Mercedes Roffé: <i>La ópera fantasma</i> (Vaso Roto, 2011)

Mercedes Roffé: La ópera fantasma (Vaso Roto, 2011)

    TÍTULO
La ópera fantasma

    AUTORA
Mercedes Roffé

    EDITORIAL
Vaso Roto Ediciones

    OTROS DATOS
ISBN: 9788415168539. 160 páginas. 15 €



Mercedes Roffé (foto procedente de amargordtransatlantica.blogspot.com)

Mercedes Roffé (foto procedente de amargordtransatlantica.blogspot.com)


Tribuna/Tribuna libre
La voz carnal de Mercedes Roffé engendra música y palabra desde su “Ópera fantasma”
Por Miguel Veyrat, miércoles, 5 de septiembre de 2012
Es esa intuición de una Vida
más alta y prescrita
lo que más nos sorprende,
como una especie de rito
que pudiéramos profanar.

Antonin Artaud

Las grandes voces de la poesía escrita por mujeres, al menos las que yo amo, están desprovistas de quejumbre. Desde el neolítico hasta hoy, ellas horadaron con la libertad de su conciencia encabalgada en canto los muros de piedra y lodo de la sociedad patriarcal. Desde Sapho a esta Mercedes Roffé (1) de La Ópera Fantasma (2) solo encontramos /nombres/ ganados al azar/ —como se gana terreno a un río⁄ naturaleza o condición/ profético-ornamental/ de la palabra (…), escalas y ecos de poesía verdadera que las tocaron en la misma locura donde encontraríamos a la olvidada hermana de Coleridge, a la Dickinson, Austen, Orozco, Martine Broda, Mistral, Tsvetáieva o la Dame de Pisan. ¿Para qué más listas de nombres que están en todas las mentes? Me gusta Roffé como me gustan muchos otros poetas de cualquier género y condición cuando se entregan con apetito abierto a investigar el porqué del canto, de la música que lo origina, de aquello que mi sabio antepasado Zenón de Montferrat definiera en su grimorio titulado “III Viaje al Fondo del Ojo” (Praga, 1338) como “metáforas del silencio” que aceleran el aliento. O como clama hoy la propia Roffé, enarbolada la palabra de Blanchot en un epígrafe, “Orfeo sólo bajó al Hades para ver en la noche lo que la noche oculta, la otra noche, la disimulación que aparece”. ¿Los bordes del silencio como querría Octavio Paz, el murmullo amado por Lévinas, Jabès o su amigo Valente, soñoliento en un plácido lago deísta en espera de ser escuchado y enganchado en un anzuelo, deben siempre transgredirse?

. En el  entendimiento cóncavo del vacío, huecos de la memoria, como reza el primer verso de su libro en la “Ronda” que ejecuta Roffé en una danza que busca el signo de un pasar hasta la escucha del otro —amagado en el otro acantilado desde donde nos mira frente a frente.

 

Paso al acecho

alerta

 

El silencio te asista.

 

Detrás de tu dolor ensaya

la parodia de gestos obscenos

 

(El silencio te asista)


  

“No se va muy lejos con el silencio”, aseguraba William Carlos Williams en su poema “Asphodel, that greeny flower”, y como muy bien dejó dicho  Martine Broda en sus Éblouissements (3), destellos enamorados de la Poesía Vertical destilada por el argentino Roberto Juarroz —sobre quien escribió un ensayo aún no traducido al castellano—, si uno se decide a llevar al silencio de compañero de viaje debe ser con el cuerpo depuesto en el campo/ agudo. ojos/alerta./ cerrados a fuego. albeando al envés./ abiertos: inundados de blancura. Pero Roffé construye, construye a viva voz asistida en el dolor del parto lejos de la blancura venenosa del silencio como todos los poetas verdaderos; mas ella, con los materiales de que ya dispone por el hecho de estar viva y activa pide más aún: PROVEEDME/ PROVEEDME (…)—, tomando todo aquello que precisa de aquel movimiento de la Interanimation enunciada por John Donne en "The Extasie", donde el alma mejor de todas (abler soul) se interioriza en la obra —pozo sin fondo de todos los sentidos emanados por el ser humano desde el primer grito emitido y modulado en alta voz para ser escuchado o escrito. El silencio te asista albeando al envés.

