Jean Dézert es un empleado del Ministerio de Incitación al Bien, concretamente de la Dirección de Bienes Inventariables. Las jornadas de trabajo de Dézert transcurren en la más absoluta atonía, y él está completamente resignado a su propia mediocridad y al mortal aburrimiento con el que ve pasar la vida. Pero un domingo Dézert decide por vez primera en mucho tiempo salirse de la vulgar rutina. Sale a pasear y toma la decisión de hacer caso a todos y cada uno de los folletos propagandísticos que le vayan entregando por al calle. Así, Dézert se da un baño caliente, se hace masajear por un masajista ciego, se corta el pelo en un baño público racional, come en un restaurante vegetariano y antialcohólico, consulta a un vidente sonámbulo, asiste a una conferencia sobre higiene sexual y, por último, finaliza el día en compañía de un farmacéutico melómano.
Jean Dézert es a la vez, como lo califica
Fabrice Gaignault en su precioso e interesantísimo
Diccionario de literatura para esnobs (Impedimenta, Madrid, 2011), el “hermano chistoso de Bartleby” y “el doble aburrido de
Jean de La Ville de Mirmont”, un joven que no conocía hartura y en cuya muerte vio
François Mauriac la desaparición de todo un mundo de armonía y de vida protagonizada por los cientos de miles de Jean Dézert que perecieron en la Primera Guerra Mundial.
Jean de La Ville de Mirmont: Los domingos de Jean Dézert (Impedimenta, 2009)
Jean de La Ville de Mirmont fue quien se inventó a Jean Dézert y lo inmortalizó en la novela
Los domingos de Jean Dézert, una joya a la que siempre han estado atentos aquellos a los que
Stendhal denominó los
happy few, esa frase que en mi ignorancia del inglés nunca he sabido traducir correctamente: los poco felices o los pocos felices, matiz que, evidentemente, presenta una importancia radical. Jean de La Ville de Mirmont nació en Burdeos y estudió Derecho en París, ciudad en la que se dedicó principalmente a leer poesía y a frecuentar la compañía de Mauriac, también natural de Burdeos y futuro Premio Nobel de Literatura. Jean de La Ville de Mirmont murió en noviembre de 1914 en un campo de batalla cualquiera. Tenía 28 años. Dézert le ha asegurado un recuerdo perenne entre los
happy few.