Edgar Borges: <i>El hombre no mediático que leía a Peter Handke</i> (Ediciones En Huida, 2012)

Edgar Borges: El hombre no mediático que leía a Peter Handke (Ediciones En Huida, 2012)

    AUTOR
Edgar Borges

    LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO
Caracas (Venezuela), 1966

    BREVE CURRICULUM
Es autor de novelas como ¿Quién mató a mi madre? (Finalista del Premio Ciudad Ducal de Loeches, 2008), La contemplación (Premio Internacional “Albert Camus” 2009) y Crónicas de bar (milrazones, 2011). Sus relatos han sido incluidos en antologías publicadas en España, México e Italia. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, al portugués y al italiano

    TÍTULO
El hombre no mediático que leía a Peter Handke

    FICHA TÉCNICA DEL LIBRO
Edciones En Huida. Colección DSK. Vol 1. Narrativa y ensayo. Sevilla, 2012. 252 págtinas. 12 €




Creación/Creación
Edgar Borges: El hombre no mediático que leía a Peter Handke
Por Edgar Borges, miércoles, 2 de mayo de 2012
Un hombre escribe frenéticamente (a mano y en ordenador) el día a día de una investigación. En su dinámica, además de apuntar los resultados del trabajo, copia la rutina que cada cierto tiempo (y cuando menos lo espera) lo devuelve a su realidad: una mujer (que desea vivir) y dos niñas (que necesitan jugar). Él en su habitación, ellas en la casa. Investiga la obra del escritor austríaco Peter Handke. El proyecto se convierte en el testimonio de un sujeto adulto que nunca ha tenido contacto con los medios de información. En el tiempo de la imagen y de la reiteración discursiva, el único bien comunicacional de éste hombre es la biblioteca de Peter Handke. Rumbo al final del trabajo, una novela se le rebela a la investigación y determina el título de todo cuanto aquí ocurre: El hombre no mediático que leía a Peter Handke. Edgar Borges se vale de la tensión y de la ironía para desmontar realidades mediáticas y contar, en tiempo real, un híbrido literario que integra crónica, investigación y diario. Pero, ¿quién cuenta la realidad de quién? ¿El investigador o el autor? ¿Acaso el autor no es el investigador?

Puerta 7

Atentado contra la decisión




El mismo lunes. El armario (a la derecha); la cama (a la izquierda); el reloj (en la pared, marcando la vida y la muerte); la ventana (al fondo, a la izquierda); la puerta (a mi espalda, al final, a la derecha); el cuaderno de apuntes (sobre mis piernas), dos carpetas de papeles importantes, la caja de lápices, el ordenador y el libro
El peso del mundo (sobre la mesa de trabajo); la mesa de trabajo (frente a mi) y yo (frente a la mesa de trabajo) sentado en la silla, jugando a equilibrar mi escritura (y acaso mi investigación) entre el cuaderno y el ordenador. Máquina y papel rodeando la vida de un hombre. Y por último (visto y anotado de último) el cesto de basura (que aguarda los papeles que no siempre le doy).

12: 30 a.m. Con el plan de encuestas me siento más seguro. O más seguro para excusar ante los demás mi obsesión por la literatura de Peter Handke (esta tarde iré a La librería de Bolsillo y le encargaré a Valentín algunos libros de Peter Handke. Algunos de estos libros los tengo en Venezuela, pero nunca está de más leerlos de nuevo. Esta investigación se podría llamar El caso Peter Handke o Expediente Handke (encargaré dos libros: Lucie en el bosque con estas cosas de ahí y La doctrina del Sainte-Victoire). Tengo que decidir el título antes de comenzar a escribir, pues para mi el título funciona como un camino que me lleva a un lugar. No tener el título significa detenerme ante una puerta cerrada (un camino truncado, sellado). Por lo pronto tengo el plan de encuestas con mis seis posibles entrevistados: Vicente Luis Mora, Sandra Santana, Fernando Báez, Cecilia Dreymüller, Vicente Huici Urmeneta y Eustaquio Barjau. Uno confirmado y cinco por buscar (mejor pediré tres libros: el tercero será Historia de niños).

 

Son las 12: 37 del mediodía, llamaré a Arantxa, así le daré completa la información a Nathalie cuando llegue. Quizá ella vea con seriedad el proyecto si cuenta con la aprobación de la agente. Aunque, a decir verdad, Nathalie nunca estuvo muy de acuerdo en que yo firmara con una agente, ella cree que para representarme me basto yo mismo. Una opinión parecida me dijo un día Jorge Gómez, el editor de la revista Letralia.

