Los cuentos
siniestros recoge siete relatos que
tienen como nexo su atmósfera extraña y
casi surreal, su aproximación a los abismos de la mente humana y un gusto por lo pesadillesco que ha hecho
que muchos críticos acerquen la obra del tokiota a la del checo Franz
Kafka.
Recuerda en cierta medida a estos universos kafkianos
casi absurdos en los que el hombre queda reducido por una maquinaria superior a
él el cuento que abre la recopilación, “El pánico”, una historia en la que un
desempleado se encuentra con una oportunidad laboral que le implicará en un
asesinato del que parece ser responsable pese a no tener recuerdo de ello. Su
protagonista se debate entre el horror y el pánico que da nombre al título, al
igual que el desequilibrado protagonista de “El perro”, un relato en el que un
pintor de escaso éxito desarrolla una perversa fijación por la mascota de su
mujer.
El
tercero de los relatos, “El Grupo de
Petición Anticanibalista y los tres caballeros”, es, por su parte, una curiosa y
perversa distopía donde la sociedad ideal se ha transmutado en caníbal. Un
cambio de rumbo en la recopilación que se convierte en telonera del que es, en
mi opinión, el relato más sorprendente y llamativo del conjunto, “El huevo de plomo”. Enclavada en el
género de ciencia-ficción, se trata de una fascinante historia en la que un
hombre que ha hibernado durante miles de años despierta para encontrarse a los
(extraños) descendientes de la humanidad del futuro. “El huevo de plomo”
recuerda a las narraciones que componen las Crónicas marcianas (1950) de Ray
Bradbury, no tanto por su
conexión con los espacios futuristas, sino por su mirada entre lírica y llena de
piedad hacia la condición humana.
El
quinto relato, “La casa”, explora el
mundo de lo fantasmagórico al narrar la historia de una familia en cuya casa
convive también un ancestro fallecido. Un relato en el que no queda clara la
frontera entre la realidad y lo imaginado y que supone un interesante
planteamiento para el lector: ¿realmente lo que narra el protagonista está
sucediendo de verdad o es producto de su imaginación?
En
el extremo opuesto se sitúa la perturbadora “La muerte ajena”, una historia en la
que el protagonista llega a su apartamento y descubre un hombre víctima de un
asesinato. En este relato Kobo Abe obliga al lector a intentar comprender la
coherencia del protagonista, que lejos actuar de una manera “lógica”, ante el
macabro descubrimiento no se preocupa de otra cosa que deshacerse del
cadáver.
Cierra el volumen “Al borde del abismo”, un relato narrado
en tercera persona que nos sitúa en la mente de un boxeador que se enfrenta a un
combate y en el que asistimos a sus miedos, ansiedades y desconciertos ante un
momento crucial.
Kobo Abe, material inflamable
Una
de las razones por las que hay que acercarse a Los cuentos siniestros de Kobo Abe es,
sin duda, la interesante personalidad
literaria de su autor. Estamos ante unos relatos que revelan que han sido
creados por una personalidad muy particular y que, si no supiéramos quién es su
creador, nos sería muy complicado identificar como ejemplo de narrativa
japonesa.
Muy
poco conocido entre el público de habla hispana, Kobo Abe es una brillante excepción. Su
acento se aleja de lo local y lo tradicional de Japón, factores que
decepcionarán por otra parte a aquellos lectores acostumbrados a “japonesismos”
y otras rarezas “líricas” al estilo Haruki Murakami o Banana Yoshimoto. Y es que
Abe supera la autocomplacencia y rompe
con la herencia de los clásicos para establecer su propia identidad. En este
sentido, en una entrevista publicada por la editorial Candaya, el traductor Ryukichi Terao dice
a propósito del autor: “Kobo Abe siempre ha sido una oveja negra en
la literatura japonesa. No tiene absolutamente nada de local, no trata de
explotar lo que es propio de Japón. Él siempre se consideró un escritor del
globo terráqueo”.
