E 22 de octubre de este año 2011 los melómanos conmemoraremos los doscientos del nacimiento del músico húngaro
Franz Liszt (1811-1886), junto con
Chopin la otra columna vertebral del pianismo romántico. En efecto, Liszt, en su tiempo, pasó por ser el pianista más grande de todos los tiempos, y su técnica y virtuosismo ante el teclado hicieron que corrieran leyendas, al igual que en el caso de
Paganini y el violín, sobre sus dotes diabólicas.
El éxito de Liszt como pianista no tendría un equivalente aproximado hoy entre las estrellas de la música pop, unas mindundis a su lado. Los salones de toda Europa se abarrotaban de oyentes arrebatados, y las mujeres más bellas literalmente se desmayaban al paso del húngaro que además, en su juventud, fue un hombre realmente apuesto. Insisto, se llegó a publicar que tal carisma, tales capacidades interpretativas, tales velocidades de las manos y dedos sobre el teclado sólo podían responder a un acuerdo del músico con el mismísimo diablo.
Pero Liszt, además de ser el mayor virtuoso de su tiempo al piano, fue muchas más cosas. Por ejemplo, el profesor de piano quizá más influyente de la historia de la música, creador de una escuela que llega hasta nuestros días y que está en la raíz, por ejemplo, de la llamada escuela rusa del piano. Liszt fue también un generoso impulsor de carreras ajenas, es decir, un atento oyente de la música de los demás. Gracias a su apoyo carreras como las de
Berlioz, Camille Saint-Saëns, Grieg, Borodin o el mismísimo
Wagner, obtuvieron facilidades para imponerse. En el caso de Wagner su “nueva música”, el músico húngaro fue en algún momento su auténtico valedor, un paladín en la defensa de la revolución musical que el alemán proponía. La relación entre ambos músicos se estrechó de manera definitiva cuando Liszt se convirtió en el suegro de Wagner, y en consecuencia, en antecesor por parentesco directo de
todos los wagners aún hoy reinan en el Festival de Bayreuth, ciudad en la que murió Liszt.
Retrato de Franza List, obra de Henri Lehmann (1839)
Y luego está el Liszt compositor. Lo fue primordialmente de música para el teclado, en la que como ya se ha dicho, junto a
Chopin, es sin duda la corriente más importante e influyente del pianismo romántico del XIX. En el terreno de la música para piano la contribución de Lizst es sencillamente ingente (estudios, transcripciones, rapsodias,, y de una exigencia técnica sí, diabólica (pienso sin ir más lejos en el reto que para todo virtuoso suponen sus
12 estudios de ejecución trascendente). Si la música para piano es el gran caballo de batalla en la escritura musical de Liszt, su contribución a la música sinfónica es decisiva por ser no sé si el inventor de la forma Poema Sinfónico, pero sí desde luego uno de los que contribuyeron a fijar su esencia y naturaleza. Pero pasado el tiempo y contemplada su obra desde una perspectiva histórica, quizá lo que más llama la atención es que su trabajo anticipa, prevé ideas y tendencias que eclosionaron ya en el siglo XX. Me refiero a sus experimentos con las formas musicales o a sus radicales manejos de la armonía, ensayos que abren paso a lo que más tarde eclosionaría con
Schoenberg y la Segunda Escuela de Viena.
Algo de esto se deja notar por ejemplo en el famoso
Vals Mephisto nº 1. Los
Mephisto-Walzer son cuatro valses compuesto por
Liszt durante los siguientes periodos: 1859-1862, 1880-1881, 1882 y 1885. Los dos primeros fueron compuestos en un principio para orquesta, y luego se arreglarían para piano solo, dueto y dos pianos. Los otros dos, el tercero y el cuarto, sólo fueron compuestos para piano solo. El primero de estos
Mephisto-Walzer es el más conocido de los cuatro y es el que más comúnmente se ha grabado y se ha interpretado en conciertos. Es una música de una belleza arrebatadora, sensual, erótica, mórbida, con un punto de desquiciamiento vanguardista que, en efecto, lo sitúa a la sombra de algo mefistofélico, diabólico.
Como pistoletazo de salida al año Liszt, quiero compartir aquí con ustedes la versión orquestal que del
Vals Mephisto número 1 brindaron la Filarmónica de Viena, dirigida por
Franz Welser-Möst, durante el pasado
Concierto de Año Nuevo. Se trata, creo, de la primera vez que se interpreta este vals diabólico en el tradicional concierto dedicado a los valses y músicas de la
familia Strauss.
Versión orquestal del Vals Mephisto número 1 de la Filarmónica de Viena, dirigida por Franz Welser-Möst