VOS Y YO
Ya sé que no soy uno de los vuestros;
y es cierto que he nacido en otra cuna:
y a la dulce guitarra yo prefiero
la melodía indómita del zurna.
No leo por las salas y salones
para vestidos y chaquetas negras
sino que son las nubes, los dragones
y cascadas quien oye mis poemas.
Amo, como el beduino en el desierto,
que inclina todo el cuerpo y bebe el agua;
no como el caballero sobre el lienzo,
que mira las estrellas y que aguarda.
Y no pienso morirme en una cama
-el notario y el médico a la vera-,
sino desamparado en una zanja
oculta en la espesura de la hiedra,
para ir no al paraíso inmaculado
y abierto para todos, protestante;
sino don del bandido, el publicano
y la ramera gritarán: «Levántate».
OCHO VERSOS
Ni el rumor de las lejanías,
ni las canciones que le oímos
a la madre: nunca entendimos
aquello que lo merecía.
Y, símbolo de gracia eterna,
como un benigno testamento,
el don de un alto balbuceo
ha recaído en ti, poeta.
LA TARDE
Inútil, otro día pasa,
majestuoso e inservible.
Ven, sombra cariñosa, y viste
mi desasosegada alma
con una túnica de nácar.
Llegas para ahuyentar los pájaros
de mal agüero, mis quebrantos.
No hay nadie, ¡oh, noche soberana!
que pueda sujetar el paso
arrollador de tus sandalias.
La luna –tu pulsera- brilla,
vuela el silencio de los astros
y en sueños, nuevamente mía,
gozo la Tierra Prometida,
la dicha que tanto he llorado.
PRESAGIO
Abandonábamos Southampton
y el mar estaba azul celeste;
cuando atracamos en Le Havre
se había puesto todo negro.
Siempre he creído en los presagios,
como en los sueños matutinos.
Señor, piedad de nuestras almas:
una desgracia se avecina.
(sin título)
Vienen, se van, indiferentes,
los tristes días de mi vida:
así las rosas se marchitan,
así los ruiseñores mueren.
Pero también está sufriendo
ella, mi amor, mi destinada,
y bajo aquella piel, tan blanca,
la sangre fluye con veneno.
Y si aún vivo en esta Tierra
es solamente por un sueño:
iremos, como niños ciegos,
los dos, hacia las altas sierras,
por donde yerran los rebecos
y el mundo es sólo blanca niebla;
en busca de las rosas secas
y de los ruiseñores muertos.
(sin título)
El mundo es bueno, sí, como un viejo a la puerta
que en nombre de Dios conduce al viajero
a la calma prevista de antemano en la alcoba
y que a su hija obediente le ordena
-bondadoso y sencillo- que se deslice adentro,
cuando llegue la noche, y se haga su esposa.
Pero ¿qué soy yo? ¿Acaso un…apóstata piadoso,
que teniéndolo todo, siempre está descontento,
melancólico amigo del silencio y la luna?
Esta felicidad es para mí tan sólo
una señal de que no me engaña el recuerdo
y que allá, en otra patria, he bebido agua pura.
Nota de la Redacción: agradecemos a Ediciones
Linteo la gentileza por permitir la publicación de estos
poemas, seleccionados por Marta
López Vilar, del libro de Nikolái
Gumiliov, El
tranvía extraviado (Linteo, 2012), en
Ojos de
Papel.