Juan Antonio González Fuentes
Los últimos días del pasado mes de agosto me trajeron la terrible noticia de la muerte de una buena amiga: Blanca Gutiérrez Morlote. La conocí gracias a Dámaso López García y Juana Victoria Gallego, antiguos profesores míos de la época del bachillerato, Con el tiempo compartimos una cálida amistad, tertulia radiofónica, relación con Álvaro Pombo y pasión por los libros.
Luis Alberto Salcines, profesor, editor, escritor y amigo único, ha escrito un texto evocador dedicado a Blanca. Aquí quiero dejarlo como homenaje a la amiga que nos dejó, como recuerdo a su memoria:
“El sábado por la mañana estaba viendo la Fundación Gulbenkian de Lisboa, cuando recibí una llamada de Juan Antonio González Fuentes, Tono, para decirme que Blanca, no hacia falta que especificase que Blanca Gutiérrez Morlote, acababa de morir. La noticia la esperaba desde hacía algún tiempo, pero siempre esperaba que fuese mucho más tarde. Les preguntaba por ella al propio Tono, Dámaso y Juani cuando estaban unos días por Santander, Paz Gil, con la que tanto colaboró Blanca, o a su hijo Pablo al que me encontraba por la calle o en algún acto cultural. Las veces que hablé con ella por teléfono, me transmitía un deseo de vivir, una afirmación vital muy superior a los pronósticos de su enfermedad.
Conocí a Blanca en las tertulias que Suleyma Campo moderaba en la SER los jueves por la tarde sobre temas culturales. Allí coincidimos, en diferentes épocas, el mencionado Tono, Miguel Ibáñez, Leticia su mujer, Mónica Sanjosé y Blanca. Desde el principio me sorprendió su pasión por los libros. Estaba enterada de todos los que se publicaban y, además, y era lo más importante, los había leído todos. Autores conocidos y libros diferentes, distintos. Libros verdaderamente atractivos para los bibliófilos. No sólo eso, transmitía cuando los comentaba, pasión de lectora, de que había disfrutado con su lectura. Incluso contagiaba en quien la escuchaba el deseo de leer el libro del que hablaba.
La lectura es un placer solitario, que duda cabe, pero es cierto que sentimos algo especial cuando notamos una complicidad con otros lectores. Y Blanca procuraba hacer extensivo su disfrute de la lectura en los demás. Los amigos en primer lugar, pero también con sus alumnos. Se implicó de un modo intenso en su proyecto de extensión y dinamización de la lectura, Aletheya, y a través de él llego a conocer a quien después sería un amigo fiel, su admirado Álvaro Pombo.
Desde que recibí la llamada de Tono no dejé de pensar en Blanca. Todo en Lisboa me remitía a ella. Paseando por el Barrio Alto, lleno de librerías de viejo, me acordaba de ella. Me senté en un banco de piedra en la plaza de Luis Camoens a descansar un rato, a mi lado, un hombre mayor tenía en sus manos un libro de Manuel Vázquez Montalbán. No llegué a leer su título, y pensé si les gustaría el autor catalán a Blanca. Estaba convencido de que sí. Más tarde, en la terraza de la cafetería A Brasileira, veía a cuantos se sentaban junto a la imagen en bronce de Pessoa para hacerse una foto. Pensé que Blanca también se la haría porque estaba seguro que le gustaría el icono literario lisboeta.
Cuando llegué por la noche al hotel quise escribir algunas palabras sobre Blanca. No sabía qué decir. Tenía un sentimiento de profunda tristeza. Pensaba que la literatura había perdido una exquisita lectora, que el ámbito de la educación en Cantabria había perdido una transmisora de la pasión por leer, que sus amigos habíamos perdido a una persona que desde la complicidad de la lectura habíamos descubierto su bondad y su generosidad. Por eso me acordaba de Alejandro, su marido, tantos años compartiendo amor y lectura, de su hijo Pablo, que probablemente le regaló uno de sus momentos más felices en la vida presentando su premio José Hierro en la Librería Gil, Blanca en la trastienda, disfrutando de la intensidad del momento. Me acordaba también de su hermano Jesús, optimista desde su objetividad médica, regalando una sonrisa de esperanza a quienes preguntábamos por Blanca.
Al final, lo que quería era solamente expresar mi sentimiento de tristeza por la muerte de una amiga y lamentar las conversaciones con ella aplazadas que la muerte ha hecho imposibles. Pero puedo asegurar que cada vez que descubra el placer de conocer a un nuevo autor o disfrute con la lectura de una novela, me acordaré de Blanca.
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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, creación, historia, artes, música y libros) como cronológicamente.