 

Hola Arantxa, ¿cómo estás?... Sí, sí. Tengo buenas noticias… No, por favor… Ya te dije que no me juzgaras por la novela inédita que leíste. Ya sé que La casa pequeña no es novela para tu agencia; sea por su estructura anticomercial (recuerdo que un día ella usó ese extraño término), o por lo que fuese, asumo que La casa pequeña no es para tu agencia. Ya me encargaré de conseguirle un editor (eso espero). El nuevo libro en el que estoy trabajando es otro asunto. Este creo que sí te interesará. Plantea un tema polémico y cuento (eso espero) con la participación de un grupo de importantes investigadores… Sí, sí, es un tema de primera línea, te lo aseguro; de primera línea y polémico… ¿Cómo dices?... ¿El tema?  Peter Handke es el tema… Sí, Peter Handke, el escritor austríaco, el autor de Carta breve para un largo adiós, de La mujer zurda, de El miedo del portero al penalty, de El peso del mundo, de… No, no es una biografía, se trata de una investigación orientada en dos sentidos… Espera Arantxa, déjame decirte cuáles son esos dos sentidos… Bien, un sentido indaga en la narración de Peter Handke. Para Handke la narración es un camino, es un movimiento que busca una imagen (posiblemente pérdida). Handke muestra (en el camino) la palabra como desgaste y la palabra como despertar, asombro, descubrimiento. El otro sentido tiene que ver con la pretensión de algunos sectores de silenciar la obra de Handke… Sí, ya sé que Peter Handke tiene sus opositores, pero no creo que por ello sea un apestado… Alguna gente lo quiere… Ya sé que no es política (ni literaria) mente correcto, que rechaza premios (o se los quitan), que todo lo que dice es usado en su contra (y más), que seguramente nunca le darán el premio Nobel de Literatura, pero a mi me parece uno de los escritores que mejor dibuja la incomunicación de la sociedad actual (tan falsa y soberbiamente comunicada)… Arantxa, Arantxa… pero Arantxa, escúchame por favor, Arantxa… Me parece que estás siendo muy dura con Peter Handke (o conmigo… o con los dos)… Peter Handke es un grandísimo escritor y no se merece que tú lo llames un descatalogado. Además, si ser descatalogado significa no estar en la estúpida lista de los más vendidos, me alegro por Peter Handke (por todos los escritores descatalogados del mundo. Y por sus afortunados lectores)… No Arantxa, no, a mi, definitivamente,  no me importa el mercado; a mi me interesa la literatura… No, yo sí te entiendo. Por supuesto que tengo hijas (y me importan), pero eso no tiene nada que ver con el enredo que el mercado financiero le ha vendido al mundo. Lo mío es la literatura y necesito que mis hijas conozcan los intereses humanos de su padre… No Arantxa, yo tengo bien definidas las diferencias que hay entre libros leídos y libros vendidos, lamento que alguien pueda confundir literatura y mercado editorial, pero, en todo caso, esa es su confusión y su problema… Sí Arantxa, me quedo con la literatura (y con mis hijas). No, no se morirán de hambre. Si tengo que vender frutas, pues, venderé frutas (y escribiré por las noches), pero no sacrificaré mi idea de literatura por la niebla que invade este tiempo mediocre… Sí, yo pienso que este tiempo es tan mediocre que en el futuro será recordado como la alcabala de la estupidez… Bien, no hay problema, déjame a mi con mi utopía y quédate tú con tu escritores funcionarios… Sí Arantxa, como lo oyes, esos “bien peinados” (con sonrisa de banquero que no da crédito) que tú representas son funcionarios de la alcabala de la estupidez. Y en esa alcabala yo no me detengo, yo sigo de largo como  un kamikaze armado de palabras… Sí, no hay ningún problema. Adiós Arantxa (que la explosión de la alcabala no te alcance).

 

(Y la volaremos, juro por Kafka y todos los escritores antifuncionarios del mundo que la volaremos).

 

1:20 pm.  (Del mismo lunes). Nathalie y las niñas deben estar por llegar. Yo, pretendido explosivista de las palabras, no puedo evitar preguntarme si Arantxa no tendría razón en su recomendación de que “la realidad que hay es la que es (y punto)”.

 

Dejo el ordenador y camino rumbo al armario. De una de las carpetas de asuntos importantes saco un papel en el que copié el poema de Peter Handke (incluido en Cielo de Berlín, película en la que Handke colaboró en el guión con su amigo el director Wim Wenders).

