lunes, 6 de junio de 2011
La identidad en Haikus sin estación de Juan Antonio González Fuentes, por Catherine Dumont
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En primer lugar intentando tratar de la identidad en el poemario “Haikus sin estación” de Juan Antonio González Fuentes, tenemos que definir el concepto del término “identidad”. La Real Academia Española propone distintas definiciones: “1 - Cualidad de idéntico/2 - Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás/3 - Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás/4 - Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca”. En segundo lugar percibimos que el título del poemario “Haikus sin estación” predispone a una deconstrucción genérica literaria y temporal. En efecto el haiku se define de la forma siguiente: “Composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente”. Esta definición oculta la dimensión metafórica del haiku. De hecho el poema corto japonés tiene el propósito de hacer brotar imágenes que van a evocar una estación del año. Con este título se anuncia la perversión del haiku. El poeta pretende abolir la noción espacial y temporal insertada en el término estación. Se trata de una recreación y, por lo tanto, de la creación de un universo poético sin parangón literario y sin referencias espacio-temporal al mundo




Juan Antonio González Fuentes

I. La identidad del sujeto poético: un juego de voces

II. La identidad: fusión y con-fusión

En primer lugar intentando tratar de la identidad en el poemario Haikus sin estación de Juan Antonio González Fuentes, tenemos que definir el concepto del término “identidad”. La Real Academia Española propone distintas definiciones: “1 - Cualidad de idéntico /2 - Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás /3 - Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás /4 - Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca.” (1). En segundo lugar percibimos que el título del poemario Haikus sin estación predispone a una deconstrucción genérica literaria y temporal. En efecto el haiku se define de la forma siguiente: “Composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente” (2). Esta definición oculta la dimensión metafórica del haiku. De hecho el poema corto japonés tiene el propósito de hacer brotar imágenes que van a evocar una estación del año. Con este título se anuncia la perversión del haiku. El poeta pretende abolir la noción espacial y temporal insertada en el término estación. Se trata de una recreación y, por lo tanto, de la creación de un universo poético sin parangón literario y sin referencias espacio-temporal al mundo.

Así que el título del poemario anuncia la intención del poeta de reformular la propia meta del haiku. Por ende nuestro propósito consiste en mostrar cómo, a pesar de crear un mundo hermético, la identidad emerge y se expresa en el seno del poemario. El poemario consta de distintas formas de caracterizar la identidad de la voz poética. Focalizaremos nuestro estudio por una parte en la identidad mediante el juego de las voces en el seno del poemario, y por otra parte en la identidad como fusión y con-fusión en universo poético.

I. La identidad del sujeto poético: un juego de voces

En primer lugar, desde el primer haiku, el sujeto poético “yo” aparece gracias al adjetivo posesivo de primera persona “mi” en “Allá de mi voz”. La identidad de la voz poética emerge mediante el sonido de la voz. Ésta se define según la definición de la Real Academia Española como: “Palabra o vocablo/Músico que canta” (3). La voz encarna al mismo tiempo la palabra y la musicalidad del poema. En segundo lugar el adverbio de lugar “allá” sitúa un espacio lejano entre la voz poética y su propia voz, y remite a una voz imperceptible e impalpable como si su propia voz existiera fuera de ella. La identidad de la voz poemática surge de su conciencia de tener una voz fuera de su cuerpo (4): “Nous ne concevons les corps que par la faculté d’entendre ce qui est en nous […] et que nous ne les connaissons pas de ce que nous les voyons, ou que nous les touchons, mais seulement de que nous les concevons par la pensée.” (5) La voz poemática aprehende su propia existencia bajo su voz.