Escritor del globo terráqueo o no, lo cierto es que la
compleja y personal obra del escritor tokiota ha tendido a ser encuadrada dentro
de la corriente del absurdo, aunque
podríamos extrapolar su significado a un acercamiento a la complejidad del ser
humano, a sus miedos. A poco que nos acerquemos a ellos, los lectores
podemos concluir que los relatos del narrador tokiota son en realidad pesadillas en las que los seres humanos
se debaten entre la (supuesta) realidad y su percepción de la realidad, intentando
desentrañar una salida a sus miedos y angustias.
Por
este ambiente de pesadilla y por lo extraño de las situaciones que propone y a
las que impone a sus personajes, Kobo Abe ha sido relacionado con Kafka. No
obstante, el narrador tokiota supera las etiquetas impuestas por editores o
lectores que necesitan establecer comparaciones y similitudes para aprehender el
material literario al que se están enfrentando, y ofrece unas narraciones que
trascienden estos límites gracias a su análisis de la condición y psicología
humana.
El ser humano
en Los cuentos
siniestros
Sobre los personajes que protagonizan las historias de
Los cuentos siniestros, el escritor y crítico literario
Gregory Zambrano subraya en el
prólogo del libro que sus ejes narrativos son “la imaginación llevada al punto límite de lo
inverosímil, la malignidad, los espacios fantasmagóricos, los tiempos
condenados, y un conjunto de juegos irónicos que confrontan a los personajes con
su entorno.” (p. 10)
En
este sentido, ese entorno del que habla Zambrano es la principal fuente de caos
y desconcierto para los personajes. Las criaturas que deambulan entre las
“siniestras” situaciones a las que les somete Kobo Abe se caracterizan por vivir sometidos a una tensa asfixia
psicológica, lo que provoca que el lector se enfrente a un conjunto de
relatos agobiantes construidos con una tensión particular. Como apunta Grégory
Zambrano, “todos se encuentran en
conflicto con sus circunstancias y no pueden comprender cabalmente lo que sucede
a su alrededor, [y] en ese juego involucra también al lector.” (p. 10)
Aparentemente extraños e ilógicos, los personajes se mueven sin embargo dentro
de su propia coherencia, lo que convierte en sus acciones en algo
desconcertante pero no exento de lógica. Por ejemplo, en el relato “La muerte
ajena”, el narrador, al encontrarse con un hombre asesinado en su apartamento,
entiende que lo lógico es deshacerse del cadáver en lugar de acudir a la
policía, y todos sus miedos y dudas giran en torno a no ser descubierto, como si
del propio asesino se tratase.
Personajes corrientes, se trata de individuos que, por
su aparente “normalidad”, representan una comunidad mayor. Estos personajes son
expuestos a una situación extrema
que su falta de identidad y personalidad convierten en extraña e ilógica. A propósito del
concepto de identidad, destaca en la selección de relatos un punto en común: el
planteamiento del no saber quiénes
somos.
Esta ruptura de la identidad desemboca en personajes dominados por el
desconcierto, apenas esbozados por sus miedos y acciones y nombrados por
Kobo Abe, para subrayar precisamente esta identidad incompleta, tan sólo por su
inicial. Las nociones de identidad son difusas y cambiantes, y las fronteras
sobre qué es o no real nunca quedan claras, como es el caso del perturbador
relato “El perro” o en el fantasmal “La casa”.
Así, Kobo Abe expone, sin analizar, los complejos mecanismos de la mente humana
expuesta a situaciones límite, que actúan por mero instinto de
supervivencia. A esto se le suma una estructura social y civilización dominada
por el absurdo, lo que potencia la atmósfera asfixiante de las situaciones
expuestas.
Los
cuentos siniestros
es, en definitiva, un excelente libro para iniciarse en la narrativa del
escritor japonés Kobo Abe y una oportunidad para descubrir unos relatos
impactantes e inolvidables llenos de pasajes laberínticos y ambientes
asfixiantes que no dejarán indiferente a nadie. Por cierto, no dejen de visitar
la web de Eterna
Cadencia,
la editorial que nos ha brindado esta muy recomendable edición. Las imágenes de
su librería y sede editorial son de las que dan ganas de tomar un vuelo hasta
Argentina y llenar la maleta de libros.