Durante la época de las vacas gordas, en España nacieron, entre otros elementos decorativos y suntuosos de nuevo rico recién llegado, decenas de museos de arte contemporáneo en ciudades grandes y pequeñas. A estos museos, contenedores fastuosos de la más vergonzante nada en no pocas ocasiones, se le denominó mediante siglas. Era lo
in, lo
cool, lo
güay. Así jalonan la piel de toro decenas de ridiculeces que intentan justificarse a la sombra del MOMA noeoyorquino. Vamos, una paletada. Sobre todo esto publicó la pasada semana un artículo clarividente e inmejorable la profesora
Estrella de Diego en el suplemento cultural
Babelia de
El País.
Pues bien, en esa estela de lo minimal, desde que comenzó el siglo XXI nos ha dado por denominar los acontecimientos históricos con una fórmula sencilla: el número del día y la letra del mes en el que aconteció lo acontecido: 11-S, 11-M, etcétera. La última reducción que ha venido a sumarse a esta historia es la del 15-M, es decir, el 15 de mayo pasado, fecha en la que dio comienzo, en la Puerta del Sol madrileña, la concentración de “indignados” y descontentos con la política española y la situación de crisis actual. Enseguida surgieron convocatorias semejantes en otros lugares de España, y en la actualidad son muchos los rincones urbanos de ciudades españolas que sirven de escenario a concentraciones ininterrumpidas de jóvenes y no tan jóvenes que pretenden, al parecer, llamar la atención sobre el deterioro general del país y sus circunstancias.
Barcelona, Sevilla, Valencia, Bilbao, Granada, etc. Hasta en la generalmente apática Santander llevan días concentrados decenas de ciudadanos en la Plaza Porticada.
Inmediatamente han surgido los “analistas” del fenómeno en televisiones públicas y privadas, en periódicos en papel de todo signo, en radios, en medios digitales. Para unos esta “indignación colectiva” está incluso organizada desde el gobierno por el
Fu Manchú de la política española, mi paisano cántabro, el ministro
Rubalcaba. Para otros (juro que lo he oído) es un ejemplo clarísimo de fascismo. Y los hay que prefieren analizar a quién va a beneficiar estos movimientos en las próximas elecciones municipales y autonómicas del domingo. Incluso la prensa extranjera da noticias del hecho, y se habla de
spanish revolution.
Desconozco si Rubalcaba está detrás de las manifestaciones. Tampoco sé si es una estrategia socialista para desviar la atención de asuntos muy graves que están teniendo lugar estos días (se ha dejado de hablar, por ejemplo, de la legalización del partido de los
asesinos en el País Vasco). También me cuesta tener un juicio claro sobre si la izquierda será la gran beneficiaria electoral en las municipales y autonómicas. No me voy a pronunciar sobre si estas protestas deberían haber tenido lugar hace meses, o años. No tengo muy claro que estas manifestaciones se produzcan justo la semana antes de que se prevea una victoria electoral clarísima de la derecha en España, mientras los protagonistas han estado callados aguantando ocho años de desgobierno de
Zapatero & cia. En fin, que no me interesan en exceso los acercamientos más o menos epidérmicos al asunto del ya célebre 15-M.
Vayamos al grano. La gravísima crisis económica que afecta a toda la sociedad española, ha destapado lo que era una evidencia desde hace ya al menos una década. En otras palabras, mientras la economía española crecía y permitía lujos y alegrías, nadie se manifestó para evidenciar la evidencia: el sistema democrático español surgido de la Transición no funciona, se ha roto, ya no sirve, hace aguas por todas las costuras que en su día se cosieron, quizá deprisa y corriendo, para sortear la situación y sus eventualidades. Hoy España necesita repensarse, o dicho de otra manera, sencillamente necesita un plan que establezca la dirección hacia la que dirigirnos, y la forma en que debemos dirigirnos hacia el punto elegido. España precisa echar abajo las estructuras del edificio que no se sostienen tras el terremoto económico que nos asola desde hace dos años, apuntalar otras habitaciones, e iniciar la construcción de otros espacios habitables, quizá tirando tabiques inútiles.
Las manifestaciones del 15-M traslucen claramente lo insostenible de un sistema en el que ya nadie cree, en el que nadie confía,
un sistema viciado que sirvió para hacer una parte considerable del camino, pero que hoy es un trasto viejo que hay que llevar a cuestas.
La democracia española surgida de la Transición presenta a día de hoy una serie de elementos que son rígidas barras de acero insertados entre los radios de sus ruedas. A saber:
-El sistema electoral: un sistema demencial, consensuado para dificultar mayorías absolutas y beneficiar a los nacionalistas, es decir, a los que supuestamente no quieren nada con el resto del país. Un sistema en el que, sirva un solo ejemplo, un partido como el de
Rosa Díez obtuvo más votos (303.535) en las últimas elecciones nacionales que los nacionalistas vascos (303.246), los republicanos catalanes (296.473), los nacionalistas gallegos (209.042) o los nacionalistas canarios (164.255). Pues bien, el partido de Rosa Díez obtuvo un único representante en el Parlamento, mientras los nacionalistas vascos 6!!!!!, los catalanes republicanos 3, y los nacionalistas canarios 2. Pero es que Izquierda Unida obtuvo 963.040 votos, mientras que los nacionalistas catalanes de CiU tan solo 774.317 votos. Pues bien, Izquierda Unida 2 diputados, CiU 11 diputados!!!!!!!!!!!! Intolerable. No todos los votos de los españoles valen igual. Es evidente que el voto de un votante de Bilbao, Hondarribia, La Coruña, Tarrasa o Zarauz vale más que el de uno de Santander, Motril, Sevilla o Gijón. Indignante. A la mierda!!!, que dijo un insigne actor español.