El tercer Haiku responde al primero en el sentido de que se instaura un juego de tensión entre los dos haikus entre por una parte el “yo” y el “él”, por otra parte, dentro de una noción espacial, entre un “aquí” y un “allá”, y por fin entre “mi voz” y “la palabra”. El “otro” se inmiscuye mediante una tercera persona de singular de género indeterminado “Será de un aquí” y se proyecta con incertidumbre en el futuro en un lugar indeterminado pero cercano de “un aquí”. La “palabra”, según la definición de la Real Academia Española se define de la forma siguiente: “Representación gráfica de la palabra hablada/Facultad de hablar” (6). Con esta definición, la palabra hablada simboliza la voz o sea que “después de la palabra” puede significar también “después de la representación gráfica de la voz”. En el haiku 3, después del término “la palabra”, encontramos un punto, lo que supone una pausa en el ritmo del verso es decir una pausa que se plasma con un silencio. Podemos ver un juego de espejo entre el término “palabra”, la voz y el juego visual. “Allá mi voz” y “después de la palabra” convergen hacia la misma meta: el silencio.

En segundo lugar, en el haiku 6, “el eco afana”. El diccionario de la Real Academia Española define el eco como una: “Repetición de un sonido reflejado por un cuerpo duro” (7). Manteniendo la idea de que la voz manifiesta dentro de los haikus la identidad de la voz poética vemos un recorrido y se intercala la idea de repetición de la misma voz. La reproducción del sonido desencadena en el doble en la identidad de la voz, emerge el “otro”, un doble menguado y el mismo. Partiendo de nuestra cuarta definición de la identidad de nuestra introducción es decir: “Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca”, el eco refiere a la implicación de la voz como “otro” y la búsqueda conlleva a interrogarse acerca de “…il faut que je prenne soigneusement garde de ne prendre pas imprudemment quelque autre chose pour moi”(8). En el octavo 8 se trata de callar, el órgano no funciona: “silencio en la voz,/frontera por abismo”. El silencio encarna el límite de la separación y de la diferencia. A lo largo del poemario la identidad de la voz evoluciona. Se manifiesta por su presencia, luego la figura doble de la identidad y la figura del silencio que representa una identidad átona.

Además, en el haiku 21, se plantea una interrogación acerca de la música. “¿No es la música,[…]?”. Ésta se define como un: “concierto de instrumentos o voces, o de ambas cosas a la vez” (9). Se trata de una pregunta retórica por parte de la voz poética. La música se vuelve el canto de la voz y por lo tanto la de la voz poética.

Desde el inicio de nuestro análisis la voz encarna la identidad del sujeto poético. Bajo esta pregunta, la voz poemática se cuestiona acerca de su propia existencia. La duda es un proceso que se inmiscuye en el proceso de concientización en la identidad. En efecto, en “la primera meditación” del Discours de la méthode de Descartes, el primer postulado que se inserta es que la duda es necesaria a la existencia, dudar es pensar y desencadena en “je pense, donc je suis”.

Por fin, vimos a lo largo de nuestro estudio la identidad y la presencia de la voz poética en el poemario emerge a través de la voz. En el haiku 72, a través de una cosificación la voz poemática se encarna en un árbol deshidratado, por consiguiente muerto, y después de un lapso de tiempo largo, la “Voz no se oye”. La identidad del sujeto poético a lo largo del poemario pasó por la voz por ende la voz que no se puede oír es una voz que ha perdido su capacidad de emitir sonido. En este haiku la voz se vuelve incapacitada por lo tanto se ha muerto la voz poética.

