Nada sucede gratuitamente. Un
rizoma oculto cruza los siglos y reaparece. No debe sorprendernos pues; si bien
oculto, está ahí. Y presente está la creación literaria, en este caso
la lírica.
La edición en 2011 alcanzó la emisión de 116.851 ISBNs. Nuevo
record. Gran parte de este numérico se le atribuye a la poesía. Una de las contribuciones
pertenece a Ramón Irigoyen, un creador polifacético y poeta consolidado,
receptor y conocedor de los clásicos e innovador de formas y lenguaje, promotor
de la necesidad de leer a los clásicos y resistente a cualquier mandato
irreconocible. Irigoyen, además, es articulista, novelista y reconocido
traductor de la literatura griega clásica y moderna. Los números referidos a su
acción creadora no engañan, pero en este caso llama la atención estas Poesía reunida (1979-2011), que agrupan
cinco títulos ya editos más numerosos poemas inéditos.
Una vez más se confirma que para
muchos creadores escribir es una necesidad para soportar la soledad, el lento
vivir, el cansancio de las horas. Escribir es un modo de resistir, de expandir
la alegría, de compartir el dolor.
En atenta lectura de este
poemario se reconoce el estigma de la herencia recibida y de la apuesta
innovadora del autor. Hereda y sostiene la llama de la poesía satírica. En esta
modalidad poética Irigoyen, además de heredero de Quevedo, es creador reconocido que se refugia en este lugar con
voz atemperada y receptora de ecos. Ramón sabe oír el
silencio delegado y arrancar sus contenidos desde el hondón del alma, lugar
donde se acurrucan y maceran.
A partir del lugar elegido
construye metáforas para burlarse o lograr quiebros del humilde frente al
poderoso o a los mismísimos dioses. Al dar lectura de sus poemas, ya resultado
de años y propios del homo in via en
el que el poeta se reconoce, atendemos a las respuestas que son un regalo a
frecuentes y atrevidas preguntas. Ciertamente la poesía debe ser respuesta a
preguntas y manifestación de inquietudes; es decir, la expresión propia de quién
se reconoce como ser in itinere que
puede dar respuestas al homo
quaerens, género al que todos pertenecemos.
Y en este orden, Ramón Irigoyen
da respuestas prontas y con estilo propio, el “irigoyenesco”, un modo heridario
y penetrante que no vacila en buscar acomodo entre los modelos poéticos
imperantes y que siempre aspiran a constituirse en canónicos.
Si hubiera que buscar un lugar a
la poesía de Irigoyen este es el metafísico. Su poesía procura adentrarse en las
entrañas del ser, penetrar y conjugar el verbo εἰμι y, concretamente su derivado
zo ön; es decir, ajeno a la abstracción o la deriva
irreal, mira al ser y sus entornos, llegando, si fuera preciso, a los ínferos
del mismo. La realidad es activa y cambiante, está aquí y acá, luego la poesía
debe estar cargada de propuestas, ser actuante aunque exija contemplación y
sabia lectura a su creador.
La lectura continuada de estos
poemas, aparecidos a golpes y entre largos intervalos, sacados del odre,
eliminadas las telarañas que trataron de impedir su difusión por parte de los
mentores del orden patrio, nos acercan a la tarea, si bien oculta en algún
momento, más siempre continuada de Ramón Irigoyen, un poeta que se declara
descuidado con sus cosas: “Soy un pésimo padre”, declara en el prólogo, para con
sus hijos (los libros).
Más que pésimo padre, sea
olvidadizo, quizá la razón sea su permanente hilazón con la vida y sus días, con
el caminar y sus ecos, con el presente. “Vivir es anhelar” (Ortega y Gasset),
andar y vivir es la manifestación fijada en el poema “La vida”, en el que cada
quinto verso de las estrofas se citan los elementos originarios.
Así, desde los encadenamientos
con la realidad, el poeta busca, con Santa Teresa, la verdad, “verdad es
humildad”. Un modo de atenerse a la realidad, desde una mirada metafísica
(entrañable) y humilde, mirando hacia abajo y hacia adentro.
Esta capacidad de penetración es
la lograda por Ramón Irigoyen, –el erudito, helenista y escandalizador-; el
autor de una poesía “salvajemente tierna y tierna salvajemente”. “Hecha para
noches de amistad y de literatura, desamor y alcohol”, poeta irreverente,
burlesco y sarcástico, poseedor de un lenguaje libre, sátiro y tierno, corrosivo
y desternillante, polifónico y cromático, intenso ante y contra todo, un poeta
del