Ha compuesto Mercedes Roffé con todo este acopio de materiales un apasionante mosaico, retablo más bien donde brilla una palabra renovada y rescatada del espesor y la oquedad habituales en estos tiempos de penuria para la poesía. Retablo u “Ópera Fantasma” como titula apropiadamente su artefacto pues el poema que otorga cabecera y sentido al conjunto conforma la parte fundamental, la segunda mitad abierta tras las “Aproximaciones a la boca del rey”, esotérica boca que antes de morir ritualmente remonta las escalas del silencio, la memoria del hueco/ que te seguirá donde vayas, y que está plantada como la raíz de Lao-Tsé tan sólo para engendrar música desde donde la palabra irá a investir el ritmo en su plenitud. Y retoma un retazo de Artaud para habitar el crepitar de su llama:

 

                                                                      

                                                          El ritmo
no lo olvides; el canto
-armónico del fuego.

Déjalo arder.

Todo. Déjalo arder.

Hasta que se haya apagado la voz

del último rescoldo.

Junta un puñado de cenizas tibias.

Guárdalas dentro de una cáscara de nuez

—la encontrarás

en el revés de la tela.

 

Tráela contigo.

 

Pon un pie en el portal, el marco,

el bastidor de la noche.

 

Sal. Vuelve.

Toma la nuez y plántala

en el seno del árbol más cercano,

aquel de ramas fuertes, retorcidas.

 

Ya no habrá silencio más

que donde tú lo busques.

 

Lo demás será el pájaro.

                                                       Pájaros

gorjeando en la copa.

 

Volver a su raíz es su reposo decía pues Lao-Tsé en el fragmento 16 c de su “Tao-Te-King”, sabiendo ya que Juan Ramón le respondería varios siglos después en sus “Canciones de amor”:  Mantengo en mí la llama; nada pudo extinguirla, para evocar que también quedarían los pájaros cantando cuando él se marchara. Como guardando en su garganta estos ecos previos a su amado Artaud (que también lo es mío), abre Mercedes Roffé el secreto guardado hasta la página 62 y que desvela la contra-cubierta escrita por sus editores en la habitual lengua de trapo informativa: “El título del libro está tomado de la “Ghost Opera” del compositor chino Tan Dun. Y sus páginas regresan así a la palabra después de un periplo por el mundo de la música (de Bach a Gorecki, de Von Bingen a Arvo Pärt) pero también de la pintura (Odilon Redon; los Nabis; Remedios Varo), de la etnología y el ritual (artaudiano)”. Pero nada resulta ser más cierto en este caso, pues aunque toda poesía verdadera sea siempre experimental y no castiza —como quieren las “manieras” y corrientes al uso, sobre todo en esta península ibérica que poseyó el alambique para trasmutar el latín al español y se empeña en destrozarlo a diario—, este libro que tenemos entre las manos constituye un extraordinario empeño experimental, siendo por ello ardidamente hermoso e innovador. Nada ni nadie pudo extinguir la llama original transmitida en los espejos de sentido hasta la poeta Mercedes Roffé.

