martes, 17 de noviembre de 2009
0RANGE: la institucionalización de la inmoralidad
MI hijo descubrió que la empresa ORANGE venía cobrándome desde hace unos años indebidamente quince euros al mes en concepto de correo electrónico asociado a una Black Berri que tuve un tiempo y con la que jamás emití ni recibí correos electrónicos. Puestos al habla y tras sortear el laberinto de mensajes automatizados, una señorita admitió que me estaban cobrando por un servicio inexistente pero que la empresa no devolvía un duro
José Membrive
Mi hijo descubrió que la empresa ORANGE venía cobrándome desde hace unos años indebidamente quince euros al mes en concepto de correo electrónico asociado a una Black Berri que tuve un tiempo y con la que jamás emití ni recibí correos electrónicos. Puestos al habla y tras sortear el laberinto de mensajes automatizados, una señorita admitió que me estaban cobrando por un servicio inexistente pero que la empresa no devolvía un duro. Para darme de baja del servicio de correo electrónico me recomendó lo de siempre: escribir una carta a un apartado de correos con mi DNI, el número de reclamación y con argumentos del porqué quería darme de baja.
No era el primer problema que tenía con Orange. Hace un año cambié el sistema de la empresa, de un autónomo a una sociedad limitada. Tocaba gestionar el cambio de NIF para que la facturación del teléfono estuviese acorde con la nueva realidad empresarial. No sé qué pecado cometí al intentarlo. El resultado: una mañana de nueve a dos toreado por una señorita que trataba de hacerme desistir. Le llevaba la fotocopia de la empresa pero no del DNI, cuando volvía con la del DNI, resulta que faltaba la fotocopia de la cuenta a pesar de que no cambiaba de número, al final no sé qué alegó que ya, desesperado, me tuve que marchar a otra oficina. En la oficina nueva también trataron de que me fuera porque no estaba en la circunscripción o algo así. Como ve vio que estaba dispuesto a denunciarlo al final aceptó los papeles.
Unos quince días después, para mi sorpresa, recibí un SMS diciendo que el cambio había sido denegado. Traté de pedir explicaciones y, por teléfono nadie sabía nada. Tocaba perder otra mañana y que el “amable” chico al que le entregué los papeles se explicara.
-Yo tampoco sé nada.
-Pero tú eres el que me lo notificó.
-Sí, pero no es cosa mía. Es el sistema del ordenador.
-¿Y qué puedo hacer?
-Prueba de nuevo el mes que viene.
-¿Y lo conseguiré?
-No lo sé, eso es el sistema el que da o no permiso.
Supongo que estos “señores” tendrán un censo de clientes imbéciles entre los que me habrán catalogado con razón. Hace unos siete años estuve pagando simultáneamente, sin percibirme de ello, dos números de teléfono: uno el que usaba y otro desconocido. Cuando me negué a seguir pagando el segundo me amenazaron. Al final cuando les amenacé en serio con darme de baja de ambos, accedieron a darme de baja del número misterioso.
Pero la herida más desagradable: una amiga llevaba más de un año sin utilizar su teléfono (está ingresada en un centro psiquiátrico), angustiada por la imposibilidad de darse de baja. Yo había intentado ayudarle perdiendo mañanas entre voces enlatadas y mentes idiotizadas que no tenían ningún empacho en cortar la comunicación cuando se les exigía una razón por la que alguien, que vomita nada más que al sentir el nombre de Orange, ha de estar pagando más de un año sin utilizar el teléfono.
Me sentí contento con que, en lugar de un número de fax, me dieran un apartado de correos. Al menos podría certificar la carta en la que les exigía que me dieran de baja inmediatamente del servicio de correo electrónico a través de la Black Berri.
A los diez días aproximadamente intento hacer una llamada por mi móvil y no responde. Mi número no existe, ni yo como cliente. Me habían “suicidado”.
Durante muchos años mi identidad empresarial es un NIF y mi identidad como empresario es el número de mi móvil. Ambos dependen de un “sistema” que no se sabe bien en qué manos está. Por lo pronto no me consideran digno de la más mínima explicación. Me “desintegran” y se acabó.
Días más tarde observé que en mi cuenta, France Telecom, tristemente famosa por la ola de suicidios entre sus trabajadores, había descontado 250 euros de mi cuenta. Se supone que por baja indebida del número. Lo siguiente aún no ha llegado: la amenaza de alguna empresa de gorilas por moroso.
Naturalmente la “escarabajización” de la persona fantásticamente profetizada por Kafka no es exclusiva de Orange, hoy voy a la Caixa de Estalvis (¿parlem?) a ingresar unos pagarés y se me comunica que ya no dispongo de esa facultad. La línea de crédito no existe ya. También ellos han decidido algo que puede condicionar mi futuro gravemente sin dignarse gastar un minuto.
Nadie sabe nada. Los directores de sucursales también han sido degradados. La capacidad de decisión está ahora en unos oscuros departamentos analíticos. Tanto los grandes capitostes de la Caixa como los de orange viven en el inaccesible Castillo que Kafka imaginó. Aunque su delirio no llegó a situarlo en un paraíso fiscal y con unos sueldos millonarios. La desvergüenza supera todo pronóstico, por muy kafkiano que sea.
En el caso de Orange, más que el atraco a mano armada de cobrar servicios no prestados, más que el desprecio por darte de baja arbitrariamente, más grave y ofensivo es que jamás, en todos los problemas que puedan surgir en un entramado empresarial, podamos intercambiar razones con algún responsable de la empresa. (Al menos yo no lo he logrado jamás). No somos dignos de una palabra, de un razonamiento. La locura es la ausencia de razonamientos, la ausencia de identidad. Nos tratan como si de verdad fuéramos ese rebaño de jóvenes definitivamente idiotizados que presentan sus publicitarios. Y lo peor es que mientras aceptemos sus reglas nos estamos comportando como tales.
Claro, que no hay mal que por bien no venga, sin Orange y sin la Caixa, huelo un poco menos a simio.
NOTA: En el blog titulado Besos.com se pueden leer los anteriores artículos de José Membrive, clasificados tanto por temas (vivencias, creación, sociedad, labor editorial, autores) como cronológicamente.