 

Cuando el niño era niño caminaba relajado. Quería que el arroyo fuera río. Que el río fuera torrente y que este charco fuera el mar. Cuando el niño era niño no sabía que era niño. Para él todo era divertido y las almas eran una. Cuando el niño era niño no tenía opiniones ni costumbres. Se sentaba en cuclillas y se escabullía de su sitio. Tenía un remolino en el cabello y no ponía caras raras cuando le fotografiaban.

 

(Yo y mis papeles, dice Nathalie. Mis papeles y yo, digo yo. ¿Para qué imprimir si puedes leerlo todo en la pantalla, recomienda ella. Porque necesito respirar junto al papel, respondo sin miedo a repetir las verdades de los viejos. Después de todo, desde hace tiempo me juré ser un viejo rebelde como José Saramago. Bienvenida la vejez con rebeldía). Aquí está una de las entrevistas que Cecilia Dreymüller le realizó a Peter Handke. El sólo título me atrae: Escribir es un viaje nocturno. Cuando la leí por vez primera remarqué una pregunta y una respuesta:

 

P: La cuestión del tiempo es una constante que varía muchísimo a lo largo del libro (“La pérdida de la imagen o Por la sierra de Gredos”) y parece cada vez más importante en su obra.

R: El tiempo es algo increíblemente excitante. ¿Qué es el tiempo? No lo sé. ¿Cómo se puede manejar el tiempo sin hacer trampa? Es una materia que los seres humanos no usan apropiadamente, es una aventura. Hay que estar alerta, de todos modos, sobre cuándo puede llegar el otro tiempo. Es como una gran bahía en la historia de la humanidad. Una bahía de lo utópico, algo que ha desaparecido por completo de la literatura. Yo me siento, a veces, como el último utopista hoy por hoy-dentro de lo que conozco, seguramente habrá miles-. La utopía se ha convertido en algo extremadamente difícil, en especial en la épica; tal vez en el poema sea aún factible. En parte porque la utopía se confunde fácilmente con la literatura new age o fantasy, con “El señor de los anillos” y libros por el estilo. ¿Qué se puede hacer cuando mis proyecciones utópicas, que desde el principio están en la obra, se confunden con new age o con una religiosidad indebidamente apropiada?

 

(Yo me siento, a veces, como el último utopista hoy por hoy-dentro de lo que conozco, seguramente habrá miles…). Es posible que Arantxa tenga razón. ¿Con qué derecho arrastro a las niñas a ser hijas de uno de los últimos utopistas del mundo? (Con qué derecho me incluyo en la lista de los últimos malditos).


 

Puerta 8

La ventana

(La trampa) 


