sábado, 16 de enero de 2010
Te compraré unas babuchas morunas: la epopeya de los últimos rancheros de Sierra Morena narrada por Pepa Canterero
Autor: José Membrive - Lecturas[{0}] Comentarios[{1}]
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Pepa Cantarero, en su libro “Te compraré unas babuchas morunas”, recrea la vida de los últimos habitantes solitarios de Sierra Morena: fugitivos, rancheros, mineros… Describe la dureza de sus vidas y cuenta el destino de algunos de sus descendientes acogidos en la ciudad

José Membrive

José Membrive

Aprendí a leer cuando el temprano anochecer invernal convocaba a mi familia en torno a una mesa camilla presidida por un candil e imantada por el brasero. Unos vecinos recién llegados de las entrañas de Sierra Morena nutrieron mi espíritu, con su conversación, con leyendas de las que lobos, ciervos y perseguidos eran protagonistas. Contaban historias increíbles ocultas entre aquellos cerros que veía apagarse cada atardecer desde el cortijo. Entre sus aperos de labranza, sus cacharros de cocina y su maleta con pantalones de pana y camisas de franela, estos vecinos habían traído unos volúmenes con la historia de Juan León, un bandolero arropado por una cuadrilla, de la que recuerdo nombres como el Jabalí y el Estampío, que traían de cabeza a las partidas de Migueletes que salían en su caza.

Su lectura tenía algo de ritual clandestino, de inversión de los valores diurnos en los que las mismas parejas de guardia civiles, que estacionaban en la cortijada sembrando el miedo y acaparando frutos, eran aniquiladas por aquellos fugitivos que repartían el botín de sus robos entre los más necesitados. En pleno día nadie se habría atrevido a defender a un bandolero o a justificar el auxilio a un maqui, pero por la noche aquellos ladrones se constituían los reyes de nuestras horas.

Dos décadas después, cuando comencé con mis primeros escarceos poéticos, plasmé así el constante rumor que sus vidas seguían infundiendo en mi alma:

La resurrección de los bandoleros

Resuenan voces y disparos roncos
silba en mi alma huracán de sierra
retornan los jinetes del trastiempo
asaltando mi vieja diligencia.

Son los bandoleros, madre, los bandoleros.

Los que pasaron de la muerte al libro
del libro por tu boca hasta mi alma
y al amor del candil y del brasero
murieron en defensa de mi infancia.

La niñez pasó, los bandoleros se esfumaron, pero en mi memoria quedaron aquellas historias reales que contaban los rancheros recién llegados, como la de aquella mujer a quien se le adelantó el parto cuando su marido había bajado a la ciudad y que tuvo que asistirse a sí misma, o la de aquel cortijero que vio morir en sus brazos a su propio hijo después de viajar a la ciudad a lomos de un mulo en una noche de cerrada lluvia, en busca de médico. Hombres de secano que adiestraban a sus hijos como fieras para que aprendieran a defenderse en el monte y que, vencidos por éste, se acercaban a la ciudad asombrándonos con sus historias de supervivencia. La noche, el olvido, habían disipado todo este rico mundo que, literariamente, había desaparecido con las novelas de bandoleros.

Pues bien, parte de este mundo, que hasta ahora vagaba como ánimas en pena, ha recobrado luz y vida en una gran novela publicada por Ediciones Carena: Te compraré unas babuchas morunas,  de la escritora Pepa Cantarero.

Pepa Cantarero: Te compraré unas babuchas morunas (Ediciones Carena, 2009)

Pepa Cantarero: Te compraré unas babuchas morunas (Ediciones Carena, 2009)

Natural de Baños de la Encina (Jaén), donde transcurrió su infancia, y residente en Barcelona, ha aprovechado la cercanía afectiva y el distanciamiento racional para poner en marcha un monumento literario que va mucho más allá de la evocación y la resurrección de aquel mundo mítico, porque su novela es también y, ante todo, una bomba de relojería que hace saltar por los aires el sistema light, descafeinado, desnatado, de lo que ahora concebimos como vida.

Pero vayamos por partes. Formalmente la novela se articula como un viaje al pasado reciente en el que la protagonista, valiéndose de cartas, conversaciones y recuerdos, recrea la memoria de su estirpe a partir de la vida de su abuelo Arsenio el Ranchero y de la descendencia, hijos y nietos.

Ninguna concesión al falso lirismo: se trata de la epopeya de una estirpe en la que el fundador brilla tanto por lo abominable como por lo heroico de su vida. Minero, cazador, héroe adusto que extrae riqueza de la dura e inhóspita sierra, que engaña a su mujer, pega a sus hijos, les infunde a la fuerza una disciplina que ahora consideraríamos inhumana, pero, a la vez se erige como un juez ejemplar y un modelo de referencia para ambos bandos enfrentados por la guerra civil. La pasión vital, la valentía, la entrega, el desprecio a la propia seguridad cuando de defender la justicia se trata, tienen como contrapunto su carácter mujeriego, la desconsideración hacia su esposa, por la que, sin embargo, estaría dispuesto a dar la vida. Encarna el protagonista unos valores incomprensibles, rudos, machistas, pero que tienen el don de relegar a mera mojigatería el puritanismo actual, por ejemplo, en cuanto a la ocultación del dolor.

Este es el plus literario de Las babuchas. No sólo inmortaliza con maestría un mundo de serranos solitarios de Sierra Morena que el viento se llevó, sino que nos presenta con toda su crudeza un tema tabú: el sentido del dolor, el sino de tragedia que marca la estirpe de Arsenio y el descafeinamiento de la vida contemporánea.

Los valores, los tabúes, los puritanismos, como la energía, no mueren, se transforman en un girar incesante, en una metamorfosis en la que cada paso hacia la “liberación” nos exige un precio que multiplica nuestra esclavitud y nos acerca al abismo del que creíamos huir.

Anselmo, quien no rehúye el dolor de las condiciones límite de la vida, pasa indemne hasta por la cruel guerra civil habiéndose implicado como juez “rojo”. Su intensidad vital, la pasión por la justicia, su osadía para implicarse hasta el tuétano en resolver problemas humanos, constituyen el escudo contra el dolor y la muerte que atenaza, sin embargo, a muchos quienes, prudentes, callan su voz interna y se someten a las normas de uno u otro bando. Es la venganza de la vida contra los apocados, que son el grueso de su descendencia, el mundo de la corrección formal, el cinismo y el vacío mental.

Una sociedad cuyo puritanismo se plantea prohibir a los ciudadanos adultos la asistencia a un rito de la muerte como son las corridas está condenada a morir corneada por su propio terror al dolor, por su postura de avestruz ante la presencia inevitable de ese enemigo que nos incordia pero ante cuyo enfrentamiento nos robustecemos.

La narradora retrata la vida con la amoralidad, con la crudeza con la que se desenvuelve, sin contemplaciones. Dibuja cómo el dolor, la desgracia, van engullendo, como una maldición, a todos quienes, en lugar de plantar cara a los acontecimientos, huimos a las faldas de la ciudad para ser tragados por horarios y hospitales.

Resumiendo, Pepa Cantarero ha levantado una catedral literaria que será punto de referencia para quienes quieran conocer a fondo la vida de estos últimos “gauchos” de Sierra Morena. También ha clavado una estocada en el apocado corazón de sus contemporáneos y, literariamente, ha tomado el toro del dolor por los cuernos. Después de su lectura uno siente la necesidad de tirarse como espontáneo al ruedo de la vida apadrinado por el sin par Arsenio Camacho.


NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.