Juan Antonio González Fuentes
La semana pasada comenzó en Madrid la feria de arte
ARCO. Como siempre, las televisiones, las revistas, los periódicos y los suplementos de cultura le dedican páginas y páginas, comentarios y comentarios, minutos y minutos. Como siempre, también hay polémica en torno al sentido y valor de determinadas obras, como por ejemplo, esas cajas de cartón para embalar que puestas juntas en el suelo configuran una de las obras que se exponen y venden. Ya le hemos dedicado tiempo y espacio al asunto en el blog sobre el reciente caso ocurrido en la Tate Britain de Londres.
Creo que al respecto lo mejor que puede hacerse es recurrir a la célebre frase de
Marcel Duchamp para despachar el asunto: "arte es todo aquello que un artista diga que es arte". La frase, a mi juicio, es como una moneda, es decir, tiene dos caras. La primera casi es la cara de la genialidad, y muy probablemente sea muy cierta (¿claro que quién dice que un artista lo sea?, ¿un crítico?, ¿y quién dice que el crítico lo sea?...), y la otra cara es la de la imbecilidad. La frase de Duchamp es como buena parte del arte actual, depende de la cara que mires de la moneda, o te enfrentas a una genialidad llena de sentido o una completa imbecilidad sin vuelta de hoja.
Pieza de
Marcel Duschamp
Pero la frase de Duchamp me conduce a otra reflexión. Y es acerca de las artes y las letras en este comienzo de siglo. ¿Se han dado cuenta de que hoy, en la postmodernidad, esa frase es aplicable a todo lo que tenga que ver con la creación? Qué es un poema. Pues lo que diga el poeta que es. Qué es cine. Lo que diga que es cine un director. Qué es música. Lo que dicen que es música los cantantes y compositores de hoy. Qué es una escultura. Qué es un cuadro. Qué una narración. Qué una fotografía. Qué danza..., todo lo que hoy dicen que es y hacen los que se dedican a desarrollar algún acto de creación. Así de sencillo. ¿Cuál es el resultado general? El descrédito absoluto de todos los que nos dedicamos a escribir, componer, fotografiar, pintar... ¡Eso lo hace cualquiera! Piensa el común de los mortales. Y es absolutamente cierto. Hoy, cualquiera es artista, y entonces ser artista ha perdido el mucho o poco valor que en su día pudo tener.
¿Es aplicable la genialidad/imbecilidad de Duchamp a otras áreas del conocimiento y la ciencia humanas? No, la medicina, la física, las matemáticas, astronomía, la química, la ingeniería..., han quedado fuera del alcance del petardo del artistas francés, y por tanto, han conservado su prestigio, o al menos no lo han visto disminuido hasta lo nimio.
¿Alguien puede preguntarse qué es un transplante de corazón, qué es una fórmula matemática, qué es un puente?, ¿y contestar a lo Duchamp? No, imposible. Si un puente se cae, ya no es un puente, y el ingeniero va a la cárcel. Si la fórmula matemática no responde con precisión, deja de ser utilizada, y se convierte en una chapuza inservible. Si un transplante de corazón sale mal, el paciente muere, y la broma se acaba ahí.
En arte no. Qué más da que una majadería escrita en verso pase por poema porque así lo anuncia el autor. Qué más da que se coloquen tres cajas sobre el suelo y que el autor diga que eso es una escultura. ¿Alguien, en la postmodernidad, va a desmentir a los artistas? ¿Alguien va a arriesgarse a que lo llamen paleto o a no darse por informado de las últimas tendencias? ¿Es más, a quién le importa hoy de verdad un comino el arte? Este debate es viejo, caduco, inservible, inútil. En arte da ya igual prácticamente todo, todo se ha inventado, todo se ha hecho, todo se hará.
Duchamp tenía razón. Lo que no sabemos es si tuvo razón siendo un genio o un completo imbécil.
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NOTA: En el blog titulado
El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.