 

La autora sabe bien con María Zambrano que “las almas respiran en la armonía, respiran en el ritmo. ¿La respiración de cualquier viviente, no es ya ritmo?, el primero que el hombre percibe… y más que percibir, el ritmo que le acompaña, el ritmo que mide su vida instante a instante junto con el martillo del corazón… y en cuanto a los dioses y daimones, el ritmo y la armonía es su elemento, ellos que viven en metamorfosis y en danza” (4). Parafraseando a la inmensa pensadora española, podríamos aplicar su alegoría a los colores, a las formas, a los límites y horizontes pues cuando el ojo parpadea late en él todo el ritmo del universo en diástole-sístole visual. Y así Mercedes Roffé en esta II parte de su “Ópera fantasma” juega con la teoría de los colores, juega  con la luz y juega con el Ojo que Mira al Ojo que Se mira. Los objetos simbólicos —letras, notas, ritmos (electrones) libres y salvajes, componen palabras, frases, poemas, conciertos, sinfonías surgidas por “mutua causalidad”— y se harían así transparentes a sus significados más hondos. Mitos, símbolos, expresiones, ritmos, paradigmas, significantes, significados…

           

Apartémonos por un momento de formulaciones y especulaciones mentales, incluso de su lenguaje peculiar para acercarnos a dos grandes poetas: Quien quiera leer poesía tendrá que aprender a volar, tendrá que aprender a caminar sobre las aguas, nos advertía Elytis. Dante por su parte, al igual que Plotino quien creía que el ojo no podría ver el sol si no fuera el propio sol —y viceversa—, anotaba en su Canzoniere que no puede pintar una figura quien lo desee sino quien previamente se convierte en ella. ¿Debemos entonces, volando, convertirnos en aquello que soñamos ser? ¿O debemos escuchar, volando al tiempo que caminamos sobre las aguas, aquello que nos habla desde algo increado aún pero que late en forma de ritmos cósmicos en nuestro derredor antes de que el primer hombre pudiera exhalar el primer vagido, diseñar el primer pictograma, trazar la primera letra, articular la primera frase de todo aquello de lo que somos sucesores, creadores en definitiva? ¿Somos la luz que mira la misma luz que nos mira? ¿El habla que escucha la misma voz que nos habla? ¿Será esa voz las voces de todos los poetas juntos —las voces de rama que enredándose entre ellas le enredan, que crecen disparadas, cada una por su lado, y volviendo a retorcerse unas en otras, demoníacas en su individualización, voces de segundos, voces de años, voces que se entrelazan en la malla del mundo, en la malla de las edades (5)— cuyos acentos no murieron sino que siguen ensanchando mitos y matrices como niebla que nos envuelve y nos atrae cada vez más adentro? ¿Son ellos nuestros dioses? Y sobre todo: ¿Somos lo que representamos o creemos representar, cantar, pintar, grabar, mirar?

 

Sería mucho más fácil creer que es la vitalidad animal del ser sano la que canta esa alegría, la que se duele de la pérdida mediante el llanto que sincopado imita el ritmo primordial de todos los llantos, de todas las muertes. Pero aún si esto fuera así, bien podría no ser literatura sino emoción expresada de modo más o menos castizo y donairoso. ¿Qué es lo que hace que Virgilio o Dante, el propio Elytis, Juan de Yepes, Cernuda, Brodsky, sean amados y respetados constituyendo arquetipos musicales de las emociones comunes a nosotros, hombres en camino y no varados en nuestro estadio evolutivo? Hay un momento, pienso yo, en que todo sucede —se precipita, diría un sabio del atanor— sin que medie aparentemente intervención personal que no sea la de preparar las palabras, signos, formas o colores que han latido en la mente del poeta o del artista plástico o musical para hacerlas sonar en las esferas contemporáneas, como repetirían los amados pitagóricos de Zambrano. ¿Qué es lo que hace que la poeta Roffé haya armado este fresco de palabras, lagos, rondas, jardines, églogas oscuras, situaciones (sic, por fortuna) para desembocar en Britten, Bach, Tan Dun y su “Ópera Fantasma”?

 

Ella es simplemente poeta, escucha y se escucha; después “se traduce”. Y si leen, si escuchan este poema que lleva por título el de su libro entero, “Ghost Opera”, lo entenderán perfectamente:

 

 agua

 trémolo

 redoble de timbal y

 agua

 trémolo

 gota

 GONG 

 en el seno/ cuenco del

 agua

 trémolo

 GONG

 vibración que se expande

 en el espejo/ cuenco/ timbal del

 agua

 trémolo

 GONG

 

 Entonces vienen Shakespeare

 y Bach

 y hablan

 sentados frente a frente

 frente al cuenco/timbal/ del agua

 y la luz

 como dos Budas

 solemnes

 hablan

 y Shakespeare dice: “De la materia del sueño/ somos.”

