lunes, 28 de septiembre de 2009
Caminos interiores: Juan Antonio González Fuentes, por Rafael Morales Barba (I)
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Situar la modernidad de Juan Antonio González Fuentes (1964), un poeta próximo a la poética del “silencio” y a Valente, al epitafio y al moderno poema en prosa, al aforismo del callar y decir desde cierto hermetismo, es hablar de situar una introspección y del envés de la trama. De poetas que han adentrado un lenguaje y un saber decir desde el recorte


Juan Antonio González Fuentes 

Juan Antonio González Fuentes

Situar la modernidad de Juan Antonio González Fuentes (1964), un poeta próximo a la poética del silencio y a Valente, al epitafio y al moderno poema en prosa, al aforismo del callar y decir desde cierto hermetismo, es hablar de situar una introspección y del envés de la trama. De poetas que han adentrado un lenguaje y un saber decir desde el recorte. O si se prefiere, de las poéticas más delicadas en el campo de batalla de la desolación de esta escuela que a veces es narcisista y monotemática en ese registro. Aunque lo hagan solventemente, como en el caso de González Fuentes. Apiñada en este caso en el discurso del silencio desde los modos esenciales en la reinterpretación o renovación. Estamos ante un poeta esencial más que valentiano, a pesar de ser ese el venero, que ha sabido emigrar hacia la delicadeza rehumanizada, con propuestas diferentes, tal y como Rafael José Díaz intentó desde el diálogo amoroso, que aquí no existe. Sin violencia y ruptura. Cada mini época lírica (y esa épocas se nos antojan cada vez más extensas) han tenido sus discursos e irrupciones, saltos hacia delante y hacia atrás, epígonos y poetas de tendencia etc, y buena cosa será saber dónde debemos situar esta poética del silencio en un sentido estricto, después de treinta años, epigonal en el mejor sentido de la renovación del final de un discurso, con hechuras y renovados mundos propios desde la delicadeza y la ruptura con la acimez. Pues González Fuentes tiene tanta herencia como adentrado mudo propio en su diálogo con la tendencia, o un estupendo atisbar propio desde un lenguaje, si se prefiere.

Juan Antonio González Fuentes: Además del final (Endymión, 1998)

Juan Antonio González Fuentes: Además del final (Endymión, 1998)

En Además del final (1988) se dijo como poeta desolado. Un aprendizaje en los terrenos de la parca que disputa la vida desde el primer gran caer en la cuenta. Todo basado en una écfrasis del color en los paisajes exteriores e interiores como alegoría. Avanzará desde ahí su poética hacia la intimidad desolada y la experiencia del hueco, aunque estas son las trazas menos radicales de un poeta en prosa, atento a la abolición de la representación, con claves en su camino hacia lo sentido como vacío frente a cualquier otro sentido existencial. O si se prefiere, a la primacía de lo sentido desolado sobre el sentido completo de existir. Una epifanía del cerco de quien entra en la espiral de Corioli. Cerco o vivir, así sentido son el territorio frente a la construcción, la implicación o el fideísmo, y frente al goce por añadidura, salvo el de los solitarios que conforman esta perspectiva desde este Además del final, tan explícito. Delicadezas como regalo frente a la acimez total de la hermenéutica del silencio más agria. Una novedad a la que no era ajeno Ponge: el margen de la flor o sus heridas quietas. Esta es la poética inicial de esta etapa y también al día de hoy definitiva de Tono. La más agónica del perdido, frente al perseguido, la del cercado por vacíos, del atormentado lleno de sed : la vie est breve/ un peu d’amour/ un peu de rêve/ et puis bonjour, cantó el mejor y más desapacible Onetti como exponente de un siglo. Alquimia del tránsito el poema que apenas dice (alude y no se atreve a representar sino lo sentido en un goteo de estalactitas), incluso en lo gozoso que elevó el canto en otras poéticas de la Historia: del amor como metonimia del ser en una mano, una sombra, una espuma, o si se prefiere el dubitativo epitafio de quien se desconsidera con Paul de Man y se sitúa en los simulacros como mirada. Es decir a la retórica que des-figura. Adentra desde la sombra. Identidad y fragmento, ausencia de Historia, dicen. Posmodernidad del sujeto desesperanzado y autista, encerrado en sí, tanto como antes lo encerró la comunidad provinciana. Un desolado esencial de pulso catabático, desolado, que se emplea con voz propia desde una delicadeza propia como marca de agua, en un sentido próximo a Brodsky. No es otro comentarista de los comentaristas de Aristóteles o Valente (salvadas las distancias), sino la propuesta de la desazón dramática desde el minimalismo esencial y sobre todo, pleno de registros delicados. Pese a que el viajero no sabe (y sabe) dónde va, y la consigna de muerte es el horizonte referencial, hay una mano. Una mano propia, una metonimia, de esa escueta forma de estar o de casi no ser. Adentramientos sin otros, tal y como es habitual en el vértigo de la inmersión disolutoria de una estética esencial y existencial, autorremitente, matérica. De una mirada asida los caminos de la desreferencialización del lenguaje lírico (que aquí no son radicales, aunque en libros posteriores, avanzará en lo hermético como voz de lo sagrado autorreferencial). Sí vértigo de piedras, perplejidad reflexiva, herida por espinas como forma de estar o tal vez, ser. No hay tampoco circustancialidad, gozo en el heraldo de los labios, de lo próximo, sino restricción. Una poética escueta, piedracelista sin viejos marchamos formales, reformulada con talento, pues no es un Además sobrante en el sentido que le dio García Montero (no del todo con sinceridad, pero con buena poesía lúdica, la que falta y trajo también Ángel González), sino el valioso comienzo de un baile que González Fuentes ha filtrado y dado de manera diferenciada como puesta de largo lírica hacia el derrotero esencial más próximo a la experiencia abisal, o a la nada anonadante que propuso una feliz expresión de Sánchez Robayna y repetida hasta la saciedad, pero que empieza a estar desfasada como estética.

RAFAEL MORALES BARBA
(Universidad Autónoma de Madrid)
 

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Últimas colaboraciones de Juan Antonio González Fuentes en la revista electrónica Ojos de Papel:

-LIBRO (novedad septiembre): P. D. James: Muerte en la clínica privada (Ediciones B, 2009)

-LIBRO: Stieg Larsson: Millennium 3. La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino, 2009).

-PELÍCULA: Niels Arden Oplev: Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres (2009).

Más de Stieg Larsson:

-Millenium 1. Los hombres que no amaban a las mujeres (Destino, 2008)

-Millennium 2. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (Destino, 2008)


NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.