cumpleaños de Chita (Cheeta)
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
Artes en Blog personal por Cine
Chita, la mona que era mono y acompañó a Tarzán Weismuller en varias películas, acaba de cumplir 75 años, convirtiéndose en el simio más longevo de la historia.

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Juan Antonio González Fuentes

En las navidades de mediados los años 1970 recuerdo que con frecuencia la única televisión española existente programaba en su horario de tarde el ciclo completo de las películas de Tarzán protagonizadas por el inefable y olímpico Johnny Weismuller.

A mí, que entonces tenía poco más o menos diez años, me encantaban aquellas viejas películas en blanco y negro en las que, como si de un ritual o liturgia se tratase, se repetían las mismas cosas con precisión milimétrica. Una expedición de hombres blancos organizaba un safari para ir en busca de marfil, oro, las fuentes de un río extraordinario... Junto a una larga columna de porteadores negros y altos a los que mandaba otro negro alto y con fusil, se adentraban inverosímilmente en la densa jungla africana y avanzaban siendo acechazos por peligros mil. Un cocodrilo siempre se zampaba a uno de los porteadores negros al cruzar un río; un leopardo siempre desgarraba la garganta de otro porteador lanzándose desde la rama de un árbol; los blancos siempre mataban a varios hipopótamos y cocodrilos al vadear un río con improvisadas balsas de juncos, una de las cuales, llena de negros, siempre era volteada por los animales...

Después de avanzar penosamente por la selva, la expedición siempre era perseguida y atacada por una peligrosísima tribu de guerreros, los no sé qué, que en frenética carrera por los senderos abiertos, iban lanzando sus lanzas o sucumbiendo a los certeros disparos de los fusiles de los blancos. La persecución era del todo terrible y desigual, y cuando los expedicionarios multirraciales estaban a punto de ser masacrados por la tribu de guerreros, aparecían las estribaciones de una montaña increíble donde se refugiaban para intentar repeler el ataque. Entonces, ni antes ni después, resonaba en todo el escenario bélico el grito mágico y espeluznante del “gran mono blanco”, y todos los negros presentes, o bien huían despavoridos o bien se agachaban miedosos negándose a seguir.


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Chita


Luego venían las escenas en las que la hilera de andarines subía a duras penas por los senderos de la montaña. Dos o tres porteadores negros caían al vacío en el intento, lanzando un grito de pánico, y la chica blanca, pues siempre había una chica blanca más hermosa que fea, también estaba a punto de caer, sólo que era agarrada por el apuesto guía blanco que, sin embargo, no parecía en el fondo muy de fiar, quizá por llevar ese bigotillo corto y estrecho que ningún héroe de verdad puede lucir jamás de los jamases.

Luego, cuando ya estaban todos arriba, volvía a oírse el grito del llamado “gran mono blanco”, instante que la inmensa mayoría de los cobardes e ignorantes porteadores negros aprovechaban para darse a la fuga. La menguada expedición seguía su camino en busca de lo que fueran a buscar, hasta que el mono blanco, Tarzán, hacía su aparición estelar, generalmente para salvar a la chica de un horroroso peligro. A partir de ahí las variantes eran más o menos interesantes, pero el entramado litúrgico en torno a Tarzán perdía parte de su interés. Esa pérdida de interés se acentuaba cuando Tarzán acababa convirtiéndose en las posteriores secuelas de la serie en un pequeño burgués con adosado en los árboles, mujer, hijo (Boy), animales domésticos, piscina privada, ventiladores, friega platos y servidores simiescos.

Compruebo ahora en internet que Weismuller encarnó entre 1932 y 1948 una docena de veces el personaje de Tarzán. Pero yo me refiero aquí a las 6 primeras, a las realizadas por la Metro con el personaje de Jane interpretado por Maureen O’Sullivan, y con un director de la talla de Richard Thorpe o un director artístico de la de Cedric Gibbons. Esas seis primeras cintas son las maravillosas, las legendarias. En todas ellas, repito, sale además Maureen, actriz estupenda y muy natural, simpática, graciosa, atractiva y en la primera cinta de la serie completa, Tarzán de los monos, además bastante ligera de ropa.

La última vez que vi actuar a Maureen O’Sullivan en una película fue junto a su hija, Mia Farrow, y su entonces yerno, Woody Allen. No recuerdo el título de la película, pero sí que ella, Maureen interpreta con una credibilidad pasmosa a una vieja actriz que no ha sabido envejecer.

Quien no supo envejecer fue Tarzán, Johnny Weismuller, quien murió solo y enloquecido, creyéndose a pies juntillas el personaje que le dio la fama, lanzando su famoso grito por los pasillos del manicomio y mordiendo sus cinco medallas de oro olímpicas en natación como si fueran galletas Cuétara.

En las seis películas aludidas hay un tercer personaje en común. Sí, la mona Chita (Cheeta, en inglés), la mascota infatigable e inteligentísima de Tarzán. Chita, la mona, no era mona, era mono, y acaba de cumplir 75 años de edad en su residencia de Los Ángeles, California. Chita, la mona-mono ha sobrevivido de largo, en contra de lo esperado, a sus dos compañeros de reparto, y vive feliz, aunque diabético, rodeado de homenajes, el cariño de sus cuidadores, y comiendo tartas y refrescos sin azúcar. Chita se ha convertido en el mono más longevo del mundo conocido, y eso a pesar de haber soportado, como Chita, los alaridos de Tarzán, los ataques de leones, leopardos, elefantes, rinocerontes..., las caricias del insoportable y rizosillo Boy, los lanzazos de los guerreros negros más malvados del África tropical, las corrientes de los ríos más caudalosos, y las caídas de los árboles más altos de la jungla, aunque la jungla fueran las zonas verdes más descuidadas y selváticas cercanas a la Metro.

Chita cumple 75 años sin haber perdido la cabeza ni lanzar alaridos. Vive el retiro deseado por cualquier antigua estrella de Hollywood: zampar tartas, beber refrescos y ser recordada con cariño por sus viejas películas. Y es que quizá no haya nada mejor en el mundo del cine que haber sido mono, un mono travestido en mona, claro.

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.