 “Fuga / Fuga de muerte” –dice Bach.

           

Yo solamente para terminar querría que ustedes mismos, lectores de poesía, fuesen los autores de esta reseña y escuchasen en gran “Finale” a Juan Sebastián Bach recitar cada verso de "Todesfuge" de Paul Celan (6). Y si no, batiré la tierra con mis pezuñas de sátiro dionisíaco hasta levantar las notas doce y con ellas parpadear hasta que mil colores descompuestos en la sangre del dios descuartizado amanezcan en aquel alba donde la leche fue negra un día, sin albear al envés. Y hablen, y canten y rían y miren porque todo lo pueda gobernar en el futuro la música, el color, la forma y el sentido: la palabra y sus vibratos. Como en este libro profundamente carnal, pagano como un templo verdadero.  Y con todo ello descubran finalmente “las raíces mismas de toda poesía”.



Breve selección de poemas de La ópera fantasma

                                                                   


Plegaria

 

 

Llámese vida

o mártir

o dejo

o tejido

o piélago

o ruinas

o ciérrase

o cuna

o lo

desesperado / oscuro

o trenzas

o pampa

o acabarse

 

O

Llámese

grietas

lajas

carmesí

cirio o cardumen

susurro o crimen

o hace

o día     danza o sima

sueño o combate

 

PROVEEDME

PROVEEDME

 

no es solo          la belleza

se aquieta

se aquieta

la tarde

 

se arrodilla

 

 

 

 

Le Gué

(O. Redon)

 

nubes

nubes

resplandor

caballos

caballos

sombras

cuerpos

 

roca tallada

a punta de plumín

 

tinta

tinta y luz

 

y a pesar

del retumbar de los cascos

en la grava

 

qué silencio

¿no?

 

qué profundo

e íntimo

 

 

silencio

 

 

 

 

 

Rue de Crémieu

 

 

1.

 

igual podría haber sido

     una flor

 

(una de esas mentidas flores

            de O’Keeffe)

 

 

2.

 

en todo caso…

 

he perdido el hábito de entrar

 

–a no ser por los ojos

            por la voz



Cantata profana
(J. S. Bach)
A Patricia Guzmán







Hay un aljibe que canta
Hay un aljibe que recibe
cantando a sus visitas.


Ondas
de agua clara
Ondas
como felices de ser
y de ofrendar


Hay un aljibe que canta
con voces como de lluvia fresca


Hay un aljibe alrededor
del cual
los ángeles hacen ronda
y se celebran
Hay un aljibe como una morada
como una
cámara
   nupcial


Hay un aljibe al que se acercan
los justos a beber
y al que en las noches oscuras
se acercan
los tristes a hurtadillas
(por eso esperan)


Ondas como ungüento derramado


Trinos
ángeles-pájaros


De filigrana de luna la herrería
¿Qué manos se entreveran?
¿qué dedos
como blancos narcisos
juegan a confundirse?


(Alguien finge
que se oculta)


Ondas del mar de la tierra amada
tierra dejada y deseada

Estrella

Orión
Cruz
de plata señalada
Sur guardado
en el mullido cofre del alma


Hay un sur
Hay un mar
Hay un aljibe que canta


 


 

Instantáneas
(J. Adams)





1.

Estepas. Artillería. Cascos
ensordecidos
colchón de arena
oro
...sofocante


2.

Mueca de guignol
Bajo y pedal
Sombra trepando
los muros de la noche
humo y ladridos

el río se adivina
cerca
y detrás
otra arquitectura

    otro barrio

fragmento
de un pasado aun
no concluido


3.