II. La identidad: fusión y con-fusión

De hecho la concepción del mundo no viene de la naturaleza propia del ser humano. El crecer permite aprehender el mundo. La poesía también permite concebir y recrear el mundo a partir de los sentidos. La identidad se crea también mediante la aprehensión del mundo. En esta parte vamos a ver cómo la voz poética fusiona y se confunde (10) con el mundo poético creado y cómo participa a la creación de su propia identidad.
En primer lugar, en el haiku 34, la voz poética emerge en el verbo “despertar” a la primera persona de singular. Cabe destacar que pocas veces la voz poética aparece en el poemario bajo un verbo en primera persona de singular. Las distintas liquidas dispersas participan de una fusión suave y dulce: “Despierto en un sol/ Que llega llevándose/ Pieles de brasa”. La voz poética se asimila al sol es decir que el sol quema la piel, el cuerpo se encuentra en un estado de incandescencia. Asistimos a una mutación. Por una parte el sujeto poético se corporeiza y por otra parte pasa de un estado a otro. El hecho de que “llega llevándose” conlleva a una confusión de movimientos contrarios que desembocan en la perdida de la envoltura del cuerpo. La confusión implica la desintegración corporal, y el cuerpo es un constituyente de la identidad (11). El mutar otorga otro cuerpo y otra identidad.

Juan Antonio González Fuentes: Haikus sin estación (Ediciones Carena, 2010)

Juan Antonio González Fuentes: Haikus sin estación (Ediciones Carena, 2010)

En el haiku 36 la voz poética emprende una acción: “cobijo” y desprende una fuerza descomunal y superior a la de los elementos naturales “el aire”. La aprehensión del mundo poético invierte la percepción del mundo real: el aire se encuentra “bajo el peso azul del mar”. La sinestesia que asocia el peso con un color participa de la recreación del mundo poético en el que la voz poética desempeña un papel de benevolencia: “Cobijo el aire/bajo el peso azul del mar/ojo de cristal”. El juego de inversión espacial de los elementos aéreos y marítimos (el aire debajo del mar) hace hincapié en la potencia de la voz poética que domina del espacio y de los elementos naturales y por consiguiente en el carácter “divino” de la identidad de la voz poética.

En segundo lugar, la fusión y la confusión, en el haiku 46, se manifiestan bajo una lógica visual y mental. Se dibuja en un encadenamiento de quiasmos: “Orden y objeto / el objeto del orden / (ordena –miento)”. El sujeto poético se define con relación a la tercera persona de singular contenido en el verbo ordenar. Éste se relaciona al orden y al verbo “ordenar” mientras que aquél se vincula con el objeto y la mentira. Las dos ideas se intersecan y la conclusión se inmiscuye en el último verso entre paréntesis.

Constituye una especie de aparte en el que la ordenación conlleva en la mentira del sujeto poético. El doble quiasmo provoca un sentimiento de caos pero cabe destacar que el caos trata del orden y dentro del esquema visual el orden de las ideas surge. La voz poética inmiscuye una confusión visual para realzar la fusión del objeto y del orden, de la primera persona y de la tercera persona de singular. Por otra parte, el sujeto poético explota en un oxímoron en el haiku 63: la idea de ensimismamiento y de libertad, implícitamente sugerido gracias a una animalización de la voz poética: “bato mis alas” que remite a la libertad: “Alegre urgencia: / me ensimismo en el jardín, / bato mis alas”. La idea paradójica y no antitética de espacio dentro del ensimismamiento remite a la libertad creadora de la voz poética.

En tercer lugar, en el haiku 60, se inserta una puesta en abismo de la voz poética. A partir de dos definiciones de la Real Academia Española: la del retrato: “descripción de la figura o carácter, o sea, de las cualidades físicas o morales de una persona” (12); y la definición de autorretrato: “retrato de una persona hecha por ella misma” (13). “Sangre invernal/y el perfil de lo escrito/Autorretrato”. El sujeto poético se define mediante la “sangre invernal”. La noción espacio-temporal incluida en el término invernal se encuentra en el propio cuerpo de la voz poética. Como lo vimos en nuestra introducción, el haiku japonés es un poema corto que remite a una imagen que evoca una estación del año. En este haiku la estación define el sujeto poético. Se parte de la estación para llegar a la propia identidad de la voz poética dibujando su autorretrato. El principio del haiku permite a la voz poética de emerger. Además la descripción física de la voz poética se hace mediante “el perfil de lo escrito” es decir una visión parcial de lo significado de lo escrito. Como en el principio del autorretrato, la voz poética da a ver únicamente lo que se puede ver. La lectura y las interpretaciones remiten al lector. En este haiku se fusionan el cuerpo de la voz poética y su arte de escribir. Además en el haiku 65 aparece la fusión entre la voz poética y “la otra” que se manifiesta mediante el adjetivo posesivo femenino de tercera persona de singular: “Presencia suya: / Que se enlaza y me rompe / Jardín de sombras”. Definimos la sombra como una: “Imagen oscura que sobre una superficie cualquiera proyecta un cuerpo opaco, interceptando los rayos directos de la luz” (14). De modo que la presencia femenina envuelve al sujeto poético enlazándole y éste se desmorona fusionando con ella en un jardín en el que los cuerpos se unen. Los dos fusionan en el acto sexual.