Era de noche cuando desperté, era muy tarde pero aún era lunes 6 de diciembre. Y, a pesar de que enseguida me dormí de nuevo, esta vez hasta el día siguiente, al despertar recordé algo de lo que me dijeron Nathalie y las niñas durante aquel brevísimo instante de lucidez. “Papá levántate de la cama, todavía no es hora de acostarse”. “Edgar, ¿no vas a cenar?”. “¿Qué te pasa papá, por qué te has rendido?”.  No, no, espera Camila, yo no me he rendido, sólo tengo un poco de sueño, eso es todo. “Pero estás rendido”. No, no, tener sueño no significa estar rendido. “Sobre el mediodía llegué del colegio con las niñas y tú no estabas, luego, en la tarde, las llevé al parque y de regreso te encontramos rendido en la cama”.  Ya les dije que dormir no es rendirse.  “¿Qué dices hombre?  Ya son más de las nueve de la noche, las niñas te están esperando para cenar”.  Ya voy. “Llevas rato diciendo eso papá”.  Es que me tiene distraído la ventana. Ya sabes que desde que llego del colegio no puedo hacer otra cosa que no sea ver por la ventana. “¿Dónde está Edgar?, seguro está en la ventana”;  eso dice cada uno de mis seis hermanos. Los seis se parecen cuando van y vienen del trabajo a la casa (y viceversa), de la mesa al baño, de la habitación a la sala y del hastío a la televisión (y retornan a lo mismo: el hastío). Y se acuerdan de mí (que existe un enano que sólo quiere vivir para ver la vida de los otros): “¿Dónde está Edgar?, seguro está en la ventana”.  “Papá dice cosas extrañas, parece que está medio loco”. Eso dice mi mamá cuando me llama para que me cambie la ropa del colegio: “Edgar, esa ventana te va a volver loco, deja de curiosear y ve a cambiarte la ropa”.  Pero yo seguía ahí, como si nadie me llamara, viendo el ir y venir de la gente. Los muchachos de la cuadra (los viejos de mañana) escuchan la canción Pedro Navaja de Rubén Blades; la señora llama al marido para que termine de buscar las verduras en la bodega del portugués. Y  el marido ahí, detenido en un “ya voy” (que parece la foto de todos los días). Foto que fuera foto sino no fuera porque el hombre se mueve entre las cervezas y los amigos. La pobreza es una rueda (“Edgar cámbiate  la ropa”). Nadie se baja a menos que se lance del maldito camión de la miseria. Y pocos se lanzan por miedo al impacto. El barrio es una rueda (“Edgar cámbiate la ropa”). Y no hay parada. (“Mañana irás al colegio con la ropa sucia y arrugada”). Te pudres, viene otro y no hay parada (a menos que te lances a tu riesgo). A la seis de la tarde el barrio tiene ambiente de fiesta, el volumen de la música alcanzaría para celebrar cualquier cosa dentro de nuestro apartamento. En cada esquina un grupo, en cada ventana un curioso. Frente a las primeras casas se confunden dos largas filas. Una vende lotería y la otra cerveza. El niño que pasa entre todos dándole patadas a la pelota se parece al marido que nunca buscará las verduras. Tampoco yo soy muy distinto al resto. Algún parecido tendré con el ladrón que le arrebata la cartera a la señora que se persigna en la fila de la lotería. Pero tampoco soy menos ladrón que el maquinista que juega con los prisioneros de la rueda (¿quién pudiera saltar aún a riesgo de morir en el intento?). Y los jugadores sonríen sin saberse parte de la trampa: Después de recorrer el largo hilo que atraviesa el pantano de los extremos, el equilibrista cree que llega y pisa suelo falso. Y entre cuatro paredes queda encerrado. Viene uno, viene otro, venimos todos. Nos prometieron la niñez eterna y (como adultos inexpertos del juego) perdimos la jugada. De niños sin asombro (ni ternura) pasamos a ser los amargados de una adolescencia congelada. Nace la época del aislamiento, un cosmos artificial de celdas individuales. Inquilinos sin entorno, relatadores sin tribuna, cementerio de mensajes. Cuerpos detenidos en un vacío maquillado de dicha. Títeres de una historia construida de espalda a la naturaleza. Se acabó el engaño, «no más sueños de ricos y famosos». Ahora nos dicen que «se acabaron los recursos que una vez fueron de todos» y hay que convertirse, por siempre, como Dios manda (y hasta que lo hereden los hijos) al oficio miserable de ser subempleado de la miseria eterna. ¿Quién se atreve a salir del sillón del cansancio y replantearse la historia? ¿Dónde están los primeros individuos neoanarquistas de la tétrica dictadura global? (El individuo como un factor revolucionario que posibilite el cambio de su mundo, el mundo). La tecnología regula la imaginación, la madre tierra ha sido cambiada por la madre Red. Triunfa el mayor de los totalitarismos: la realidad absoluta. La ficción sin aplausos apenas comienza, lo que sigue es perder la calle y la memoria. Unos pocos observan a la mayoría que a paso atropellado tomó el atajo. Hay que desenredar la trampa y dar el salto más allá del precipicio (de la implosión) que se avecina.

 

“Dale rápido Ramón que llegas tarde al trabajo”. “¿Qué tal?” “¡Qué tal!” “¿Cómo está la familia?” “¡Cómo está la familia!”  “¡Hoy sale el 414!”  “Hoy sale el 414”.  “La vida cada día está más cara”. “Sí, la vida cada día está más cara”. (Una vida, dos vidas, tres vidas, cuatro vidas, cinco vidas, seis vidas, siete vidas, todas las vidas, ninguna vida). “Papá, despierta”.  “¿Qué tanto ves por esa ventana?”   Lo de siempre mamá.  “Hijo, por favor, cámbiate la ropa.  “Oye Edgar, tú no eres de esos que se pasan el día en la cama”.  Una ventana no es lo mismo que una cama.  “Hijo”.  “Papá”. “Edgar”.  El marido jamás comprará las verduras, por lo menos no lo hará en el momento preciso. Lo que no se hace a tiempo deja de hacer falta. En la rueda todo llega tarde (porque se repite y creo que la gente, sin saberlo, vive mareada). Vamos rápido pero vamos lento (porque no vamos a ningún lado por donde no hayamos pasado). “Hijo”. “Papá”. “Edgar”.  “Por favor hijo, por el amor de Dios, cámbiate la ropa”.



Nota de la Redacción: agradedecmos a Ediciones En Huida la publicación de este este extracto de dos de las Puertas del nuevo libro de Edgard Borges, El hombre no mediático que leía a Peter Handke (2012) en Ojos de Papel.