En puntillas
muelle
alfombra
de hierro y bronce
      –encaje
la escalera

Un perfil recorre
la superficie inasible de los cuadros


4.

Alguien mira la leve curvatura
de su mano derecha
en el teclado
–inclinación


destino
descanso
juego

la infancia
otra vez


otra vez     esa noche


5.

Alba, alba
Algo se abre


6.

Estanque    gotas
círculos concéntricos
cada vez más amplios
hasta abarcar el
universo
         (el té incluido)

Ramas
    de bambú
como denarios de seda
entrechocándose
–sin ruido


7.

Instalación
Mimbreral
Agujas en el aire
oblicuas
No caen
Ni dejan de
           caer :
desaparecen


8.

En el centro de la noche
una libélula
de alas enormes
danza su danza atroz
enloquecida y grotesca
gira    todo    gira
la pared
la araña
resuenan los caireles
la pared
las alas


       [ S I L E N C I O ]

 

SANGRE   SANGRE
    de alas
 transparentes



 

NOTAS

(1) Mercedes Roffé nació en Buenos Aires en 1954. Entre sus libros de poesía destacan El Tapiz (1983), Cámara baja (1987), Memorial de agravios (2002) y Las linternas flotantes (2009). Su poesía ha sido traducida y publicada en Italia, Rumanía, Quebec, Reino Unido y EEUU. Desde 1998 dirige Ediciones Pen Press. Entre otras distinciones ha recibido las becas de la Fundación Simon Guggenheim (2001) y del Civitella Ranieri Center (2012)

(2) Vaso Roto Ediciones, España-México, 2012.

(3) Deslumbramientos, Linteo/Poesía, 2009 .  Éblouissements, Flammarion, 2003.

(4) María Zambrano, “El hombre y lo divino”

(5) La muerte de Virgilio, Herman Broch, Alianza edi.torial, Madrid, 1998.

(6) http://www.youtube.com/watch?v=gVwLqEHDCQE . “Fuga de la muerte” fue el primer poema firmado por Paul Pésaj Antschel con el pseudónimo de Paul Celan, anagrama de Ancel, su apellido en rumano:

 

“Leche negra del alba la bebemos de tarde

La bebemos al medio día y de mañana la bebemos de noche

Bebemos y bebemos

Cavamos una tumba en los aires ahí no hay

estrechez

Un hombre vive en la casa juega con las serpientes escribe

Escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarita.

Lo escribe y sale de la casa y relampaguean las

estrellas silba a sus perros aquí

Silba a sus judíos allá manda cavar una tumba en la tierra

Nos ordena ahora toquen música de baile

Leche negra del alba te bebemos de noche

Te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos de tarde

Bebemos y bebemos

Un hombre vive en la casa juega con las serpientes escribe

Escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarita

Tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una tumba en los aires ahí no hay estrechez

Grita hinquen más profundamente en el reino de la tierra los otros canten y toquen

Echa mano del fierro en el cinto lo agita sus ojos son azules

Hinquen mas profundamente las palas los otros

sigan tocando música de baile

Leche negra del alba te bebemos de noche

Te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos de tarde

Bebemos y bebemos

Un hombre vive en la casa tu cabello de oro

Margarita

Tu cabello de ceniza Sulamita juega con las

serpientes

Grita toquen mas dulcemente a la muerte la muerte es un maestro de Alemania

Grita tañan mas sombríamente los violines luego ascenderán como humo en el aire

Luego tendrán una tumba en las nubes ahí no hay estrechez

Leche negra del alba te bebemos de noche

Te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania

Te bebemos de tarde y de mañana bebemos y

bebemos

La muerte es un maestro de Alemania su ojo es azul

Te dispara con bala de plomo te dispara certero

Un hombre vive en la casa tu cabello de oro

Margarita

Azuza sus perros contra nosotros nos regala una tumba en el aire

Juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro de Alemania

Tu cabello de oro Margarita

Tu cabello de ceniza Sulamita

 

(Versión castellana de Ricardo Ibarlucía)