Por fin, El haiku 75 acaba con la luna con mayúscula o sea una personificación con el nombre propio: “La Luna espera/Siete estrellas de sangre/Dunas por su aire”. La prosopopeya permite a la voz poética de dar a luz a la Luna. La alegoría permite acabar con el soplo de vida con la presencia de, por una parte la Luna, que en la mitología griega representa el poder femenino, a la Diosa madre y por otra parte las “siete estrellas” que remiten a los sietes días de la creación. Asimismo la sangre que evoca al flujo de la vida en el cuerpo humano, y las dunas que representan el movimiento de la arena en un espacio limitado del desierto es decir una inmovilidad en constante movimiento que devuelve el aire, el soplo de vida. El poemario acaba con la fusión de la voz poética y de la “otra” en el haiku 65 y, como lo vimos en la primera parte de nuestro estudio, la muerte del sujeto “yo” de la voz poética bajo la metáfora del árbol seco, en el haiku 72. En este último haiku, predomina la vida de una identidad femenina que simboliza el futuro “espera” y la vida.

En nuestro trabajo abarcamos la identidad según las cuatro definiciones posibles de la Real Academia Española, es decir la identidad como el mismo, el otro, el doble y su singularidad. El poemario consta de distintas formas de caracterizar la identidad de la voz poética. Estudiamos el juego de las voces, y la fusión y la confusión de la identidad. Dejamos el aspecto fragmentado del cuerpo en la construcción de la identidad, la construcción de la identidad en función de los demás y la construcción con relación al amor y al sexo.

A modo de conclusión vimos en nuestro estudio, por una parte, cómo la voz poética emergía poemario mediante la voz. Ésta encarna y manifiesta la identidad del sujeto poético en los haikus a lo largo del poemario. Por otra parte vimos que la voz poética se situaba en un mundo en el que se borraban las fronteras entre el hombre, la naturaleza y los animales bajo la profusión de prosopopeya, animalización y cosificación. Por lo consiguiente analizamos cómo dentro del caos del mundo poético la creación de éste se empareja con la creación de la identidad de la voz poemática. El caos nos obliga a aprehender el mundo poético y buscar los referentes sensoriales. La identidad de la voz poética emerge dentro de la confusión y de la fusión de ésta y de su objeto de creación: su universo. Se trata de una poesía cosmogónica: se crea un nuevo mundo coherente dentro del sistema interno de una aprehensión sensorial del mundo.

NOTAS:
(1) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011).
(2) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011).
(3) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011).
(4) Corresponde a la tercera definición de la identidad de la Real Academia Española.
(5) René Descartes. Le discours de la méthode. Paris: Garnier Frères, 1950.p. 37.
(6) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011).
(7) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011).
(8) René Descartes. Op. cit., p. 42.
(9) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011).
(10) En este caso la identidad definida como “cualidad de idéntico”, primera definición de nuestra introducción.
(11) Remite a la definición 2 de la identidad de nuestra introducción.
(12) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011).
(13) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011).
(14) REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.Vigésima segunda edición. [En línea] Disponible en <
http://rae.es/rae.html > (Consulta: 03 de enero de 2011). 


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