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La casta política y la partitocracia: según las últimas encuestas los políticos (la casta política) es percibida por el ciudadano español como la tercera de preocupaciones. Una casta, por lo general, de
individuos sin formación, que no han demostrado jamás nada en la vida pública, a los que sus partidos sitúan en puestos de responsabilidad y cuya única preocupación principal (la de políticos y partidos) es
mantenerse en el poder para poder vivir en una situación económica privilegiada. Los partidos funcionan como oscuros sistemas de distribución de privilegios, dineros, poder y
puestos de trabajo entre seguidores y familias. ¿Conoce alguno de ustedes a algún concejal, alcalde, diputado autonómico o nacional, senador..., que no haya prosperado milagrosamente en el terreno económico durante su paso por la política? Yo NO. ¿Y conocen alguno que haya regresado después de la política a sus modestos quehaceres, y no haya sido “enchufado” en empresas y las propia administración? Yo NO.
-El sistema autonómico: el célebre
café para todos!, de la Transición, se ha evidenciado, gracias a la crisis económica brutal que padecemos, en
un imposible insostenible desde cualquier punto de vista de eficacia administrativa, ahorro y política del sentido común. Las autonomías se han convertido en reinos de taifas en los que las oligarquías locales y los partidos políticos han situado a amigos, familiares, etc..., han empleado los depósitos de las Cajas de Ahorro para financiar sus delirios y quedarse con parte del pastel, y han especulado con el “terreno autonómico” para hacerse multimillonarios y favorecer la construcción masiva que se hizo burbuja inmobiliaria hasta estallar en la propia cara de nuestra economía. Las Autonomías han servido para construir museos, aeropuertos, autopistas, hospitales, polideportivos..., carísimos contenedores hoy sin función alguna, que en muchos casos solo han servido para “colocar a la gente del partido” y darles sueldos a cargos de la administración pública. Las Autonomías han supuesto un despilfarro de miles de millones de euros con los que la casta política ha especulado en su propio beneficio, no empleándose en inversiones rentables en la industria, el comercio, la educación, la investigación, infraestructuras útiles al común, etc. El estado autonómico está en quiebra porque es el que ha llevado a la quiebra. Eso sí,
en el Senado hay traductores simultáneos para encarecer la pantomima.
-El nacionalismo: el sistema autonómico y el sistema electoral favorecen en España el que determinados grupos minoritarios nacionalistas utilicen el poder de sus votos en el Parlamento español, sustentados en una ficción representativa ridícula e intolerable como ya se ha demostrado más arriba, para chantajear permanentemente al Estado en beneficio propio (partitocracias nacionalistas) y de los
terruños en los que ejercen su ficción política. Al beneficiar sistemáticamente el Estado a las autonomías nacionalistas, el resto de autonomías, siguiendo la política del café para todos, prosiguen la carrera desenfrenada hacia el despilfarro y la política del disparate costosísimo. Pues todo se hace a basa de dinero, de un dinero que ahora no existe. ¿Cuánto durará la ficción nacionalista catalana, vasca y gallega si Europa intervine España? ¿Permitirá Europa que con el dinero que presta los catalanes tengan embajadas de chiste?
-Ausencia de separación de poderes: la justicia en España está controlada por los partidos políticos y funciona atendiendo a los intereses de los mismos. Son la partitocracia y la casta política quienes con impunidad legislan, juzgan y ejercen el poder en España.
-Quiebra del modelo económico: en España el
modelo económico basado en el turismo y la construcción especulativa se ha venido debajo de forma definitiva. La economía en la España de los últimos treinta años ha estado basada en la cultura del “pelotazo”, con unos empresarios en busca y captura del enriquecimiento inmediato, unos
sindicatos obsoletos e irresponsables entregados al poder político y los tejemanejes en su único beneficio institucional, unas entidades financieras dedicadas a pescar en río revuelto y dedicadas a engrasar la maquinaria de la economía especulativa del pelotazo, y unos trabajadores con ansias de vivir
muy por encima de sus posibilidades. Es decir, una economía con
un sistema productivo caduco, sin inversiones a medio y largo plazo, sin búsqueda de mercados exteriores, sin competitividad alguna, sin I+D...; una economía de camareros y obreros de la construcción, empeñada a mantenerse a flote mediante la venta del país al turismo extranjero, el blanqueo de dinero y poco más.
En fin podría continuar unos cuantos folios más. Pero creo que estos seis puntos ponen a las claras que la democracia española surgida de la Transición quebró hace tiempo y que España necesita repensarse y tener un nuevo plan. Y el asunto pasa solo por dos posibilidades. La desaparición de España tal y como hoy la conocemos. O la revisión urgente de, entre otros, los seis puntos apuntados. Hay que rectificar el rumbo, debemos regenerarnos. Si cerramos los ojos y continuamos como hasta ahora, la máquina acabará reventando por algún lado, eso está hoy más claro que nunca.