El pasado día 5 de enero, día de los Reyes Magos, compré dos roscos en la confitería Regma, cargué de varios paquetes de regalos, cargué todo en el coche y me encaminé a Madrid para pasar con
M. el día de Reyes. Esta festividad navideña es la que más me gusta desde hace tiempo. Desde hace tres años la celebramos en Madrid, y M.
hace todo lo posible para que sea inolvidable. Pone una mesa espléndida, llena de velas encendidas y con toques simbólicos navideños. Colocamos los roscos en la mesa, copas para el champán, tazas para el café con leche, ponemos alguna película en dvd en la televisión, apagamos las luces y damos rienda suelta a un ritual gastronómico que alcanza su punto culminante pasadas las doce horas del día 5, es decir, en los primeros minutos del día 6. Entonces nos entregamos los regalos, abrimos paquetes, desenvolvemos papeles, quitamos cintas… Es un ritual maravilloso con algo de infantil ingenuidad ensayada, y con mucho de liturgia amorosa y festiva. No he debido de portarme excesivamente mal durante el año 2009, pues sus majestades los Reyes han vuelto han portarse muy bien conmigo y lo cierto es que me han colmado de regalos. Entre ellos el de pasar varios días seguidos en Madrid con
M. sin más obligación que pasarlo bien despreocupadamente.
Cumpliendo esa “obligación”, el pasado sábado por la noche, con un frío atroz conquistando la noche madrileña, acudimos a los cines Renoir. Y esperando en la entrada para acceder a la sala, una voz conocida me llamó por mi nombre y con un deje de sorpresa. Me volví y vi a dos viejos pobladores de las brumas del pasado, a dos hermanos gemelos con los que me une una entrañable amistad de primera juventud. Son los hermanos
Carlos e
Higinio Sainz Crespo, insisto, viejos amigos de un pasado ya vaporoso en el que recuerdo con agrado el confort de muchas tardes de domingo lluvioso viendo en tertulia películas en el salón de mi casa, o viendo libros de fotografías, o escuchando discos de jazz, o comentando fotografías…, todos juntos, en camaradería irrepetible con otros fantasmas del pasado como el actor
Alberto Iglesias o los fotógrafos
Kilian Cruz Dunne y
Michel Quijorna.
Hacía un siglo que no veía a los hermanos, y me alegró reconocerles sin esfuerzo ninguno. Acudían también al cine, a ver una película uruguaya, después de pasar la Nochevieja en Lanzarote y unos cuantos días en Madrid viendo exposiciones y comprando libros y discos. Yo regresaba el domingo en coche a Santander, y ellos también tenían intención de regresar ese mismo día, pero sin saber el medio de transporte. Como una copiosa nevada estaba anunciada, y llevábamos tres días oyendo hablar de las dificultades del transporte en toda España por el temporal de agua y nieve, decidimos en un segundo emprender el viaje de regreso juntos y entretenidos. Así quedamos antes de separarnos cada pareja para entrar cada uno en su sala.
Trailer de Pasiegos. Los valles del silencio, documental obra de los hermanos Carlos e Higinio Sainz Crespo (vídeo colgado en YouTube por santossjl) Al día siguiente recibí una llamada de Santander desaconsejándome el uso del coche: “te vas a quedar a medio camino, la nieve no te va a dejar pasar”. Llamé a los gemelos Sainz Crespo para decirles lo que ocurría, y Carlos me dijo que intentarían marchar en tren. Le dije que, si había plazas, me sacase a mí un billete. Sí había plazas, aunque compraron casi las 3 últimas. A la una y media salíamos en tren para Santander.
Los hermanos Sainz Crespo trabajan en la administración de la Universidad de Cantabria. Hijos del fallecido escultor
Higinio Sainz, que daba clase de dibujo en el instituto José María de Pereda cuando yo estudiaba el bachillerato, siempre les conocí entregados casi en cuerpo y alma al dibujo, a la fotografía y a su pasión por el cine. Hicieron en algún tiempo muchas fotos, fotos que siempre tenían algo de romanticismo controlado y muy de mesa camilla. Y también eran hábiles con el lápiz. Tengo algunos dibujos suyos que, sin ser sorprendentes, sí demuestran una facilidad que ya quisiera haber tenido yo para mí en algún momento de mi existencia.
Después de un tiempo sin saber gran cosa de ellos, pues nuestras vidas, por diferentes razones, emprendieron derroteros que no se encontraban, supe que habían ganado un premio con una corto realizado casi sin medios técnicos sobre los pasiegos, es decir, los peculiares habitantes de los valles del Pas, una zona muy montañosa a poco más de 30 kilómetros de Santander. Los pasiegos, además de ser conocidos por la elaboración artesanal de los famosos sobaos y quesadas pasiegas, representan una cultura agraria y unas peculiaridades etnográficas ciertamente tan llamativas como la geografía que habitan. Los pasiegos presentan elementos culturales y etnográficos tan espaciales, que incluso han sido objeto de estudio y tesis doctorales por parte de antropólogos de universidad americanas, como si en vez de ser españoles que habitan justo al lado de una ciudad tan burguesamente europea como Santander, fueran primos cercanos de lejanas tribus africanas, o hermanos consanguíneos de los habitantes del Tíbet. El caso es que los hermanos Sainz Crespo, impulsados por el éxito de su corto, se han lanzado desde hace tres años ha rodar un documental sobre los pasiegos que está prácticamente acabado y tiene casi cuarenta y cinco minutos de duración. Un trailer de este trabajo, titulado
Pasiegos: los valles del silencio, puede visionarse en youtube, y les he pedido permiso a los gemelos para dejar aquí un enlace que dé a conocer no sólo su más que meritorio trabajo como documentalistas cinematográficos (entrevistas, historia oral, fotografías de pasiegos y de sus paisajes, recogida y apuntes de costumbres…), sino para que quienes los desconozcan, sepan algo de los pasiegos y de esa geografía sobrecogedora que habitan, insisto, apenas a 30 kilómetros de las sofisticadas cafeterías del santanderino Paseo de Pereda. Ah!!!, se me olvidaba comentar que los Sainz Crespo son pasiegos, que aseguran que el mundo que han filmado tiene los días contados (cinco, diez años me aseguran durante el viaje en tren), y que su familia les ha facilitado el contacto con gentes que, por naturaleza, son reservadas y desconfiadas. Disfruten de este avance de lo que promete será un documental hermosísimo y fascinante.