A finales del pasado verano me invitaron a leer haikus de mi libro
Haikus sin estación (Carena, Barcelona, 2010) en el taller del modisto santanderino
Luis Alonso. Fue una noche muy especial. Hubo champán y canapés para todos los asistentes, hubo canción francesa en vivo y en directo, hubo desfile de modelos, hubo exposición de sombreros, hubo música discotequera, y hubo, claro, lectura de haikus y alguna explicación y charla al respecto. Toda la fiesta estuvo fotografiada por el maestro
Michel Quijorna, y el maestro, recientemente, durante el transcurso de una cena, me dio un disco con muchas imágenes del pasado evento.
Foto de Michel Quijorna
Echándole un vistazo a las imágenes, me sorprendieron algunas por su planteamiento. Yo estoy en el fondo del plano, leyendo o hablando. Estoy rodeado de mujeres en una habitación del taller del modisto. Y en primer plano aparece el pie de una mujer calzado con un zapato de tacón alto. La mujer tiene las piernas cruzadas y se dejan ver pues la falda es leve y bastante corta. No son las piernas de una mujer muy joven, pero se dejan ver con gusto por su firmeza y tersura. Pero lo que más llama la atención es el pie en primer término, sobre todo si uno es fetichista y le gustan los pies (hermosos, claro) de las mujeres. Hay algo en los pliegues de la piel del pie de una mujer, algo en la curvatura milagrosa de su empeine, algo en el diseño de los dedos casi nunca muy largos, algo en la redondez blanda y suave del talón… En fin, siempre hay algo irresistible y profundamente erótico en el diseño tibio de un pie femenino, una promesa sensual de festín para el tacto, la vista y quizá otros sentidos menos confesables.